Lo que caracteriza a una pareja armónica no es la ausencia de conflictos, sino cómo los plantean, afrontan y solucionan. Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
Pasamos gran parte de nuestra vida intentando vincularnos afectiva y sexualmente con otra persona. Buscamos una estabilidad emocional que nos permita gozar y disfrutar, sentir placer y si es posible ser feliz a su lado; pero con frecuencia la realidad se muestra diferente a nuestros deseos. Nos equivocamos, se equivocan, nos frustramos y volvemos nuevamente al principio, aunque cada vez más resabiados.
Convivir en pareja puede poner a prueba la inteligencia, prueba que muchos no han superado todavía, pero que sin embargo apuestan por aprobar algún día.
Convivir no es fácil y tampoco lo es vivir en soledad, únicamente no tienes que discutir con nadie.
Quien vive o ha vivido en pareja bajo el mismo techo sabe que la convivencia resulta complicada en más ocasiones de las deseables; sin embargo, sabemos que es normal que aparezcan divergencias, diferentes formas de ver y entender una misma situación, diferentes formas de opinar o ver la vida, malentendidos, enfrentamientos, etc. Es decir, conflictos de diferentes tipos.
Lo cierto es que a pesar de que todos parecemos saber y entender que normalmente pueden surgir conflictos en la vida de pareja, no dejamos de lamentarnos cuando surgen y en ocasiones de haber iniciado tal o cual relación.
Y es que la pareja positiva no es aquella que no tiene dificultades en su convivencia, sino aquella que sabe plantear sus conflictos con respeto, afrontarlos, e intentar darles una solución madura.
Es verdad que a veces los conflictos son tan fuertes y tan hirientes que la pareja debe separarse y tomar caminos diferentes; pero si la decisión es seguir caminando juntos porque se quieren y desean permanecer el uno al lado del otro, lo mejor es poner inteligencia en medio, y esto pasa porque los dos miembros de la pareja estén motivados para resolver sus diferencias. Esto es importante, si bien no es suficiente ya que la convivencia lleva al desgaste y al olvido.
Vamos a ver qué podemos hacer ante el conflicto:
• Expresar lo que pensamos, sentimos o nos inquieta: Decir lo que pensamos y sentimos es positivo para la relación de pareja. Dejarse las cosas dentro solo lleva a generar malestar. Lo que a veces no lo es tanto es expresarlo en cualquier momento y sobre todo de cualquier forma. Comunicarse siempre es bueno, pues da información al otro miembro de la pareja, le permite saber nuestros deseos y opiniones. Podemos expresar cualquier cosa, por fuerte que nos resulte, siempre que al hacerlo sepamos hacer uso de un lenguaje que no enjuicie o insulte a la otra persona; pero es cierto que muchas personas confunden lo de decírselo todo con no cuidar las formas. Si queremos y deseamos cuidar nuestra relación de pareja, es importante que cuando queramos expresarle nuestro malestar o inconformidad con algo, lo hagamos utilizando un lenguaje respetuoso. No necesitamos gritar ni hacer uso de calificativos que más tarde se puedan volver en nuestra contra.
• No es lo mismo ser que estar. Huir de las generalizaciones: Muchas veces de manera inconsciente hacemos uso de un lenguaje que acaba condicionando las actitudes y comportamientos de las personas. Pensemos por ejemplo en el verbo ser. No es lo mismo usarlo en positivo que en negativo, y casualmente lo usamos para calificar acciones que no siempre se dan de manera continuada. Es importante hacer uso de éste en positivo (eres encantador, eres muy amable, eres muy cariñosa, etc.) nunca para actitudes negativas (eres un desastre, eres muy torpe, etc.) Para estos casos hay otros recursos que indican temporalidad (estás un tanto despistado, etc.)
Así mismo, debemos huir de las generalizaciones con el uso de los nunca y los siempre. Son muy radicales y dejan poca salida (nunca haces esto, siempre llegas tarde, etc.) resulta más aconsejable el uso de algunas veces, a veces, etc.
