En territorio ingrato ¿hay espacio para los afectos? No, claro que no.
Pero ¿podemos aprender a convivir en un espacio armónico donde tenga cabida la afectividad y la sexualidad? Por supuesto.
La felicidad es una decisión. Lo que vivimos ¿acaso se parece en muchas ocasiones a lo que percibimos, a cómo nos sentimos?
Muchas personas piensan que su felicidad se encuentra en tener eso que denominan un “todo” en su vida: un trabajo, una casa, un coche, una pareja, unos hijos, salud, unos estudios, etc., etc. y dedican gran parte de su vida en su búsqueda, o a lamentarse por no haberlo conseguido. Es verdad que muchas llegan a tener todo lo pensado y soñado. Deberíamos entender entonces que ese “todo” ¿Sería suficiente para sentirse feliz al lado de su pareja?. Sin embargo ¿qué hace que ese “todo” no proporcione una pareja armónica?
Quizá porque con los años, el trabajo deja de tener un valor gratificante para pasar a ser en muchos casos motivo de conflicto emocional, y también con los años la persona descansa de este; el coche se hace viejo o deja de gustarnos; la casa se hace pequeña o grande o fría o deja de gustarnos; los hijos precisan dedicación y generan también preocupaciones; con los años los estudios realizados dejan paso a los frustrados; tenemos salud pero vemos sufrir a quien queremos.
Y ¿qué pasa con la pareja? la pareja la envolvemos en reproches de afectos ausentes, palabras mudas, sexualidades perdidas que hacen frías las sábanas, y demasiados pensamientos recurrentes que conducen a emociones que hacen daño y estas hacen que la pareja reaccione y se comporte de manera equivocada.
Y entonces ¿no podemos ser felices con nuestra pareja?
A veces no, y entonces es aconsejable desvincularse. Posiblemente no estemos preparados para el dolor, pero tampoco debemos estarlo para alargarlo durante toda nuestra vida. Tomar decisiones es parte de la vida, hacerlo desde la madurez facilita los procesos, siempre que tengamos presente el respeto que deben dar los años compartidos.
En otras muchas ocasiones claro que podemos llegar a ser felices con la pareja, claro que sí; pero primero es preciso sentirse bien con uno mismo. Si no eres capaz de poner en equilibrio tus pensamientos con tus emociones, será muy difícil que aprendas a ver a quien tienes cerca con tolerancia y respeto, y sepas y quieras amarla de manera que desees hacerlo. No porque toca o porque la quieres, sino porque realmente la deseas.
La felicidad posiblemente se alimente y muera en las expectativas que tenemos hacía la vida, y en este caso que nos ocupa hacia la pareja.
Seguiremos...
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Fdo.: Raquel Díaz Illescas