miércoles, 30 de marzo de 2011

Fantasías sexuales: ¿Se deben compartir con la pareja? (I)

Las fantasías sexuales permiten tanto a hombres como a mujeres desinhibirse, aunque solo sea en su mente…

Las fantasías sexuales son un recurso altamente placentero para disfrutar de las relaciones sexuales, solos o en pareja. No requieren una edad, economía o estatus social. No entienden de colores de piel, ni de credos…aunque sí saben de sentimientos de culpa.

El principal ingrediente de las fantasías sexuales es tener una imaginación abierta, desposeída de prejuicios, de normas, de etiquetas o de límites que dificulten la satisfacción y la buena higiene mental.

Las fantasías sexuales son a gusto de quien las imagina, de su capacidad creativa, del permiso que se dé, de lo que sea capaz de permitirse sin herirse y sin herir sensibilidades de pareja…

Según Masters y Johnson las fantasías pueden surgir en diferentes contextos, de forma intencional para pasar el rato, para poner un cierto ánimo o chispa sexual en un momento concreto o simplemente de forma espontánea o accidental.

Y según los mismos autores:

• Surgen de un hecho conocido, película, hecho real, libro.

• Surgen de un tema preferido, es un tipo concreto de fantasía.

Las fantasías o la creación de visualizaciones, con un contenido sexual específico, como el verse a sí mismo realizando un contacto sexual con éxito (según el problema presentado) son recursos que en un momento determinado se llegan a utilizar como parte de las estrategias de superación de una disfunción sexual.

Así mismo, las fantasías sexuales pueden ser una forma de evasión momentánea de la realidad, pudiendo llevar a un hombre o a una mujer a imaginarse en brazos de su actor o actriz preferidos sometidos a sus deseos más profundos. Y así conseguir relajarse frente al estrés de un momento clave de su vida. Brett Kahr, autor del libro «Sexo y fantasías» (Planeta), miembro del departamento de investigación clínica de psicoterapia y salud mental en el Centro de Salud Mental Infantil de Londres y delegado del Consejo Británico de Psicoanálisis, da sentido a esta afirmación en el mencionado manual en el que expone que «suponen un respiro de nuestros problemas cotidianos y permiten una liberación física inmediata, así como psicológica, cuando estamos abrumados por la ansiedad y la depresión».

En este sentido, Cueto manifiesta que «las fantasías sexuales serían productos de nuestra imaginación, que recrea un cierto juego para predisponernos para el sexo. La mayoría de nuestras fantasías nos sirven para mantener un nivel adecuado de “excitabilidad” o un mayor grado de deseo para la satisfacción en nuestras relaciones sexuales». Kahr, que realizó su libro a partir de un amplio análisis de 19.000 encuestas sobre el tema de las fantasías, no sabría si recomendar a las parejas compartir sus deseos más íntimos para llevarlos a una realidad tangible. Quizá tan sólo una parte debe ser revelada pero, al mismo tiempo, Kahr afirma que «compartir o representar las fantasías puede resultar una gran ayuda para la pareja». Así, admite que resulta complicado establecer unas reglas básicas y unas recomendaciones terapéuticas sobre cómo hacerlo, aunque la mejor manera es la negociación.

Compartir con la pareja las fantasías sexuales puede, en ciertas ocasiones, generar un resultado totalmente contrario al buscado. ¿Cómo le dice una a su pareja que le gustaría que tal futbolista le metiera el mejor gol de su vida? ¿Cómo se tomaría una mujer tener que coger número para acostarse con su pareja, entre una lista de mujeres estupendas? «Muchas personas se sorprenden por las fantasías sexuales que pueden generar». Que se lleven o no a la práctica es una cuestión completamente distinta. Estas deben plantearse con mucho cuidado para no herir sentimientos, ya que algunas de ellas no siempre es recomendable compartirlas», aclara Cueto.