La impulsividad no siempre es aconsejable: Ser impulsivo no es nada aconsejable. Es importante contar hasta diez antes de decir algo que sepamos pueda ser hiriente, y si es necesario contemos hasta que el pensamiento desaparezca. Debemos aprender a ser dueños de nuestras palabras.
• Prestar atención a lo que nos dice o cuenta nuestra pareja: A veces es tan sencillo como sentarse y mirar a los ojos de la pareja. Escucharla sin prisas, sin atropellos de palabras que no vienen a cuento. Hacerle sentir que lo que nos está contando nos importa, aunque no nos resulte de nuestro interés. Es importante que si no entendemos o comprendemos algo de lo que nos dice, se lo hagamos saber, pues esto será una prueba de que le estamos prestando atención. Nada de lo que nos cuente nuestra pareja debe ser calificado como aburrido, pues es lo que a ésta en ese momento le inquieta y es importante que nos lo esté contando. No debemos olvidar que cada persona nos expresamos de una manera y a un ritmo, respetémoslo.
No dramatizar o exagerar el conflicto: Analizar lo más objetivamente que se pueda lo sucedido. Centrarse en el aquí y ahora, no hacer hipótesis que no llevarán a otra cosa que a incrementar el problema. No darle demasiadas vueltas buscando culpables. Centrarse en las soluciones, no en el problema.
Los extremos nos son buenos: Las cosas no son negras o blancas, como tampoco las opiniones son únicas. Todas son respetables, aun cuando no las compartamos. No debemos tratar de imponer la nuestra, pues cada miembro de la pareja tiene derecho a pensar y sentir de manera diferente. Ser radicales no suele ser positivo, debemos ser más flexibles con nuestras opiniones y sobre todo con las de los demás. Esto nos acercará más y nos percibirán como personas con las que se puede dialogar, aunque no opinen lo mismo que nosotros. Es cuando menos saludable, ser capaces de pensar, que quizá podamos estar confundidos en nuestras opiniones o percepciones, que no tenemos por qué estar siempre en posesión de la verdad, por muy expertos que creamos ser en una materia. Escuchemos más, practiquemos la tolerancia y apliquémonos un poquito de humildad; que normalmente se agradece.
• Negociemos: Las actitudes son importantes en cualquier relación y en la de pareja es básica. Tener una actitud negociadora ante el conflicto nos hará llegar a acuerdos, a propuestas encaminadas a solucionar problemas que se repiten, que se suceden en el tiempo. Qué aspectos son negociables y cuáles no lo son, son cuestiones importantes llevar a cualquier negociación, y que cada miembro de la pareja debería tener claro. Es verdad que podemos tener comportamientos o formas de comunicarnos que creemos poder intentar cambiar, porque pensamos que debemos hacerlo, porque nos interesa para vivir mejor con nuestra pareja. Sin embargo, habrá cuestiones que serán innegociables, bien porque sepamos que esto nos haría ser más infelices o bien porque simplemente no estamos dispuestos a que sea tema de negociación. Hay que intentar respetar lo que cada cual puede y desee negociar, pues el obligar a alguien a hacer lo que no quiere, acaba siendo motivo de conflicto.
• Tomar decisiones: Cuando se discute, los más impulsivos suelen echar demasiados sapos por la boca, que a veces resultan difíciles de recoger; es más común de lo que sería deseable, que después de los insultos venga la toma de decisiones, casi siempre errónea y se decida por alguno de los miembros o los dos, dar carpetazo a la relación, que alguno se vaya de casa, y en ocasiones se lleve sus cosas. Cuando se está discutiendo no es el momento más adecuado para tomar decisiones. Utilicemos la inteligencia para poner un poco de reflexión y coherencia al momento, y pasado el tiempo, ya con la calma que requiere la toma de decisiones importantes, valoremos y decidamos si deseamos seguir o no con nuestra relación de pareja.
Saber buscar ayuda: A veces los conflictos se solucionan con el diálogo de las partes, porque llegan a acuerdos, a un entendimiento; pero esto no siempre es así, y el conflicto acaba formando parte de la convivencia de la pareja, ocasionando mucho sufrimiento de las partes y también de los hijos cuando los hay. Ya hemos mencionado en reiteradas ocasiones, que el solicitar ayuda es una muestra de madurez y sobre todo un deseo de querer estar bien.
