El tamaño del pene y su rendimiento entre las sábanas sigue preocupando de manera especial al género masculino.
Las mujeres hemos sido para los hombres un sexo por descubrir e incluso entender, especialmente en la sexualidad. En el pensamiento colectivo de los hombres y también de algunas mujeres, está instalada la idea de que ellos son simples, sencillos, especialmente en lo que a su sexualidad se refiere. Evidentemente, esto forma parte del discurso cultural del que hacen uso los hombres cuando quieren entender y comprender la falta de deseo sexual de sus mujeres, pero la realidad es muy distinta.
Los hombres expresan sin ningún problema el alto deseo sexual que tienen a cualquier hora del día, lo bien que rinden en la cama y lo orgullosos que se sienten de su pene y llegado el caso no tienen inconveniente en sacarlo “a pasear”. Sin embargo silencian el sufrimiento que les produce cuando el que ellos creen que debería capitanear el barco, se va a la deriva.
El sexo de los hombres como bien dice Ezequiel López Peralta en una interesante conferencia, está enfocado “a la tribuna” pues se sienten con el deber permanente de mostrar a la sociedad lo machos que son. Esta atribución de la responsabilidad de la satisfacción sexual de su pareja, les lleva a padecer y mantener muchas de las disfunciones sexuales masculinas.
Expresar los verdaderos deseos no forma parte de lo que les corresponde a los hombres en su rol de “trabajadores del sexo a tiempo completo”, pues esto no se encuentra entre las fortalezas de un macho que se precie de serlo, sino en sus debilidades.
Los deseos y necesidades sexuales, eróticas y afectivas de los varones no son tan simples como piensan hombres y mujeres, simplemente el problema radica en muchas ocasiones en atreverse a expresar las necesidades más profundas que no siempre son exclusivamente sexuales, sin que al hacerlo se sientan etiquetados de “nenazas”.
Somos una sociedad coitocéntrica. Vivimos las relaciones sexuales por y para mantener coito. Nos hemos desvinculado de las relaciones sexuales sólo para la reproducción y, sin embargo, seguimos manteniendo las mismas conductas e ideas con respecto a la sexualidad. El pene sigue siendo el protagonista de los encuentros amorosos. El hombre se frustra ante la idea de no haber cumplido. Las mujeres siguen esperando ser exploradas, descubiertas, atribuyendo la responsabilidad de su insatisfacción a su pareja. Silencian sus deseos más perversos y mientras, ellos siguen alimentando al monstruo de las disfunciones masculinas.
Son los mitos y creencias los que perpetúan los pensamientos, sentimientos y conductas de hombres y mujeres y los que más tarde crean las disfunciones sexuales masculinas. Entre los más comunes destaca Ezequiel López Peralta:
• Los hombres son máquinas de placer: la idea del hombre es la de “saciar”, dejar “a gusto” a su pareja, y ese “dejar bien” pasa inevitablemente por haber mantenido coito con un pene como un mástil y durante mucho tiempo.
• En el sexo lo importante es el rendimiento: lo que interesa es cuánto tiempo ha conseguido estar ”metiendo y sacando” sin eyacular, pues esto debe ser garantía de haber hecho lo que se esperaba de él.
• La cantidad de orgasmos indica en qué medida la relación sexual ha sido satisfactoria: ¿Cuantos más orgasmos mayor satisfacción? La cantidad de orgasmos es muy importante para el género masculino pues esto parece ser un signo de virilidad a tener en cuenta y la tranquilidad de que su pareja ha quedado “satisfecha”
• El orgasmo (“descargar”) es el objetivo fundamental del acto sexual: las relaciones sexuales parecen tener un objetivo claro para los hombres, llegar al orgasmo, y esta creencia la hacen extensiva a su respectiva pareja, por lo que si perciben, piensan, creen o saben que esta no “ha llegado” se activa la alarma de la frustración, pues el responsable del placer de su pareja son ellos.