Muchas personas se cuestionan si deben o no contar sus fantasías sexuales a sus parejas, pues en muchas ocasiones estas demandan querer saberlo, eso sí, siempre bajo la capa de “no te preocupes que yo soy muy liberal y lo entiendo todo, sé que solo es una fantasía….” Pero la realidad es que ese “entendimiento” se transforma en conflicto cuando quien cuenta empieza a desatar la lengua y a decir que se lo hace con diferentes mujeres u hombres (en los que está el carnicero, la peluquera, el amigo o la amiga…) o con todos ellos y que a veces incluso, su pareja no forma parte de estas.…

Hasta que nos volvamos a reencontrar la semana que viene, acepten una sugerencia: sacien la curiosidad de su pareja con besos apasionados, románticos o cómo ustedes deseen, pero no con sus fantasías.

 
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

lunes, 21 de marzo de 2011

Escala Internacional de la función eréctil. Dominio de la función eréctil

La disfunción eréctil es la incapacidad continuada para lograr o mantener una erección lo suficientemente firme, como para tener una relación sexual satisfactoria. Las causas pueden ser debidas a factores físicos, psicológicos o sociales. La disfunción eréctil condiciona la vida sexual y afectiva de la pareja.

El deseo sexual no tiene por qué verse afectado, todo lo contrario: la mayoría de los hombres aquejados de disfunción eréctil mantienen un alto nivel de deseo; su angustia viene originada por la dificultad de expresar su deseo mediante el coito, debido precisamente a la imposibilidad de mantener una erección.

La fase orgásmica se mantiene intacta, con lo cual hay hombres que pueden eyacular sin erección dado que los reflejos de erección y de eyaculación tienen origen neuronal distinto.

Marque la opción que crea que corresponde a la situación que defina mejor su experiencia sexual en estos últimos seis meses. Sólo deberá marcar una respuesta por ítem.

1. ¿Con qué frecuencia puede tener una erección durante la actividad sexual?


No actividad sexual                                                          0 puntos
Nunca                                                                                1 punto
Pocas veces (menos del 50% de las veces)                2 puntos
Algunas veces (50% de las veces)                                3 puntos
La mayoría de las veces                                                 4 puntos
Siempre                                                                            5 puntos
            
2. Cuando tuvo erecciones ¿fueron lo suficientemente firmes como para permitir la penetración?


No actividad sexual                                                        0 puntos
Nunca                                                                               1 punto
Pocas veces (menos del 50% de las veces)              2 puntos
Algunas veces (50% de las veces)                              3 puntos
La mayoría de las veces                                                4 puntos
Siempre                                                                           5 puntos


3 - Cuando intentó el coito ¿cuántas veces pudo llevar a cabo la penetración con su pareja?


No actividad sexual                                                       0 puntos
Nunca                                                                            1 punto
Pocas veces (menos del 50% de las veces)            2 puntos
Algunas veces (50% de las veces)                            3 puntos
La mayoría de las veces                                             4 puntos
Siempre                                                                        5 puntos


4 - Una vez que ha penetrado ¿cuántas veces logró mantener la erección?


No actividad sexual                                                     0 puntos
Nunca                                                                           1 punto
Pocas veces (menos del 50% de las veces)          2 puntos
Algunas veces (50% de las veces)                          3 puntos

La mayoría de las veces                                           4 puntos
Siempre                                                                     5 puntos


5 - Durante el coito ¿le resulta difícil mantener la erección?


No actividad sexual                                               0 puntos
Extremadamente difícil                                         1 punto
Muy difícil                                                                2 puntos
Difícil                                                                       3 puntos
Ligeramente difícil                                                4 puntos
Sin dificultad                                                         5 puntos


6 - ¿Se siente confiado de poder tener y mantener una erección?


No actividad sexual                                              0 puntos
Muy poco                                                              1 punto
Poco                                                                      2 puntos
Moderadamente                                                  3 puntos
Alto                                                                        4 puntos
Muy alto                                                                5 puntos


Si obtiene una puntuación entre 0 y 25 puntos, consulte a un profesional, pues puede estar presentando una disfunción eréctil.


Afortunadamente, existen alternativas de tratamiento para la disfunción eréctil.


