miércoles, 3 de noviembre de 2010

La eyaculación precoz. La construcción social del orgasmo masculino.

En “El Mito Masculino”, investigación realizada por A. Pietropinto y J. Simenauer, en 1977, aparece ya claramente que el 80 por ciento de los varones se preocupan por retrasar voluntariamente su eyaculación con la finalidad de que su pareja obtenga antes su orgasmo.

Las consecuencias evolutivas producidas por el bipedismo llevaron a que la función reproductiva y la función erótica se separasen. A partir de este hecho, la evolución interna de la especie humana, determinada por las influencias sociales y el aprendizaje, hacen posible que durante miles de años la rapidez eyaculatoria no haya sido un problema, pero a costa de la sexualidad de las mujeres. La sociedad del momento consentía el uso de una fuerza legal y bruta para mantener relaciones sexuales con éstas, cuándo, dónde y cómo el varón dispusiera, dividiéndolas en dos grandes grupos: Las decentes, que eran asexuadas y por lo tanto no había que prestar atención a su inexistente sexualidad, y las viciosas, cuya conducta inmoral y perversa era considerada en términos despreciativos.

En el estudio La Conducta Sexual del varón, de Alfred C. Kinsey, W. B. Pomeroy y C. E. Martín, que pasó a la historia con el nombre de Informe Kinsey, en 1948, los autores califican de superhombres a los que hoy se consideran eyaculadores precoces. Un famoso sexólogo de la época dice que “con eyacular se cumple con la vida y no hace falta nada más”. Los mismos autores, en otro apartado del Informe Kinsey, La Conducta Sexual de la Mujer, aparecido en 1953, estudian el comportamiento sexual de 8.000 mujeres y en ninguna de sus 800 páginas aparece una mención de cómo incide la rapidez eyaculatoria en la sexualidad femenina.

En 1974, aparece en Estados Unidos el Informe Hunt, bajo el título de Conducta Sexual de la década de los 70, escrito por Morton Hunt. En este estudio se recoge por primera vez la aparición de un ideal cultural que promueve entre las personas que el coito se prolongue más de lo habitual hasta entonces.

En poco más de treinta años se ha pasado de considerar al eyaculador precoz un “superhombre al servicio del mandato biológico de la especie”, ha convertirlo en “complaciente amante” con la necesidad de prolongar el placer de su pareja.

La eyaculación precoz considerada como disfunción sexual, surgiría con el modelo capitalista permisivo. Tras finalizar la II Guerra Mundial se producirían cambios socioeconómicos y una pujanza de movimientos feministas que vendrían a reivindicar la igualdad de las mujeres con los hombres. Esto supuso un cambio de valores sociales entre los que se incluye el reconocimiento de la sexualidad femenina como normal y valorable.

Surge entonces la necesidad de realizar el coito prolongado, para dar tiempo a que la mujer consiga su orgasmo. Esto implica que el hombre mantenga su pene con la suficiente erección y controle su eyaculación hasta que su pareja quede satisfecha. La rapidez eyaculatoria deja de ser una ventaja biológica natural para convertirse en un gran inconveniente, debido, sobre todo, a la persistencia de algunos prejuicios de la cultura de género.

A partir de aquí, el hombre acudirá a sus encuentros sexuales con el deber de saber cómo hacer las cosas para que su pareja se lo pase bien. Si ella no disfruta, la causa será debida a las malas artes de éste. Ella no es responsable de nada, solo debe dejarse hacer. Así el hombre asume el rol del espectador en sus encuentros amorosos, pendiente de cómo hacer para que ella consiga cuantos más orgasmos mejor. Si no lo consigue, se sentirá frustrado, sentirá ansiedad y preocupación ante el desempeño, y así de simple habremos creado la disfunción.

La construcción social de la eyaculación precoz como disfunción sexual, aparece clara si tenemos en cuenta los testimonios femeninos recogidos en el Informe Hite, aparecido en 1976. Con 3.000 respuestas de mujeres, conocemos su opinión. Por ejemplo: que la masturbación es la más fácil fuente de orgasmos para las mujeres, consiguiéndolos en unos pocos minutos. Del Informe Hite se desprenden dos premisas básicas:
1. Que mantener una relación sexual relajada y sin prisas, con un prolongado juego previo con especial énfasis en el estímulo clitorídeo es condición necesaria para disfrutar de la sexualidad y conseguir el orgasmo.

2. Que si bien los hombres tratan de tener en cuenta las necesidades femeninas, desconocen qué es lo que realmente necesitan y se dejan llevar de su pulsión copulatoria, llevando a cabo otras técnicas como una obligación que tratan de cumplir rápidamente para que les den permiso para realizar el coito.

Dos premisas hechas hace varias décadas, pero que sin embargo forman parte de una sexualidad integral y placentera a tener en cuenta.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

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