lunes, 12 de marzo de 2012

Frecuencia= ¿apetencias sexuales...?

Hay parejas que practican el sexo todos los días, otras una vez a la semana, otras cada quince días; algunas una vez al mes y las hay que han perdido la cuenta...

Que el deseo sexual no es igual en todas las personas es algo que cada noche comprueban muchas parejas en sus alcobas. Lo que no está tan claro en todas ellas es que la frecuencia con que practican sexo no siempre está relacionada con lo que éste nos gusta. Es verdad que socialmente hay una vara para medir cuanto nos gusta mantener relaciones sexuales, y el resultado se obtiene contando las veces que las practicamos. Esto es un error que sigue fomentando el que muchos hombres piensen que a las mujeres les gusta menos el sexo que a ellos, y así las reiteradas negativas que cada noche se suceden ante sus peticiones, acaban llevando a la pareja al conflicto.

Y es que el sexo, al ser una actividad altamente placentera, muchos consideran, y así lo entienden, que debería apetecer a todas horas y en cualquier momento, y cuestionan por qué algo que produce tanto placer y además es gratis (aunque no siempre) su pareja no quiera practicarlo todos los días o al menos con más frecuencia. Pero también comer chocolate puede resultar altamente placentero, y habrá personas que lo coman todos los días y otras de vez en cuando... ¿Esto quiere decir que a quien lo come todos los días le gusta más que al que lo come de vez en cuando?

Sería interesante, y en algunos casos muy productivo, tener en cuenta que el deseo sexual está determinado por diferentes factores (activación neurofisiológica, estados emocionales, actitudes sexuales, estímulos sexuales, etc.) que influirán en las “ganas” que tengamos o no de mantener relaciones sexuales.

Así, cuando hablamos de deseo sexual hipo activo o inhibido como trastorno del deseo sexual, no debemos sacar la conclusión errónea de que todo estado hipo activo de deseo es igual a trastorno. Tampoco sería válido utilizar las estadísticas para extraer medidas del deseo sexual. Cada persona es diferente de las demás y los componentes fisiológicos y psicológicos de cada una influirán, por tanto, en su deseo sexual, o lo que es lo mismo, en las ganas o no que tenga de mantener sexo.

¿Y cuando podemos considerar el bajo deseo sexual como un trastorno?

La falta de deseo o el bajo deseo se convierte en trastorno cuando es la persona quien vivencia tal situación como carencia o síntoma de malestar, convirtiéndola en un conflicto que le genera angustia y preocupación en su relación de pareja.

Pero hay personas que tienen una baja frecuencia de deseo sexual y esta circunstancia no los inquieta en absoluto. Es la presión social y casi siempre, la de la propia pareja, la que los induce a pensar que tienen un problema.

Lo cierto es que una persona puede aprender a sublimar positivamente su deseo sexual, encauzándolo hacia objetivos no directamente sexuales, de tipo social. Una pareja puede compensar con el desarrollo y cultivo de sus sentimientos una carencia de apetito sexual. En todas estas situaciones, el bajo deseo sexual se puede considerar normal, en cuanto que no crea conflictos ni deriva en trastornos.

Lo cierto es que otras personas viven su bajo deseo sexual con mucha ansiedad y auténtica frustración, no teniendo claro el por qué. Quieren a su pareja pero, sin embargo, evitan todo lo que tenga que ver con el sexo. Es verdad que la mayoría de las veces sí saben “dar pistas” de los motivos que pueden causar sus “pocas ganas” de cualquier caricia que lleve al sexo, y es en la consulta del profesional cuando los motivos cobran sentido.

Mantener relaciones sexuales es una opción, no una obligación: esto es importante recordarlo.

Afortunadamente el deseo sexual va y viene, aunque la mayoría de las veces hay que ayudarlo para que venga, pero hay que aprovechar cuando este llega, para que ambos deseen repetir la experiencia.

Pero entonces, cuando no deseamos mantener relaciones sexuales con nuestra pareja ¿quiere decir que no las deseamos con nadie? ¿Puede ser que nos apetezcan caricias pero no coito? O bien ¿que nuestro deseo sexual sea simplemente más bajo que el de nuestra pareja?

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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