• Si no hay erección no hay sexo: el pene es el director de orquesta de los encuentros eróticos, de manera que si este no está o se ausenta no hay concierto. El coito sigue siendo la base de las relaciones sexuales. Los encuentros amorosos no se perciben como completos y satisfactorios si este no ha estado presente. El placer queda reducido y vinculado a la penetración.
• Cuanto más grande sea el pene la mujer más goza: los hombres manifiestan sentirse más seguros en sus encuentros sexuales en proporción al tamaño de su pene. Y es que por mucho que la fisiología humana se empeñe en decir lo contrario, los hombres tienen profundamente interiorizada esta creencia. No piensan en el manejo, ni en las artes amatorias, pero sí en su tamaño.
•Siempre es mejor un pene grande que uno pequeño: ¿burro grande, ande o no ande? Pues depende; esto habría que preguntárselo a cada mujer. El tamaño de la vagina tampoco es igual en todas las mujeres, de manera que dependiendo de su tamaño posiblemente los gustos y preferencias también puedan ser distintos o no.
• Un hombre con pene grande es mejor amante y más viril: siento desilusionar a aquellos varones que sientan que la fuerza y la seguridad sexual está entre sus piernas, pues tener un pene grande no les garantiza que su pareja lo pase bien, ni siquiera que ellos lo disfruten más. Como fantasía sexual puede estar bien, igual que con uno no tan grande.
• El hombre debe estar siempre dispuesto: esto sería agotador ¿no? Aunque si preguntamos a los hombres, un alto porcentaje diría que a él le apetece siempre, sobre todo si se encuentra acompañado de otros hombres o de mujeres. Según en qué contextos sociales, no queda muy bien decir lo contrario. Quiere esto decir que ¿ellos nunca se duermen, no les duele la cabeza, no les apetece, o están cansados…? Es cierto que una cosa es cómo se sienten ellos y otra lo que expresan y lo que acaban haciendo. Al hombre por el hecho de serlo se le presupone el deseo sexual a tiempo completo.
• El hombre lo sabe todo sobre el sexo: en la cama al hombre se le infiere que debe dominar el arte de la adivinación y de la búsqueda del punto que hará que ella alcance el clímax. Orientar, dar pistas o decir lo que a una le gusta no está bien, él debe ser “el explorador del atlas femenino”, el que encuentre la sabia del placer. Será así como se sentirá un buen amante.
• Los machos no fallan en la cama: el pene debe estar siempre firme, dispuesto en cualquier momento y situación o con cualquier persona. Debe sentirse seguro, sin miedo ante la ejecución del encuentro erótico. Los “fallos” son síntoma de debilidad, de estar dejando de ser macho, estar perdiendo seguridad. ¿Y qué es lo que hace que un “macho” falle en la cama?
• En la relación heterosexual el varón es la parte activa: claro, ya hemos dicho en diferentes ocasiones que a pesar de ser las mujeres seres sexuados, la llave del placer la siguen teniendo los hombres. De manera que deben ser ellos con sus buenas artes amatorias los que se muevan, busquen y descubran hasta llevar al orgasmo a su pareja.
La mayoría de las creencias sexuales de los hombres se basan en el pene, su tamaño y su rendimiento. Esto inevitablemente lleva a crear las disfunciones sexuales masculinas. Es verdad que a veces convergen problemas orgánicos en alguna de las fases de la respuesta sexual, pero generalmente son otros aspectos los que intervienen. El hombre asume una responsabilidad que no le corresponde y es este miedo el que le acaba jugando malas pasadas, no el que su sexualidad le esté abandonando.
Tenemos un cuerpo maravilloso para ser acariciado, besado, lamido y sobre todo mucha piel para ser explorada, compartida y disfrutada. El pene nos hace gozar a las mujeres cuando está erecto, pero también podemos gozar aunque no lo esté.
