lunes, 15 de junio de 2009

Eutanasia de amor.

“…Muerte lenta, que no suave; sin alimento que refuerce el amor.”

Sin prospecto adjunto que explique la forma de usarlo, de consumirlo, conservarlo; de sus ventajas e inconvenientes; y sobre todo, de sus contraindicaciones y posibles efectos secundarios debido al uso, el amor se presenta a corazón descubierto en el ser humano.

El amor acaba siendo para algunas personas, una huida hacia adelante como si de una amenaza para su estabilidad emocional se tratase.

El amor se hace presente en nuestras vidas sin preguntar el cómo ni el cuándo, ni tan siquiera el con quién… No entiende de conveniencias ni de límites. Se instala invadiendo cada una de las áreas de nuestra vida, y en ocasiones destruyendo la estabilidad de años.

Lo ingrato del amor es que se queda poco tiempo a nuestro lado, nos abandona sin decir cuándo volverá o si lo hará algún día. De nada nos sirven calendarios estacionales.

El amor se va extinguiendo de no consumirlo, de no usarlo, alimentarlo, de dejarlo morir… Hay quienes eligen la “eutanasia de amor” cuando el deseo y el amor que sienten no puede vivirse en libertad. Desconozco si será cobardía, o sentido común lo que ponga en funcionamiento esa muerte lenta, que no suave, que se prolonga en un tiempo no definido en ausencia de estímulos que refuercen la pasión.

Los intentos muchas veces fallidos de dejarlo morir, no siempre consiguen dar los resultados esperados; a veces éste se vuelve más intenso, extendiéndose en el tiempo sin conseguir ser nunca vivido.

Con nostalgia, recordamos aquel amor que por un tiempo dio un sentido nuevo a nuestra vida. En ese intento de dejar morir el sentimiento, algo de nosotras también dejó de vivir. A pesar de esto, el amor deja a su paso señales que nos hacen recordar que un día vivió en nosotras.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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