jueves, 29 de julio de 2010

La primera cita: Conociéndonos (II)

Hay mucha gente sola. Unas por propio deseo, pero las más, por circunstancias del vivir. La soledad no es buena compañera, al menos no cuando no ha sido invitada, quizá es por esto que, hombres y mujeres, deseen encontrar alguien con quien compartir sus experiencias de vida.

Encontrar, no la “media naranja”, sino otra naranja entera con la que poder rodar juntos, no es tarea fácil, pues cuando se vive demasiado tiempo en nones, para algunas personas se hace complicado vivir en pares.

El deseo de abandonar los muchos momentos de soledad, lleva a hombres y mujeres a intentar conocer otras personas, con las que poder intercambiar opiniones, y también fluidos, por qué no. Pero en todo este deseo de establecer relaciones interpersonales, se olvida con frecuencia la importancia de ese primer encuentro, y muchas veces, el lenguaje que utilizamos, o nuestras conductas, no responden a quienes realmente somos en la vida cotidiana, es por esto que debemos tener en cuenta, qué temas debemos dejar en la trastienda y cuáles debemos sacar al escaparate. Veamos algunos:

- Hablar de Intenciones matrimoniales o de compromiso: Es verdad que muchas veces la motivación que lleva a una persona a tener una cita, no es otra cosa que encontrar a alguien con quien compartir un proyecto de vida, pero esto no es preciso decírselo, al menos no en el primer encuentro, pues lo más probable es que se asuste, y agobie, o las dos cosas, y acabe perdiendo tu número de teléfono.

- Hablar de las propiedades que tenemos en nuestro haber: No es que sea negativo el tener una posición acomodada, esto está muy bien, pero alardear demasiado de esto puede resultar incómodo para la otra persona, pues daría la sensación de que, al igual que en la anterior, está poniendo encima de la mesa lo que puede aportar a la relación, así como la estabilidad económica que puede ofrecer a la misma. Acabaría como en el caso anterior, abrumando a quien atentamente le escucha. Se puede hablar de pasada de la situación que uno/a tiene, pero no incidiendo demasiado en ello.

- Ser sinceros/as: Ser sinceros/as, no quiere decir que tengamos que contar toda nuestra vida. Hay personas que en una primera cita se dedican a someter a su acompañante a un tercer grado. Primero, uno/a puede preguntar lo que crea oportuno, pero también nosotros/as tenemos el derecho de contestar lo que queramos o si queremos hacerlo. Solo nosotros/as somos dueños de nuestras vivencias, y tenemos el derecho de hacer con ellas lo que estimemos oportuno o conveniente, independientemente de lo que opinen otras personas. De manera que no contarlo todo, no significa no haber sido sincero/a, sino simplemente haber ejercido un derecho.

- Corregir el lenguaje o la forma de expresarse de nuestro/a interlocutor/a: Rotundamente no, pues lo único que conseguiríamos es que ésta fuese reduciendo sus intervenciones y provocaríamos que se sintiera mal. Escuchemos más, y miremos a los ojos mientras lo hacemos. Si lo que no nos gusta de nuestro acompañante es cómo se expresa, esto afortunadamente es modificable, si uno/a lo desea.

- Hablar de trabajo: No. Hay temas más interesantes y divertidos que hablar de nuestro trabajo, a no ser que realmente el tuyo lo sea, y éste pueda causar un especial interés en tu acompañante, si no es así, abstente de hacerlo, pues generalmente el trabajo suele provocarnos tensiones y muchas veces malestares, y de lo que se trata en una cita es de disfrutar.

- Hablar de sexo: Para algunas personas el sexo es un tema tabú, eso no debemos olvidarlo, de manera que aunque nosotros/as no tengamos ningún problema en abordarlo de manera natural, debemos respetar que otra persona pueda sentirse incomoda hablando de ello. Esto no es difícil de notarlo pues a poco que observemos a nuestro/a interlocutor/a, notaremos como éste intenta cambiar el tema, a la vez que lo va haciendo el tono de su cara.

La comunicación es muy importante, y cómo lo hacemos nos dificultará o facilitará las relaciones que establezcamos con otras personas.

Si esta cita te ha gustado, la próxima semana, te espero en el mismo sitio, la hora la elijes tú., seguiremos con “la cita”.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

lunes, 26 de julio de 2010

La primera cita: De qué cosas debemos hablar y de cuáles no (I).