Raymond Rosen. et al. The International Index of Erectile Function (IIEF): A Multidimensional Scale for assesment erectile dysfunction. Urology 49 (61), 1997. Traducción orientativa basada en el texto original en inglés. (Adaptación de Raquel Díaz Illescas).


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

domingo, 13 de marzo de 2011

Sexo para la tribuna. Mitos y creencias de la sexualidad masculina.

El tamaño del pene y su rendimiento entre las sábanas sigue preocupando de manera especial al género masculino.

Las mujeres hemos sido para los hombres un sexo por descubrir e incluso entender, especialmente en la sexualidad. En el pensamiento colectivo de los hombres y también de algunas mujeres, está instalada la idea de que ellos son simples, sencillos, especialmente en lo que a su sexualidad se refiere. Evidentemente, esto forma parte del discurso cultural del que hacen uso los hombres cuando quieren entender y comprender la falta de deseo sexual de sus mujeres, pero la realidad es muy distinta.


Los hombres expresan sin ningún problema el alto deseo sexual que tienen a cualquier hora del día, lo bien que rinden en la cama y lo orgullosos que se sienten de su pene y llegado el caso no tienen inconveniente en sacarlo “a pasear”. Sin embargo silencian el sufrimiento que les produce cuando el que ellos creen que debería capitanear el barco, se va a la deriva.


El sexo de los hombres como bien dice Ezequiel López Peralta en una interesante conferencia, está enfocado “a la tribuna” pues se sienten con el deber permanente de mostrar a la sociedad lo machos que son. Esta atribución de la responsabilidad de la satisfacción sexual de su pareja, les lleva a padecer y mantener muchas de las disfunciones sexuales masculinas.


Expresar los verdaderos deseos no forma parte de lo que les corresponde a los hombres en su rol de “trabajadores del sexo a tiempo completo”, pues esto no se encuentra entre las fortalezas de un macho que se precie de serlo, sino en sus debilidades.


Los deseos y necesidades sexuales, eróticas y afectivas de los varones no son tan simples como piensan hombres y mujeres, simplemente el problema radica en muchas ocasiones en atreverse a expresar las necesidades más profundas que no siempre son exclusivamente sexuales, sin que al hacerlo se sientan etiquetados de “nenazas”.


Somos una sociedad coitocéntrica. Vivimos las relaciones sexuales por y para mantener coito. Nos hemos desvinculado de las relaciones sexuales sólo para la reproducción y, sin embargo, seguimos manteniendo las mismas conductas e ideas con respecto a la sexualidad. El pene sigue siendo el protagonista de los encuentros amorosos. El hombre se frustra ante la idea de no haber cumplido. Las mujeres siguen esperando ser exploradas, descubiertas, atribuyendo la responsabilidad de su insatisfacción a su pareja. Silencian sus deseos más perversos y mientras, ellos siguen alimentando al monstruo de las disfunciones masculinas.


Son los mitos y creencias los que perpetúan los pensamientos, sentimientos y conductas de hombres y mujeres y los que más tarde crean las disfunciones sexuales masculinas. Entre los más comunes destaca Ezequiel López Peralta:


• Los hombres son máquinas de placer: la idea del hombre es la de “saciar”, dejar “a gusto” a su pareja, y ese “dejar bien” pasa inevitablemente por haber mantenido coito con un pene como un mástil y durante mucho tiempo.


• En el sexo lo importante es el rendimiento: lo que interesa es cuánto tiempo ha conseguido estar ”metiendo y sacando” sin eyacular, pues esto debe ser garantía de haber hecho lo que se esperaba de él.
• La cantidad de orgasmos indica en qué medida la relación sexual ha sido satisfactoria: ¿Cuantos más orgasmos mayor satisfacción? La cantidad de orgasmos es muy importante para el género masculino pues esto parece ser un signo de virilidad a tener en cuenta y la tranquilidad de que su pareja ha quedado “satisfecha”


• El orgasmo (“descargar”) es el objetivo fundamental del acto sexual: las relaciones sexuales parecen tener un objetivo claro para los hombres, llegar al orgasmo, y esta creencia la hacen extensiva a su respectiva pareja, por lo que si perciben, piensan, creen o saben que esta no “ha llegado” se activa la alarma de la frustración, pues el responsable del placer de su pareja son ellos.


