domingo, 20 de mayo de 2012

Ah! ¿Hoy toca?

Uno de los temas que más conflictos y desavenencias ocasiona en la convivencia de pareja es la frecuencia de las relaciones sexuales. En muchas parejas, más de las que se dicen, los encuentros amorosos han pasado a formar parte del recuerdo...

Es verdad que cuando la pareja llega a un estado crítico en su relación, alguno de sus miembros intenta arreglar “el problema”. El sentimiento de culpa se activa en el miembro de la pareja que no desea y entonces empieza la fase de poner el sexo como algo más que debe hacer en su vida de pareja. La mujer es generalmente quien comienza las maniobras para ponerse en disposición de “consentir”, porque ganas, lo que se dice ganas, de chuperretearlo no tiene…. Llega la noche y la dama en cuestión:

Se mentaliza de que es algo que debe hacer, que ya son muchos días, semanas y en algunas ocasiones meses, rehusando los acercamientos sexuales que su pareja estoicamente lleva a cabo cada “X” días. Una vez tomado aire y habiéndose dicho aquello de: “si después de todo es un momento, sólo tengo que espabilarle, el pobre acaba pronto...”

Hace mil y un esfuerzos para no quedarse dormida delante de la tele.

Se pone sus cremas de cada noche y se dirige a la habitación antes de que el señor en cuestión haya entrado en la fase onomatopéyica.

Saca de la cómoda el camisón que tiene guardado de la noche de bodas y lo arregla para intentar enfundarse por un rato en él.

Se mete en la cama y le toca suavemente con un pie... Y es cuando al caballero en cuestión se le ocurre decir aquella frasecita tan inapropiada de: ¡Ah! ¿Que hoy toca?

Ella, que pocas o ninguna gana tiene de ponerse a tono, pero que sin embargo ha hecho esfuerzos para llegar hasta donde está, siente como un calor que le cuesta contener. Le va subiendo a la cabeza y le baja hacia una lengua que espera ansiosa de lanzar soeces improperios hacia ese hombre que le mira incrédulo, pero que está dispuesto a no desaprovechar tal acontecimiento.

Ella intenta controlar su respuesta: ¡pues mira sí, tocaba, pero ya no toca! A lo que le habría añadido algunas palabritas más... Sin embargo como se ha preparado ante posibles reacciones de éste, y quiere que las cosas vayan mejor, toma aire y sigue su artimaña haciendo como que no ha oído nada.

Pero la frasecita se queda grabada en ambos. Para quien la recibe, por lo mucho que le fastidia y las pocas ganas que le quedarán de repetir y para quien la dice, porque acabará formando parte de sus coletillas. Pero ¿alguien le dice al buen señor que ésta puede acabar con su relación de pareja? Porque un día muy probablemente, los improperios contenidos decidan tomar aire si nadie les pone freno.

Y esto ¿cómo se soluciona?

Comunicándose. Verbalizando aquellas cosas, palabras o situaciones que nos desagradan, que nos hacen que nuestra libido se esfume. Es importante decir aquello que queremos que haga o deje de hacer nuestra pareja hacia nosotros. No esperar de ella que sea poco menos que clarividente.

Pasamos gran parte de nuestra convivencia afectiva y menos sexual (y a veces ni lo uno ni lo otro) esperando a que nuestra pareja haga lo que nosotros entendemos que debería hacer o decir, olvidándonos de que aunque nos conozcamos desde hace muchos años, ambos pensamos y sentimos de manera diferente y posiblemente también deseemos cosas distintas y de manera diferente, y no parece justo “estar probando a ver si se da cuenta, o a ver si sabe” tal o cual cosa. Comportémonos como adultos e intentemos tratar a nuestro compañero de vida como eso mismo, alguien que camina a nuestro lado y con quien queremos seguir compartiendo momentos de vida.

La sexualidad, como hemos dicho tantas veces, no es una obligación sino un derecho, una opción que puede vivirse con angustia o de manera muy placentera. En esto tú también eliges: ¿Cuál es tu elección?

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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