viernes, 25 de diciembre de 2009

Cómo nos comunicamos, cómo nos relacionamos sexualmente.

Hemos hablado en diferentes ocasiones de la importancia de la comunicación en las relaciones personales, en la de pareja, y cómo influye esta en el establecimiento de los encuentros sexuales.

Erróneamente el sexo, la sexualidad, los encuentros eróticos amorosos, se han concebido como algo animal, como instintos que deben ser saciados lo antes posible. Pero lo cierto es que esto no deja de ser una idea errónea, y que trae consigo el malestar de la pareja, y muchos conflictos que podrían evitarse si aprendiéramos a comunicarnos de manera armónica.

La comunicación es uno de los objetivos de la sexualidad, y cuando este no se cumple, es probable, o muy posible que la pareja se vea dañada. Es importante tener en cuenta algunos aspectos cuando nos comunicamos con nuestra pareja:
-Respeto: esta es la clave de la comunicación: respetar al otro tal cual es. Cuando el respeto se ausenta, lo hacen también los límites y la sexualidad se ve altamente dañada.

-No olvidarnos que cada uno somos una persona individual, un todo (no una media naranja), que siente y piensa por si misma; que tiene deseos, ilusiones, y miedos, lícitos o ilícitos, pero son los suyos.

-Permitir la expresión: como hemos dicho, cada persona somos un mundo. No todos nos expresamos igual, ni con la misma fluidez. Hay quienes necesitan más tiempo para comunicar lo que nostros diríamos en dos palabras; hay quienes dicen lo que dicen y de la manera que lo dicen, porque no saben hacerlo de otra manera, pero por ello no dejan de sentir, opinar, y pensar. Permitamos que cada miembro de la pareja tenga la libertad de hacerlo como pueda, quiera o desee.

-Escuchar mirandole/la a los ojos, sin ridiculizar sus expresiones con gestos o sonidos onomatopéyicos. Lo importante no es estar de acuerdo en lo que uno y otro piensen o sientan, sino en que ambos puedan expresarlo libremente. Resulta muy positivo hacer sentir a tu pareja que lo que está diciendo te importa, te interesa, aunque no sea ninguna de estas dos.
-No insultar: el insulto es un gesto grosero, que descalifica a la persona, que no muestra nada positivo de la misma. Olvidemos aquello de “lo dije en un momento de acaloramiento. No lo pensaba”. Seguramente la persona que recibió los mismos, es muy posible que no los olvide, aunque acabe disculpándole. Piense siempre que usted puede que no de importancia a palabras mal sonantes dichas en un momento de exaltación, pero probablemente, su pareja no las olvide. Aunque se discrepe, es importante hacer uso de un lenguaje no hiriente.

Cuando se han dicho demasiadas palabras malsonantes, lo que menos se desea es ser acariciad@ por su transmisor. La grosería no es compatible con los encuentros amorosos, solo cuando esta es expresada en momentos eróticos.

-Confianza: si no confiamos en nuestra pareja, la comunicación se irá reduciendo a lo meramente imprescindible.

- Humillar o ridiculizar en presencia de otras personas: esta es una práctica muy al uso de algunas parejas. Exponen al grupo los trapos sucios del/la compañero, haciendo burla de ello. Todos participan de la burla, menos la persona que se siente humillada y ridiculizada ante el grupo. Estas prácticas no hacen sino crear inseguridades en la persona, nada positivas para la sexualidad.

-Necesidades afectivo sexuales: la forma que tenemos de expresar y entender la sexualidad, es sin duda uno de los muchos motivos que contribuyen para que los encuentros sexuales no se den con la frecuencia que algunas personas desearían, ni en la forma que otras esperan. Hombres y mujeres demandan sus relaciones sexuales como han aprendido a hacerlo, no como desearían.

Como hemos visto, hay muchos aspectos que no propician el acercamiento sexual hacia la pareja, pues la sexualidad, es para ser vivida y disfrutada con alguien a quien deseas, alguien que te haga sentir especial, que te refuerce, que te escuche, alguien a quien le importes, que te quiera y que te respete. Esto no es imposible, solo tenemos que aprender a comunicarnos, simplemente de otra manera.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

domingo, 20 de diciembre de 2009

El Deseo (y II)

"Deseo, viejo árbol que se sirve del placer para nutrirse", decía Baudelaire

Que la sexualidad es una parte esencial en la vida de las personas (solas o en pareja), lo hemos reiterado en diferentes artículos. Cómo nos relacionemos con nuestro cuerpo, influirá también en cómo nos relacionaremos con nuestra pareja, con nuestras emociones.