• Si no hay erección no hay sexo: el pene es el director de orquesta de los encuentros eróticos, de manera que si este no está o se ausenta no hay concierto. El coito sigue siendo la base de las relaciones sexuales. Los encuentros amorosos no se perciben como completos y satisfactorios si este no ha estado presente. El placer queda reducido y vinculado a la penetración.


• Cuanto más grande sea el pene la mujer más goza: los hombres manifiestan sentirse más seguros en sus encuentros sexuales en proporción al tamaño de su pene. Y es que por mucho que la fisiología humana se empeñe en decir lo contrario, los hombres tienen profundamente interiorizada esta creencia. No piensan en el manejo, ni en las artes amatorias, pero sí en su tamaño.


•Siempre es mejor un pene grande que uno pequeño: ¿burro grande, ande o no ande? Pues depende; esto habría que preguntárselo a cada mujer. El tamaño de la vagina tampoco es igual en todas las mujeres, de manera que dependiendo de su tamaño posiblemente los gustos y preferencias también puedan ser distintos o no.


• Un hombre con pene grande es mejor amante y más viril: siento desilusionar a aquellos varones que sientan que la fuerza y la seguridad sexual está entre sus piernas, pues tener un pene grande no les garantiza que su pareja lo pase bien, ni siquiera que ellos lo disfruten más. Como fantasía sexual puede estar bien, igual que con uno no tan grande.


• El hombre debe estar siempre dispuesto: esto sería agotador ¿no? Aunque si preguntamos a los hombres, un alto porcentaje diría que a él le apetece siempre, sobre todo si se encuentra acompañado de otros hombres o de mujeres. Según en qué contextos sociales, no queda muy bien decir lo contrario. Quiere esto decir que ¿ellos nunca se duermen, no les duele la cabeza, no les apetece, o están cansados…? Es cierto que una cosa es cómo se sienten ellos y otra lo que expresan y lo que acaban haciendo. Al hombre por el hecho de serlo se le presupone el deseo sexual a tiempo completo.


• El hombre lo sabe todo sobre el sexo: en la cama al hombre se le infiere que debe dominar el arte de la adivinación y de la búsqueda del punto que hará que ella alcance el clímax. Orientar, dar pistas o decir lo que a una le gusta no está bien, él debe ser “el explorador del atlas femenino”, el que encuentre la sabia del placer. Será así como se sentirá un buen amante.


• Los machos no fallan en la cama: el pene debe estar siempre firme, dispuesto en cualquier momento y situación o con cualquier persona. Debe sentirse seguro, sin miedo ante la ejecución del encuentro erótico. Los “fallos” son síntoma de debilidad, de estar dejando de ser macho, estar perdiendo seguridad. ¿Y qué es lo que hace que un “macho” falle en la cama?


• En la relación heterosexual el varón es la parte activa: claro, ya hemos dicho en diferentes ocasiones que a pesar de ser las mujeres seres sexuados, la llave del placer la siguen teniendo los hombres. De manera que deben ser ellos con sus buenas artes amatorias los que se muevan, busquen y descubran hasta llevar al orgasmo a su pareja.


La mayoría de las creencias sexuales de los hombres se basan en el pene, su tamaño y su rendimiento. Esto inevitablemente lleva a crear las disfunciones sexuales masculinas. Es verdad que a veces convergen problemas orgánicos en alguna de las fases de la respuesta sexual, pero generalmente son otros aspectos los que intervienen. El hombre asume una responsabilidad que no le corresponde y es este miedo el que le acaba jugando malas pasadas, no el que su sexualidad le esté abandonando.


Tenemos un cuerpo maravilloso para ser acariciado, besado, lamido y sobre todo mucha piel para ser explorada, compartida y disfrutada. El pene nos hace gozar a las mujeres cuando está erecto, pero también podemos gozar aunque no lo esté.


