En la infancia y la adolescencia las necesidades que tiene el ser humano se encuentran cubiertas por los padres, la familia y el grupo de amigos. El concepto soledad no forma parte de las vivencias de los niños ni de los adolescentes.
Cuando nos encontramos en la edad adulta, el tiempo se instala en el lenguaje cotidiano de las personas, haciendo de este concepto el protagonista de lo que será nuestra vida: escaseamos de tiempo tanto como lo hacemos de comunicación, de amor y de sexo. Cuando nos vamos haciendo adultos, los amigos contrariamente van disminuyendo y deslizándose entre las responsabilidades laborales, sociales, económicas y familiares que nos van alejando de aquello que posiblemente más tarde necesitaremos.
Y un día nos damos cuenta de que ya no tenemos tantas personas en quien apoyarnos y con quien compartir. Los amigos de entonces ya no están tan cerca como lo estaban antes, ni están tan disponibles como lo estaban en otro tiempo. De manera que se van quedando al descubierto necesidades que cada vez se van haciendo más importantes en nuestra vida.
Los vacios emocionales van apareciendo en la vida cotidiana de las personas, creando carencias que buscan ser cubiertas y la mejor forma que encuentran los individuos de satisfacer estas necesidades suele ser con una pareja, puesto que se satisface la mayoría de necesidades que se han quedado sin cubrir, al menos teóricamente. Una pareja otorga pertenencia, proporciona apoyo emocional, se cubren las necesidades afectivas y sexuales, y la necesidad social y de ocio. Otra cosa serán las expectativas que cada cual ponga en el otro, la forma de interactuar que tengan entre sus miembros, y cómo estos sean capaces de manejar los posibles conflictos.
Idealizamos la felicidad como idealizamos la vida en pareja. Vivimos aferrados a una ilusión que alimentamos con vivencias que nos llegan del cine o la televisión. Y es que necesitamos creer que eso que vemos es posible, y quizá a lo largo de la vida experimentes algo igual o similar, pero en nuestro día a día esas cosas, por mucho que duela, no suelen ocurrir.
El problema está en que ese ideal de felicidad lo llevamos a la pareja y a la convivencia, entonces nos frustramos y nos indignamos no con nosotros sino con nuestra pareja.
Y si no tenemos pareja ¿cómo cubrir estas necesidades?
Seguiremos...
Si quieres leer el anterior:
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
Muy buenooo!!!!
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