Pasamos gran parte de nuestra vida intentando vincularnos afectiva y sexualmente con otra persona. Buscamos una estabilidad emocional que nos permita gozar y disfrutar, sentir placer y si es posible ser feliz a su lado; pero con frecuencia la realidad se muestra diferente a nuestros deseos. Nos equivocamos, se equivocan, nos frustramos y volvemos nuevamente al principio, aunque cada vez más resabiados.
Convivir en pareja puede poner a prueba la inteligencia, prueba que muchos no han superado todavía, pero que sin embargo apuestan por aprobar algún día.
Convivir no es fácil y tampoco lo es vivir en soledad, únicamente no tienes que discutir con nadie.
Quien vive o ha vivido en pareja bajo el mismo techo sabe que la convivencia resulta complicada en más ocasiones de las deseables; sin embargo, sabemos que es normal que aparezcan divergencias, diferentes formas de ver y entender una misma situación, diferentes formas de opinar o ver la vida, malentendidos, enfrentamientos, etc. Es decir, conflictos de diferentes tipos.
Lo cierto es que a pesar de que todos parecemos saber y entender que normalmente pueden surgir conflictos en la vida de pareja, no dejamos de lamentarnos cuando surgen y en ocasiones de haber iniciado tal o cual relación.
Y es que la pareja positiva no es aquella que no tiene dificultades en su convivencia, sino aquella que sabe plantear sus conflictos con respeto, afrontarlos, e intentar darles una solución madura.
Es verdad que a veces los conflictos son tan fuertes y tan hirientes que la pareja debe separarse y tomar caminos diferentes; pero si la decisión es seguir caminando juntos porque se quieren y desean permanecer el uno al lado del otro, lo mejor es poner inteligencia en medio, y esto pasa porque los dos miembros de la pareja estén motivados para resolver sus diferencias. Esto es importante, si bien no es suficiente ya que la convivencia lleva al desgaste y al olvido.
Vamos a ver qué podemos hacer ante el conflicto:
• Expresar lo que pensamos, sentimos o nos inquieta: Decir lo que pensamos y sentimos es positivo para la relación de pareja. Dejarse las cosas dentro solo lleva a generar malestar. Lo que a veces no lo es tanto es expresarlo en cualquier momento y sobre todo de cualquier forma. Comunicarse siempre es bueno, pues da información al otro miembro de la pareja, le permite saber nuestros deseos y opiniones. Podemos expresar cualquier cosa, por fuerte que nos resulte, siempre que al hacerlo sepamos hacer uso de un lenguaje que no enjuicie o insulte a la otra persona; pero es cierto que muchas personas confunden lo de decírselo todo con no cuidar las formas. Si queremos y deseamos cuidar nuestra relación de pareja, es importante que cuando queramos expresarle nuestro malestar o inconformidad con algo, lo hagamos utilizando un lenguaje respetuoso. No necesitamos gritar ni hacer uso de calificativos que más tarde se puedan volver en nuestra contra.
• No es lo mismo ser que estar. Huir de las generalizaciones: Muchas veces de manera inconsciente hacemos uso de un lenguaje que acaba condicionando las actitudes y comportamientos de las personas. Pensemos por ejemplo en el verbo ser. No es lo mismo usarlo en positivo que en negativo, y casualmente lo usamos para calificar acciones que no siempre se dan de manera continuada. Es importante hacer uso de éste en positivo (eres encantador, eres muy amable, eres muy cariñosa, etc.) nunca para actitudes negativas (eres un desastre, eres muy torpe, etc.) Para estos casos hay otros recursos que indican temporalidad (estás un tanto despistado, etc.)
Así mismo, debemos huir de las generalizaciones con el uso de los nunca y los siempre. Son muy radicales y dejan poca salida (nunca haces esto, siempre llegas tarde, etc.) resulta más aconsejable el uso de algunas veces, a veces, etc.
La impulsividad no siempre es aconsejable: Ser impulsivo no es nada aconsejable. Es importante contar hasta diez antes de decir algo que sepamos pueda ser hiriente, y si es necesario contemos hasta que el pensamiento desaparezca. Debemos aprender a ser dueños de nuestras palabras.