Como bien dice Ezequiel López Peralta: las mujeres sí quieren disfrutar de su sexualidad, pero sobre todo de la intimidad, del afecto, erotismo, comunicación, acercamiento y muchas otras necesidades que van más allá del tamaño o el rendimiento de un pene.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas
Las mujeres hemos sido para los hombres un sexo por descubrir e incluso entender, especialmente en la sexualidad. En el pensamiento colectivo de los hombres y también de algunas mujeres, está instalada la idea de que ellos son simples, sencillos, especialmente en lo que a su sexualidad se refiere. Evidentemente, esto forma parte del discurso cultural del que hacen uso los hombres cuando quieren entender y comprender la falta de deseo sexual de sus mujeres, pero la realidad es muy distinta.
Los hombres expresan sin ningún problema el alto deseo sexual que tienen a cualquier hora del día, lo bien que rinden en la cama y lo orgullosos que se sienten de su pene y llegado el caso no tienen inconveniente en sacarlo “a pasear”. Sin embargo silencian el sufrimiento que les produce cuando el que ellos creen que debería capitanear el barco, se va a la deriva.
El sexo de los hombres como bien dice Ezequiel López Peralta en una interesante conferencia, está enfocado “a la tribuna” pues se sienten con el deber permanente de mostrar a la sociedad lo machos que son. Esta atribución de la responsabilidad de la satisfacción sexual de su pareja, les lleva a padecer y mantener muchas de las disfunciones sexuales masculinas.
Expresar los verdaderos deseos no forma parte de lo que les corresponde a los hombres en su rol de “trabajadores del sexo a tiempo completo”, pues esto no se encuentra entre las fortalezas de un macho que se precie de serlo, sino en sus debilidades.
Los deseos y necesidades sexuales, eróticas y afectivas de los varones no son tan simples como piensan hombres y mujeres, simplemente el problema radica en muchas ocasiones en atreverse a expresar las necesidades más profundas que no siempre son exclusivamente sexuales, sin que al hacerlo se sientan etiquetados de “nenazas”.
Somos una sociedad coitocéntrica. Vivimos las relaciones sexuales por y para mantener coito. Nos hemos desvinculado de las relaciones sexuales sólo para la reproducción y, sin embargo, seguimos manteniendo las mismas conductas e ideas con respecto a la sexualidad. El pene sigue siendo el protagonista de los encuentros amorosos. El hombre se frustra ante la idea de no haber cumplido. Las mujeres siguen esperando ser exploradas, descubiertas, atribuyendo la responsabilidad de su insatisfacción a su pareja. Silencian sus deseos más perversos y mientras, ellos siguen alimentando al monstruo de las disfunciones masculinas.
Son los mitos y creencias los que perpetúan los pensamientos, sentimientos y conductas de hombres y mujeres y los que más tarde crean las disfunciones sexuales masculinas. Entre los más comunes destaca Ezequiel López Peralta:
• Los hombres son máquinas de placer: la idea del hombre es la de “saciar”, dejar “a gusto” a su pareja, y ese “dejar bien” pasa inevitablemente por haber mantenido coito con un pene como un mástil y durante mucho tiempo.
• En el sexo lo importante es el rendimiento: lo que interesa es cuánto tiempo ha conseguido estar ”metiendo y sacando” sin eyacular, pues esto debe ser garantía de haber hecho lo que se esperaba de él.
• La cantidad de orgasmos indica en qué medida la relación sexual ha sido satisfactoria: ¿Cuantos más orgasmos mayor satisfacción? La cantidad de orgasmos es muy importante para el género masculino pues esto parece ser un signo de virilidad a tener en cuenta y la tranquilidad de que su pareja ha quedado “satisfecha”
• El orgasmo (“descargar”) es el objetivo fundamental del acto sexual: las relaciones sexuales parecen tener un objetivo claro para los hombres, llegar al orgasmo, y esta creencia la hacen extensiva a su respectiva pareja, por lo que si perciben, piensan, creen o saben que esta no “ha llegado” se activa la alarma de la frustración, pues el responsable del placer de su pareja son ellos.