Las experiencias placenteras las vinculamos al deseo, a la búsqueda de ser repetidas; lo mismo hacemos con lo que no nos gusta, con lo que nos causa desazón, lo evitamos y sentimos malestar y ansiedad si lo hacemos. Los encuentros sexuales, para que sean deseados, precisan haber sido placenteros, gozados. Y es que la sexualidad no es para todas las personas sinónima de placer. El deseo se encuentra muy vinculado a las emociones.

Como ya veíamos en el artículo anterior, la relación que tenga la pareja va a ser determinante para que exista presencia o no de deseo entre sus miembros. La comunicación es un factor determinante e influyente en el deseo, y sin duda, esta es la que antes se ve dañada.

El deseo sexual ha de verse con relación a varios factores, entre los que cuentan, evidentemente, aquellos que tienen una incidencia orgánica directa. Tales factores a tener en cuenta son, entre otros, los siguientes:

 Ausencia de fantasías sexuales: las fantasías sexuales son un recurso o herramienta fundamental en la sexualidad, solos o en pareja. Estas facilitarán el abandono.

 Ideas negativas respecto del placer sexual: la educación sexual recibida será clave en la vivencia de la sexualidad. Si se entiende el placer desde la moral, como algo pecaminoso, con culpa o miedos, las relaciones sexuales no se vivirán de forma satisfactoria.

 Pensamientos negativos de nuestra pareja sexual: no podemos desear algo que percibimos como negativo, ya que interiormente sentiremos rechazo hacia esa persona.

 Vivencia desagradable de la conducta sexual: si no disfrutamos de nuestros encuentros sexuales, no desearemos volver a repetirlos.

 La masturbación: resulta una actividad saludable, cuando estamos a solas o cuando vivimos en pareja. Si no conocemos nuestro cuerpo, no seremos capaces de disfrutar de él, ni en solitario ni en compañía.

 Relaciones sexuales sin ganas: acaban siendo relaciones por débito, compromiso o por miedo a la pérdida de algo, lo que no favorece relaciones sexuales placenteras, para ninguno de sus miembros.

 Posibilidad de que la pareja no guste: los años de convivencia llevan a algunas personas al abandono de su imagen personal, y la consiguiente falta de deseo de uno de sus miembros por el otro.

 Utilización de técnicas sexuales que producen desagrado, asco o enojo: el expresar lo que nos gusta o disgusta facilita unas relaciones sexuales placenteras, el silencio puede provocar la ausencia de deseo.

 Peligros respecto del placer sexual: forman parte de los mitos y creencias que llevan a vivir la sexualidad, el placer con miedos.

En cualquier caso, es importante que la pareja analice y se pregunte cómo son sus relaciones sexuales, qué tipo de juegos llevan a cabo, cómo se acarician, cómo es su comunicación sexual, si se expresan lo que les gusta o lo que no, sus preferencias, si disfrutan de sus encuentros eróticos sexuales, etc. No se trata de buscar culpables, sino soluciones.

Romper con las rutinas sexuales, es una de las tareas más complicadas. Los comportamientos estereotipados que muchas veces se establecen en los encuentros amorosos, resultan difíciles de cambiar, aunque no sean del todo satisfactorios. Los masajes, aceites, olores, luces, lugares nuevos, ropa íntima, y todo lo que consiga hacer que lo sintamos al mismo tiempo que nuestra pareja, podría ser un buen comienzo. No olvidemos que las reglas en la cama las ponen las personas implicadas, por lo tanto no hay nada establecido; de hecho el problema es precisamente que caigamos en hacer siempre lo mismo. No es necesaria la búsqueda de afrodisíacos, ya que el mayor estimulante es nuestra propia imaginación.

Dejar a un lado miedos, temores, ideas irracionales y moralistas sobre la sexualidad, nos puede llevar a experimentar y disfrutar de nuestra sexualidad, dejando que la respuesta sexual siga su curso.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

El Deseo (I)


Desear es un verbo que se conjuga en infinitivo, que vivimos en gerundio, y que esperamos sea participio.


La falta de deseo es sin duda uno de los motivos que llevan a las parejas a la consulta de un/a terapeuta sexual.


