martes, 8 de septiembre de 2015

Bloqueado…



Bloqueado... contacto bloqueado; bloqueado, “ya no es tu amigo”, teléfono bloqueado…

Bloqueamos el whasap y el teléfono móvil, bloqueamos el correo electrónico y eliminamos su amistad de Facebook  y también le bloqueamos en Twiter  y en Skipe…

Bloqueamos las horas, los minutos y los segundos y las tardes y las noches y las mañanas que se dejan también.

Bloqueamos las palabras y los gestos y las miradas que aman. 

Bloqueamos el impulso y la provocación, bloqueamos el deseo.

Bloqueamos las caricias y los besos y la presencia también.

Bloqueamos las citas y las esperas.

Bloqueamos los tiempos dibujados y borramos los esbozados.

Bloqueamos la compañía y hacemos de la soledad una amiga.

Bloqueamos el pensamiento y las lágrimas y la melancolía y las emociones también…

Bloqueamos los pasos que buscan y los abrazos de oso y los ojos que se cierran cuando llega la calma.

Bloqueamos nuestro sueño, la música y la energía que deja de fluir…

Bloqueamos los recuerdos y la memoria y nos quedamos sin historia.

Bloqueamos el pasado, ignoramos el presente y anulamos el futuro. 

Bloqueamos nuestros sueños, nuestras ilusiones y las fantasías también.

Bloqueamos los posibles, los quizá, los quien sabe… bloqueamos la  esperanza. 

Bloqueamos los te quiero y los quiero verte.

Bloqueamos el perdón y el arrepentimiento y nos suscribimos al olvido.

Bloqueamos los afectos y el amor y el sexo y el deseo y el erotismo y la seducción también.

Bloqueamos para no bloquear a nuestros miedos, a la frustración, al rechazo.

Con un solo gesto bloqueamos momentos que no volveremos a vivir, que nos perderemos.

Quisiéramos poder bloquear también al corazón, pero no se deja. 


Fdo.: Raquel Díaz Illescas

1 comentario:

  1. Cierto. Cada día nos encerramos más. Nos ocultamos de nosotros mismos y de los demás. De la misma forma que amurallamos los cementerios para huir de la muerte, nos amurallamos con treinta mil prodigiosos artilugios.

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