martes, 2 de febrero de 2010

Enamorarse desde la madurez emocional.

Más allá de la curva del camino quizás haya un pozo, y quizás un castillo,o quizás sólo la continuación del camino.No lo sé ni pregunto.Mientras voy por el camino antes de la curvasólo miro el camino antes de la curva,porque no puedo ver más que el camino antes de la curva.De nada me serviría estar mirando para otro ladoy para aquello que no veo.Que nos importe sólo el lugar donde estamos.Hay suficiente belleza en estar aquí y no en otra parte.Si alguien hay más allá de la curva del camino,que se preocupen ellos de lo que hay más allá de la curva del camino.Ése es su camino.Si tenemos que llegar allí, cuando lleguemos lo sabremos.Pero ahora sólo sabemos que allí no estamos.Aquí sólo hay el camino antes de la curva, y antes de la curva,el camino sin curva alguna.
Fernando Pessoa

Pessoa escribió poemas tan maravillosos como el anterior; sin duda, este podría ser un canto al amor, al enamoramiento; no del convencional, quizá no de ese enamoramiento que nos separa del equilibrio emocional, y nos arrastra sin piedad en los lodos de la pasión, sino de un amar maduro y experimentado, que se sabe paciente para disfrutar el aquí y ahora, para no adelantarse al tiempo, para no desgastar los momentos futuros, para dar libertad a la persona amada, para respetar sus tiempos, sus silencios.

Da igual lo que haya más allá o más acá, lo que ocurra dentro de unas horas o lo que pueda suceder mañana, lo que importa es lo que vivimos ahora, lo que gozamos en cada minuto que pasamos con la persona amada.

Perdemos tanto tiempo mirando y pensando qué habrá más allá de la curva, que olvidamos disfrutar del camino antes de llegar a la curva.

Enamorarse es un patrimonio que nos pertenece en periodos de nuestra vida. Nadie nos dice cuándo será nuestro, ni de dónde vendrá, ni tan siquiera si podremos y sabremos acogerlo, sin que nos duela si decide marcharse o decidimos que se vaya.

El tiempo que se queda nos pertenece, si así queremos que sea, disfrutándolo intensamente, sabiéndonos amad@s y querid@s, o sufriendo por un día que no sabemos si vendrá ni cómo lo hará.

Alimentamos el deseo cuando estamos con la persona amada, y también cuando no la tenemos, cuando la imaginamos, cuando la dibujamos en cada rostro, en otra mirada.
Deseamos escuchar su voz, sus palabras enamoradas; deseamos que nos bese, acaricie, que nos regale su alma.

No nos enamoramos de quien queremos, ni tampoco de quien podemos, nos enamoramos de quien nos enamoramos, sin más cuestiones, sin más enredos.
Enamorarse no tiene edad, pero si experiencia, que nos permite, algunas veces, querer y saber disfrutar de momentos presentes.

El amor si duele, quién dice que no?; pero hay que intentar que no sangre, que no se infecte, que seamos capaces de vivirlo sin vendas que nos opriman, siendo esclav@s libres.

Enamorarse está repleto de sentimientos contrariados, de emociones intensas que olvidan la razón en cada gesto, en cada susurro; pero también enamorarse es sentirse especial, es querer vivir lo que está sucediendo en ese momento que es tuyo, que es único e irrepetible.
Nosotr@s y solo nosotr@s podemos elegir vivir intensamente lo que tenemos en cada instante, en cada momento, o pensar que habrá al otro lado de la curva, si es que existe alguna curva.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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