• Prestar atención a lo que nos dice o cuenta nuestra pareja: A veces es tan sencillo como sentarse y mirar a los ojos de la pareja. Escucharla sin prisas, sin atropellos de palabras que no vienen a cuento. Hacerle sentir que lo que nos está contando nos importa, aunque no nos resulte de nuestro interés. Es importante que si no entendemos o comprendemos algo de lo que nos dice, se lo hagamos saber, pues esto será una prueba de que le estamos prestando atención. Nada de lo que nos cuente nuestra pareja debe ser calificado como aburrido, pues es lo que a ésta en ese momento le inquieta y es importante que nos lo esté contando. No debemos olvidar que cada persona nos expresamos de una manera y a un ritmo, respetémoslo.
No dramatizar o exagerar el conflicto: Analizar lo más objetivamente que se pueda lo sucedido. Centrarse en el aquí y ahora, no hacer hipótesis que no llevarán a otra cosa que a incrementar el problema. No darle demasiadas vueltas buscando culpables. Centrarse en las soluciones, no en el problema.
Los extremos nos son buenos: Las cosas no son negras o blancas, como tampoco las opiniones son únicas. Todas son respetables, aun cuando no las compartamos. No debemos tratar de imponer la nuestra, pues cada miembro de la pareja tiene derecho a pensar y sentir de manera diferente. Ser radicales no suele ser positivo, debemos ser más flexibles con nuestras opiniones y sobre todo con las de los demás. Esto nos acercará más y nos percibirán como personas con las que se puede dialogar, aunque no opinen lo mismo que nosotros. Es cuando menos saludable, ser capaces de pensar, que quizá podamos estar confundidos en nuestras opiniones o percepciones, que no tenemos por qué estar siempre en posesión de la verdad, por muy expertos que creamos ser en una materia. Escuchemos más, practiquemos la tolerancia y apliquémonos un poquito de humildad; que normalmente se agradece.
• Negociemos: Las actitudes son importantes en cualquier relación y en la de pareja es básica. Tener una actitud negociadora ante el conflicto nos hará llegar a acuerdos, a propuestas encaminadas a solucionar problemas que se repiten, que se suceden en el tiempo. Qué aspectos son negociables y cuáles no lo son, son cuestiones importantes llevar a cualquier negociación, y que cada miembro de la pareja debería tener claro. Es verdad que podemos tener comportamientos o formas de comunicarnos que creemos poder intentar cambiar, porque pensamos que debemos hacerlo, porque nos interesa para vivir mejor con nuestra pareja. Sin embargo, habrá cuestiones que serán innegociables, bien porque sepamos que esto nos haría ser más infelices o bien porque simplemente no estamos dispuestos a que sea tema de negociación. Hay que intentar respetar lo que cada cual puede y desee negociar, pues el obligar a alguien a hacer lo que no quiere, acaba siendo motivo de conflicto.
• Tomar decisiones: Cuando se discute, los más impulsivos suelen echar demasiados sapos por la boca, que a veces resultan difíciles de recoger; es más común de lo que sería deseable, que después de los insultos venga la toma de decisiones, casi siempre errónea y se decida por alguno de los miembros o los dos, dar carpetazo a la relación, que alguno se vaya de casa, y en ocasiones se lleve sus cosas. Cuando se está discutiendo no es el momento más adecuado para tomar decisiones. Utilicemos la inteligencia para poner un poco de reflexión y coherencia al momento, y pasado el tiempo, ya con la calma que requiere la toma de decisiones importantes, valoremos y decidamos si deseamos seguir o no con nuestra relación de pareja.
Saber buscar ayuda: A veces los conflictos se solucionan con el diálogo de las partes, porque llegan a acuerdos, a un entendimiento; pero esto no siempre es así, y el conflicto acaba formando parte de la convivencia de la pareja, ocasionando mucho sufrimiento de las partes y también de los hijos cuando los hay. Ya hemos mencionado en reiteradas ocasiones, que el solicitar ayuda es una muestra de madurez y sobre todo un deseo de querer estar bien.
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