• Si no hay erección no hay sexo: el pene es el director de orquesta de los encuentros eróticos, de manera que si este no está o se ausenta no hay concierto. El coito sigue siendo la base de las relaciones sexuales. Los encuentros amorosos no se perciben como completos y satisfactorios si este no ha estado presente. El placer queda reducido y vinculado a la penetración.
• Cuanto más grande sea el pene la mujer más goza: los hombres manifiestan sentirse más seguros en sus encuentros sexuales en proporción al tamaño de su pene. Y es que por mucho que la fisiología humana se empeñe en decir lo contrario, los hombres tienen profundamente interiorizada esta creencia. No piensan en el manejo, ni en las artes amatorias, pero sí en su tamaño.
•Siempre es mejor un pene grande que uno pequeño: ¿burro grande, ande o no ande? Pues depende; esto habría que preguntárselo a cada mujer. El tamaño de la vagina tampoco es igual en todas las mujeres, de manera que dependiendo de su tamaño posiblemente los gustos y preferencias también puedan ser distintos o no.
• Un hombre con pene grande es mejor amante y más viril: siento desilusionar a aquellos varones que sientan que la fuerza y la seguridad sexual está entre sus piernas, pues tener un pene grande no les garantiza que su pareja lo pase bien, ni siquiera que ellos lo disfruten más. Como fantasía sexual puede estar bien, igual que con uno no tan grande.
• El hombre debe estar siempre dispuesto: esto sería agotador ¿no? Aunque si preguntamos a los hombres, un alto porcentaje diría que a él le apetece siempre, sobre todo si se encuentra acompañado de otros hombres o de mujeres. Según en qué contextos sociales, no queda muy bien decir lo contrario. Quiere esto decir que ¿ellos nunca se duermen, no les duele la cabeza, no les apetece, o están cansados…? Es cierto que una cosa es cómo se sienten ellos y otra lo que expresan y lo que acaban haciendo. Al hombre por el hecho de serlo se le presupone el deseo sexual a tiempo completo.
• El hombre lo sabe todo sobre el sexo: en la cama al hombre se le infiere que debe dominar el arte de la adivinación y de la búsqueda del punto que hará que ella alcance el clímax. Orientar, dar pistas o decir lo que a una le gusta no está bien, él debe ser “el explorador del atlas femenino”, el que encuentre la sabia del placer. Será así como se sentirá un buen amante.
• Los machos no fallan en la cama: el pene debe estar siempre firme, dispuesto en cualquier momento y situación o con cualquier persona. Debe sentirse seguro, sin miedo ante la ejecución del encuentro erótico. Los “fallos” son síntoma de debilidad, de estar dejando de ser macho, estar perdiendo seguridad. ¿Y qué es lo que hace que un “macho” falle en la cama?
• En la relación heterosexual el varón es la parte activa: claro, ya hemos dicho en diferentes ocasiones que a pesar de ser las mujeres seres sexuados, la llave del placer la siguen teniendo los hombres. De manera que deben ser ellos con sus buenas artes amatorias los que se muevan, busquen y descubran hasta llevar al orgasmo a su pareja.
La mayoría de las creencias sexuales de los hombres se basan en el pene, su tamaño y su rendimiento. Esto inevitablemente lleva a crear las disfunciones sexuales masculinas. Es verdad que a veces convergen problemas orgánicos en alguna de las fases de la respuesta sexual, pero generalmente son otros aspectos los que intervienen. El hombre asume una responsabilidad que no le corresponde y es este miedo el que le acaba jugando malas pasadas, no el que su sexualidad le esté abandonando.
Tenemos un cuerpo maravilloso para ser acariciado, besado, lamido y sobre todo mucha piel para ser explorada, compartida y disfrutada. El pene nos hace gozar a las mujeres cuando está erecto, pero también podemos gozar aunque no lo esté.
Como bien dice Ezequiel López Peralta: las mujeres sí quieren disfrutar de su sexualidad, pero sobre todo de la intimidad, del afecto, erotismo, comunicación, acercamiento y muchas otras necesidades que van más allá del tamaño o el rendimiento de un pene.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas
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