En una primera cita se puede encontrar una buena amistad, y a veces también, un estupendo amante con quien, en un futuro, compartir un proyecto de vida.
Tener una cita, según a qué edades, y para qué personas, forma parte de lo extraordinario, de algo positivo, deseado, novedoso, incluso algo que puede generar ansiedad ante el no saber cómo comportarse, de qué hablar o de qué no. Lo cierto es que tener una cita es para algunas o muchas personas un motivo de satisfacción y que en su deseo está que salga bien, pues como ya sabemos, lo que deja buen sabor de boca, deseamos repetirlo.

Muchas de las frustraciones que causan las primeras citas, vienen dadas por comentarios poco acertados o apresurados, que se hacen en ese primer encuentro, con esa persona a quien no conocemos y que tampoco ella nos conoce. Saber qué cosas favorecen ese encuentro y cuáles lo perjudican, hará que la primera cita sea un éxito o un auténtico desastre.

Es verdad que no todas las personas, sean hombres o mujeres, se plantean si hay temas o cuestiones que es mejor no abordar en ese primer encuentro, y simplemente se dejan llevar por las buenas normas sociales: ser espontáneo/a y sobre todo sincero/a. Ambas con muy buena reputación en lo que a relacionarse se refiere.

Teniendo presente que hay factores que podrán influir en un primer encuentro, como la interacción que establezcamos con la persona citada (el lugar o ambiente donde la cita se produzca, las artes de seducción de aquella, lo que nos cuente, la experiencia, la fluidez verbal, etc., etc.), hay aspectos que deben cuidarse si en el deseo está que no olviden nuestro teléfono.

Entonces, en una primera cita ¿Hay que dejar que actúe la espontaneidad? ¿De qué se debe hablar? ¿Hay cuestiones que no se deben tocar, preguntas que no se deben hacer? Veamos:

- Ser espontáneos/as: La espontaneidad, es para algunas cuestiones una cualidad estupenda, pero no para una primera cita, pues no hay que olvidar que esa persona no sabe nada de nosotros/as, de nuestro sentido o no del humor, de nuestra ironía, de nuestra forma de pensar en este o ese tema, etc. Es por lo que no debemos aventurarnos a decir todo aquello que se nos venga a la boca, pues ésta podría parecer de ganso. Planificar no significa restarle naturalidad a las experiencias, sino sumar tranquilidad y seguridad a nuestras emociones.

- Hablarle de tus anteriores relaciones: Hay temas o cuestiones que no deben plantearse ni tampoco secundar, pues resultan de mal gusto. Hablar de los/as ex lo es, pero curiosamente es un tema que sigue formando parte del repertorio de las primeras conversaciones que se mantienen cuando se conoce a una persona. La cuestión no radica en que se hable bien o mal de las anteriores relaciones, sino simplemente en que “las invitemos” a nuestra cita. No debemos de olvidar que, cuando estamos conversando, no dejamos de transmitir información, no solo de lo que estamos contando, sino también de nosotros/as, de cómo somos y cómo sentimos, de nuestros deseos y anhelos…, y muchas veces, el desconocimiento que ambas personas tienen el/la del otro/a, lleva a malos entendidos e interpretaciones. De manera, que dejemos tranquilos a las/os ex, éstos/as no forman parte de esa cita.

- Hablar demasiado: Hablar nos permite decir aquello que sentimos u opinamos, pero interaccionar nos facilita conocer a la persona que tenemos enfrente. El conocimiento que va adquiriendo una persona de nosotros, no lo hace solo por la información verbal que le vamos regalando, lo hace también cuando le miramos en silencio. Es importante saber expresar lo que sentimos, lo que deseamos y queremos, pero lo es también el escuchar lo que siente, piensa y desea quien nos mira.

- Curriculum médico: Llegados a una edad, el curriculum de enfermedades o paseos por el quirófano, en ocasiones se asemeja en extensión al laboral, lo que no es motivo para contarle con todo detalle al interlocutor nuestras andanzas con la medicina. Hablar de úlceras y fluidos varios, hace que la conversación resulte poco seductora. Mostrarse muy experimentado en cuestiones de bisturí y pruebas raras no son precisamente inductores del deseo, al menos no del sexual. Luzcamos lo mejor que podamos o sepamos nuestra fachada y dejemos los interiores para otros menesteres más prosaicos.

