Artículo enviado por Andrés Quintero (seguidor de "Sexualidad positiva")
El término, expresión vulgar según el diccionario académico, tiene tal aceptación entre los hispano hablantes que no rebuscan más en su acervo lexicográfico (más allá del charco hablan de “coger” pero esa es otra historia…) Nosotros, al referirnos al ayuntamiento carnal, nos movemos entre el eufemismo “hacer el amor” y la noticia de prensa que nos habla de “violencia sexual” En este artículo quiero referirme al gran espacio que ocupa en la vida de una persona, la necesidad que tiene de relacionarse sexualmente con otra, se llame como se llame a esa relación. Valgan como apoyo de esta aseveración estas cuatro situaciones, reales como la vida misma.
A.- ¿Cuántas personas, al llegar la noche, cuando apagan la luz de su mesilla, cierran los ojos, tristes y meditabundos…? ¡Un día más sin sexo! ¡Una página más de su diario en blanco! Solteros, casados, viudos, mayores, jóvenes, divorciados, separados… Todos… muchos… viven esta experiencia, mejor dicho, esta falta de experiencia… Prueba de ello es que las páginas de los diarios siguen ocupadas por anuncios ex profeso para aliviar esta situación. En Internet se encuentra millones de páginas dedicadas al sexo y los que gastan dinero y esfuerzo en mantener esas páginas saben que existen destinatarios consumidores… ávidos del sexo ideal…
B.- He sabido hace pocos días, por boca de un amigo, que un joven de unos 33 años, domiciliado en una pequeña población de unos 500 habitantes, soltero… para satisfacer sus necesidades sexuales, seguramente al amparo de la noche, busca una burra con la que desahogarse… Como detalle, cuenta que le ata una pata delantera con otra trasera…
Del talante intelectual del joven, da idea el hecho de que además de hacerlo, lo cuenta.
Seguramente no será el primero ni el último que practique el sexo de esta forma.
C.- Las noticias de estos días hablan de la situación de gran número de mujeres que son salvajemente ultrajadas sexualmente en ciertas regiones del Congo. Cientos de mujeres que sufren abusos sexuales por hombres militares o, a río revuelto, vaya usted a saber… y todo ello en las mismas narices de las fuerzas americanas que entonan el mea culpa por no verlo, por no controlarlo y por no evitarlo. Pero el hecho es que esos hombres militarizados o no, satisfacen así sus necesidades, tantas veces y con tantas mujeres como la situación que viven se lo permite.
D.- La Iglesia Católica se empeña desde que naciera, en que sus representantes sean hombres y célibes. No vamos a analizar en qué edad entran en los centros o seminarios a formarse en lo que va a ser su modus vivendi. Lo que si es cierto es que cuando quieren darse cuenta de la realidad están rodeados de un inmenso océano de soledad… de soledad sexual. ¿Y qué hacen? ¿Cómo lo resuelven? ¡Como pueden! ¿Y cuándo se sabe, se publica? Las autoridades eclesiásticas hacen lo imposible porque estas noticias sobre abusos sexuales de los sacerdotes pasados, presentes y futuros, no se divulguen. El gran peso que sobre los agentes pasivos supone el haber sufrido esa situación, logra que la noticia emerja… ¿Para ejemplo? ¿Para que se haga justicia? ¿Para que se corte de raíz su repetición?
Como se puede apreciar, desde cuatro ángulos distintos, totalmente dispares… se ve que existe un denominador común: el hombre tiene una necesidad vital, lo mismo que la mujer. La sociedad debe encauzar esta situación de una vez por todas. Las personas deberían poder resolver sus necesidades sexuales de la misma manera, tan sencillo como compartir una comida en un restaurante.
En otra ocasión, en otra entrada de este blog, expuse las consecuencias reales de legalizar la prostitución. No digo que esa sea la solución. Creo que no. Resolvería una parte del problema. Yo no sé si los dirigentes responsables de las sociedades civilizadas tienen tiempo de pensar en este problema, quieren solucionarlo, saben cómo hacerlo, no interesa resolverlo… ¿Son problemas como el de las drogas, el tabaco, el alcohol…? Creo que no. Termino con el titular: El sexo compartido es vital para la especie humana.