A mediados del siglo XX la pareja Masters y Johnson saltó a la fama con su revolucionario libro “La Respuesta sexual humana”. Sin duda estos fueron los pioneros de la investigación sexual, y fruto de sus trabajos, determinaron cuatro fases en la respuesta sexual humana: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Pero fue la científica y terapeuta Helen Kaplan, quien advertiría de una primera fase previa a las enunciadas por Masters y Johnson, El Deseo.


Sin duda el deseo es un aspecto fundamental para cualquier encuentro erótico sexual. Sin deseo, las relaciones sexuales se convierten en encuentros obligados, rutinarios, por débito.


Nuestro estado de ánimo, lo que nos guste o nos vaya dejando de gustar de nuestra pareja, su olor, sabor, tacto, el uso que hagamos de las fantasías sexuales, cómo se encuentre nuestra autoestima, la comunicación que tengamos con la persona amada, lo que disfrutemos o no de estos encuentros, y por supuesto los elementos culturales… todos ellos serán aspectos o factores que facilitarán o dificultarán nuestro deseo para mantener una relación sexual placentera.


Es verdad que a pesar de la importancia que tiene el deseo en las relaciones sexuales, no cuidamos lo suficiente los aspectos anteriormente mencionados, parapetándonos en aquello de que el sexo debe ser espontáneo, natural y esas situaciones que acaban en desastre.


El deseo sexual hipo activo, está presente en el día a día de muchas mujeres, manifestando éstas, una falta de interés por el sexo, ausencia de fantasías en sus relaciones, y la demora o disminución de los encuentros afectivos sexuales.


Evitar cualquier acercamiento que conlleve mantener relaciones sexuales, es un hecho muy experimentado por algunas mujeres. Este rechazo o evitación acaba produciendo malestar en la convivencia de la pareja y sufrimiento para ambos miembros: uno porque desea mantener relaciones sexuales, y el otro por la ansiedad que esto le produce.


Las causas, como ya hemos indicado, pueden ser muy diversas. Así mismo, cuando la mujer no disfruta de las relaciones sexuales, siente malestar general, somatizando en ocasiones estos encuentros que pueden venir motivados por un problema de excitación o de anorgasmia, situaciones que no invitarán a repetir los encuentros, y sí a aumentar los problemas con la pareja.


La frecuencia de las relaciones sexuales estaría marcada en una pareja armónica por el deseo de ambos miembros, aunque lógicamente no tiene por que ser el mismo en todas las personas, independientemente de su sexo biológico, mediando así los acuerdos que cada pareja tenga establecidos. Pero no ocurre lo mismo con las parejas en que uno de sus miembros (1) tiene un deseo sexual hipo activo o inhibido, eso que comúnmente se dice “que nunca le apetece”, pues esta inapetencia de uno de ellos, genera desavenencias, pues el/la que desea, no deja de hacer intentos por conseguir lo deseado, percibiendo estos rechazos, como algo personal, sintiéndose frustrado. La persona con menos deseo, cede por obligación, y acaba reduciendo sus relaciones sexuales a encuentros que debe mantener, adoptando un “rol de espectador/a”, donde se deja hacer sin implicarse, no disfrutando de ellas, y esperando que su pareja acabe pronto, se duerma y le deje tranquila hasta la siguiente, que espera sea lo más tarde posible.


Esta situación acaba formando parte de un círculo vicioso, donde se genera mucha frustración y rabia, y donde la comunicación entre sus miembros es cada vez más difícil.


Con este panorama emocional, el deseo sexual acabará siendo inexistente, por lo que las relaciones sexuales de la pareja no serán temidas, solo en este caso, por la mujer sino también por el hombre, que se sentirá frustrado en cada intento de acercamiento.


Como hemos visto, y como sabemos, muchas parejas viven sus encuentros sexuales con ansiedad, miedo y frustración. Cada uno a su manera, intenta pensar que se solucionará, o que esto debe ser propio de cada sexo, y ambos siguen sin disfrutar y gozar de una vida sexual satisfactoria. Se quedan en el lamento, la resignación, y en el peor de los casos en la frustración; pero lamentablemente las cosas no se solucionan solas, y precisamos, al igual que cuando sentimos cualquier dolencia, acudir a un/una profesional con experiencia en la materia, olvidándonos y despojándonos de tantos prejuicios sociales que condicionan nuestra vida afectiva y sexual.


Nos queda todo un año por delante: lo deseable sería poderlo vivir con una sexualidad positiva, placentera. Son muchos días para disfrutar y solo necesitamos ponerle a nuestro deseo, la acción.




Fdo.: Raquel Díaz Illescas.