Cuando aprendemos a conocer nuestras debilidades, es más fácil hacer uso de nuestras fortalezas.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

miércoles, 14 de julio de 2010

Decidme bloggeros/as, , en una primera cita, de qué debemos hablar y de qué no.

Tener una cita, según a qué edades, y para qué personas, forma parte de lo extraordinario, de algo positivo, deseado, novedoso, incluso algo que puede generar ansiedad ante el no saber cómo comportarse, de qué hablar o de qué no. Lo cierto es que tener una cita es para algunas o muchas personas un motivo de satisfacción y que en su deseo está que salga bien, pues como ya sabemos, de lo que queda buen sabor de boca, deseamos repetirlo.


Muchas de las frustraciones que causan las primeras citas, vienen dadas por comentarios poco acertados o apresurados que se hacen en ese primer encuentro, con esa persona a quien no conocemos y que tampoco ella nos conoce. Saber qué cosas favorecen ese encuentro y cuales lo perjudican, hará que la primera cita sea un éxito o un autentico desastre.


Os invito a poner en funcionamiento vuestra inteligencia, intuición, y buenas artes de seducción Para elaborar conmigo, “unas reglas” a tener en cuenta en una primera cita. Imaginemos:


Quedáis con un/a chico/a al que previamente antes os ha presentado un/a amigo/a para tomar algo, y a quien os apetece mucho conocer. ¿Creéis que en una primera cita hay que dejar que actúe la espontaneidad?; ¿de qué se debe hablar?; ¿hay cuestiones que no se deben tocar, preguntas que no se deben hacer? Veamos algunos ejemplos:


1. ¿Es conveniente hablarle de vuestras anteriores relaciones?

2. Si os gusta o no cómo va vestido/a

3. Si es un tanto ordinario/a al expresarse.

4. De las propiedades que tenemos en nuestro haber.

5. ¿De nuestro trabajo, del jefe?

6. Es conveniente escuchar más, o ¿hablar de uno/a mismo/a?

7. ¿Hay que hablar de la familia?

8. ¿Se debe maquillar la edad?

9. Si se tienen hijos/as, ¿se debe decir, hablar de ellos/as?

10. ¿Hay que hablar del curriculum médico?

11. De lo que nos gusta o no en un hombre, o una mujer…

12. ¿Hay que dejar que el/ella pague las copas, la cena o la comida?

13. ¿Debemos hacer un despliegue de nuestros encantos?

14. ¿Confesar nuestros defectos?

15. ¿Mostrar nuestras debilidades?

16. ¿Hacer críticas de otras chicas/otros chicos?

17. ¿Mostrarnos protectores/as?

18. ¿Se debe hablar de sexo, de tus gustos y preferencias?

19. Si te gusta el/ chico/a en cuestión ¿debes decírselo?

20. Si en esa primera cita te apetece acostarte con él/ella, ¿debes esperar a que él/ella tome la iniciativa?

21. ¿Hay que ser sincero/a con todo?, ¿con qué cosas no?


Bien, espero vuestras opiniones y sugerencias. Hagamos uso de la inteligencia emocional.


Fdo.: Raque Díaz Illescas.

martes, 13 de julio de 2010

La culpa: miedo al abandono

Las emociones forman parte de nuestra vida, pues cada situación que vivimos o dejamos de vivir, hará que nos sintamos alegres o tristes, defraudados o entusiasmados, incluso que sintamos dolor y esto nos lleve al silencio y al desconsuelo. Esto es lo que sucede con el sentimiento de culpa. Cuando aparece, si no se sabe manejar adecuadamente, puede conducirnos al bloqueo y al encierro en nosotros mismos. Ser conscientes de ello, nos ayudará a superarlo sin que por ello seamos jueces de nuestra persona, y convertir la culpa en castigo.

El sentimiento de culpa suele ser muy fuerte cuando ésta se interioriza contra nosotros mismos, pues dejamos de creer en nuestra valía personal y nos conceptuamos no merecedores de que nos quieran y respeten. La consecuencia de esto es que intentamos ser como creemos que las otras personas quieren que seamos, y así creemos evitar su abandono. Pero inevitablemente, nuestra forma de ser acaba manifestándose, por lo que el miedo al abandono se incrementa. Aparece entonces la agresividad hacia uno mismo a través del autorreproche y la crítica constante, con el propósito de eximirse y ser capaz de ser dueño de la propia vida. Pero lo único que se consigue es interiorizar cada vez más la desvaloración personal, y la redención nunca llega, pues buscamos que alguien nos libere. Esto no es posible, pues es la culpa la que nos impide ser libres, no los otros.

