Bloqueado... contacto
bloqueado; bloqueado, “ya no es tu amigo”, teléfono bloqueado…
Bloqueamos el whasap y el
teléfono móvil, bloqueamos el correo electrónico y eliminamos su amistad de
Facebook y también le bloqueamos en
Twiter y en Skipe…
Bloqueamos las horas, los minutos
y los segundos y las tardes y las noches y las mañanas que se dejan también.
Bloqueamos las palabras y los
gestos y las miradas que aman.
Bloqueamos el impulso y la
provocación, bloqueamos el deseo.
Bloqueamos las caricias y los
besos y la presencia también.
Bloqueamos las citas y las
esperas.
Bloqueamos los tiempos dibujados
y borramos los esbozados.
Bloqueamos la compañía y hacemos
de la soledad una amiga.
Bloqueamos el pensamiento y las
lágrimas y la melancolía y las emociones también…
Bloqueamos los pasos que buscan y
los abrazos de oso y los ojos que se cierran cuando llega la calma.
Bloqueamos nuestro sueño, la
música y la energía que deja de fluir…
Bloqueamos los recuerdos y la
memoria y nos quedamos sin historia.
Bloqueamos el pasado, ignoramos
el presente y anulamos el futuro.
Bloqueamos nuestros sueños,
nuestras ilusiones y las fantasías también.
Bloqueamos los posibles, los
quizá, los quien sabe… bloqueamos la esperanza.
Bloqueamos los te quiero y los
quiero verte.
Bloqueamos el perdón y el
arrepentimiento y nos suscribimos al olvido.
Bloqueamos los afectos y el amor
y el sexo y el deseo y el erotismo y la seducción también.
Bloqueamos para no bloquear a
nuestros miedos, a la frustración, al rechazo.
Con un solo gesto bloqueamos
momentos que no volveremos a vivir, que nos perderemos.
Quisiéramos poder bloquear
también al corazón, pero no se deja.
Fdo.:
Raquel Díaz Illescas
Cierto. Cada día nos encerramos más. Nos ocultamos de nosotros mismos y de los demás. De la misma forma que amurallamos los cementerios para huir de la muerte, nos amurallamos con treinta mil prodigiosos artilugios.
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