Como bien dice Ezequiel López Peralta: las mujeres sí quieren disfrutar de su sexualidad, pero sobre todo de la intimidad, del afecto, erotismo, comunicación, acercamiento y muchas otras necesidades que van más allá del tamaño o el rendimiento de un pene.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas

domingo, 6 de marzo de 2011

La mujer posmoderna y sus relaciones amorosas.

La mujer del siglo XXI es una mujer preparada, profesional, que lidera partidos políticos y empresas, que sabe idiomas, que cría y educa a sus hijos e hijas, que concilia la vida familiar y laboral, que lucha por los derechos de las mujeres, que viaja, que tiene ocio, que disfruta de su sexualidad y que no teme a la soltería.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.



La mujer posmoderna goza de las libertades que sus abuelas no pudieron.


Según la Dra. Coral Herrera Gómez las mujeres han sido educadas en la cultura patriarcal para ser entregadas, para que se sacrifiquen por los demás Y para que antepongan las necesidades de los demás a las suyas propias. El amor pasa a confundirse con el servilismo que algunas mujeres practican; otras sienten rencor hacia aquellas personas para quienes se “sacrifican” y algunas deciden intentar vivir su vida sin culpas ni miedos generados por la cultura de los sexos.


El amor vitalicio ha estado presente en el imaginario de muchos hombres y mujeres que han concebido las relaciones amorosas como una unión contractual de renuncias generalmente unilaterales. Las mismas que acaban minando la vida de sus miembros: para quien siente que lo ha dado todo y no ha recibido en la misma proporción y para quien se siente presionado por las demandas.


La revolución sexual de los años 60 trajo consigo el preludio de unas relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, pero lo cierto es que esto se tradujo en hacer de la sexualidad y las libertades de las mujeres una buena oportunidad para la industria: tratamientos de belleza, perfumes, lencería, juguetes eróticos, moda, silicona, bisturí… todo lo que hiciera de las mujeres el mejor “objeto de deseo para los hombres”.


La autoestima de las mujeres ha estado durante generaciones influenciada por el deseo masculino. La mujer ha tiranizado su imagen para no dejar de ser invisible ante una sociedad que espera de ella que esté siempre joven, estupenda y deseable a los ojos masculinos.


El mito de la media naranja sigue vivo en el pensamiento de hombres y mujeres. Sigue diciendo la Dra. Herrera Gómez que una idea errónea de concebir las relaciones de pareja que supone que 1 más 1 es 1 y no 2. Es importante interiorizar que, a pesar del amor que se profesen los miembros de una pareja, cada cual debe seguir conservando su individualidad, pues cada persona tendrá sus amistades, aficiones, costumbres, formas y maneras de sentir, pensar y vivir la vida. En una relación amorosa es importante compartir, pero también lo es mantener las redes sociales sin perder la identidad cuando establecemos relaciones de intimidad con alguien.


Diferentes estudios sociológicos revelan algo que ya muchas mujeres sabíamos: “la verdadera emancipación de las mujeres no se produce al enamorarse y emparejarse, sino después, cuando se separan o enviudan”.


Sigue diciendo Coral Herrera, cómo las mujeres de más edad están situándose como una de las fuerzas sociales más poderosas en Occidente, pues tienen salud, energía, poder adquisitivo, experiencia en la vida, conceden valor a su sexualidad y mantienen redes sociales que les reportan gran satisfacción. Estas mujeres ya no necesitan a los hombres para sentirse realizadas. Las relaciones que establecen con el género masculino van precedidas de la formula: “tú en tu casa y yo en la mía” (siempre que sus economías se lo permitan).

Una vez alcanzada la autonomía y la independencia, las mujeres ya experimentadas en la vida no quieren renunciar a ella por la llegada del amor. Sí vivirlo de manera libre, sin ataduras ni compromisos. Ya no lo es todo en sus vidas. Quieren, al igual que los hombres, formar parte activa de la vida pública.


La mujer posmoderna sigue necesitando sentirse amada, pero no para sentirse completa.