Sin duda, la culpa es una espléndida manera de ganarse la compasión de los demás, importando pocas veces que este deseo de ser compadecido, muestre el bajo concepto que tenemos de nosotros mismos. A veces, algunas personas y en determinadas circunstancias de su vida, prefieren la compasión de quienes tienen cerca, pues erróneamente sienten que de esta forma se sentirán queridos. Quererse, respetarse y valorarse a uno mismo, resulta para quienes se acompañan de la culpa, algo difícil de conseguir cuando la necesidad de sentirse amado y querido cada día, se hace mayor.

Saber si convive con nosotros la culpa es sencillo de averiguar, pues ésta se deja sentir a todos los niveles.

- Físicamente: presión en el pecho, dolor de estómago, de cabeza, de espalda, cervicales, etc.

- Emocionalmente: nerviosismo, desasosiego, agresividad, angustia, irascibilidad.

- Mentalmente: pensamientos recurrentes con autoacusaciones y autorreproches.

Todo lo anterior es una llamada de atención, que nos indica que la culpa está siendo mal administrada.

Mantener un determinado sistema de pensar y comportarse, favorece que la culpa anide en nosotros por mucho tiempo:

- Pensamiento polarizado: pensamos que las cosas son blancas o negras, buenas o malas, todo o nada, y no admitimos el término medio.

- Negativo: sólo tenemos en cuenta los detalles negativos y además los magnificamos, sin atender a los aspectos positivos, que siempre los hay.

- Rígido: nos basamos en un sistema de normas y reglas muy estricto, donde el deber prevalece en todas nuestras acciones, sin tener en cuenta los deseos.

- Sobredimensionado: dejamos a un lado la responsabilidad de nuestra vida y pasamos a responsabilizarnos de las vidas de los demás y de cuanto ocurre a nuestro alrededor.

- Perfeccionista: adoptamos un nivel de exigencia demasiado alto en todo aquello que hacemos, necesitando de la perfección de las cosas para sentirnos satisfechos.

Al igual que ocurre con otros sentimientos, la culpa es una consecuencia de la escala de valores con que nos regimos en la vida. Si no hay acuerdo entre lo que pensamos, sentimos y más tarde hacemos, esto provocará conflictos personales, causando diferentes formas de reaccionar ante lo vivido:

- Sintiéndonos culpables exclusivos de todo lo ocurrido

- Culpar de todo a los demás. Esta es una manera de evitar la responsabilidad de lo sucedido.

- Pensar que nadie tiene la culpa de nada, dejándolo a las circunstancias. Ésta puede resultar una buena forma de no agobiarse, pero no siempre la más responsable.

Nadie dijo que aprender a querernos sea una tarea fácil, pero sí que es muy gratificante.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

sábado, 10 de julio de 2010

¿Puede legalizarse la prostitución?

Este artículo me ha sido enviado por un lector de este blog, y a petición suya, le cuelgo en el mismo.

por Andrés QUINTERO.

Se suele decir que la prostitución es el oficio más viejo del mundo, y resulta que, a pesar de ello, al día de hoy no ha logrado ser reconocido como un oficio, con sus derechos y obligaciones como cualquier otro que, a nivel social, laboral, sindical, fiscal… tiene sus reglas establecidas.

Vamos a suponer que mañana se legaliza su situación. ¿Por dónde empezamos?...

Lo normal es que una persona que se quiera dedicar legalmente a la prostitución, lo mismo que un fontanero, se persone en la Delegación de Hacienda que corresponda al domicilio fiscal del contribuyente. Allí debe expresar su deseo en tal sentido, y el primer problema que se plantea es que no existe un epígrafe determinado para tal actividad. Ya se tiene una tarea administrativa: crear un epígrafe de actividad.

En segundo lugar se tiene que determinar si la actividad de la que estamos hablando es de tipo empresarial o de tipo profesional, pues el trato fiscal es diferente. En principio, habría que considerar que es una actividad profesional, como un abogado, pongamos por caso.

Como profesional independiente se podría dar de alta como autónomo o autónoma, pues igual estamos ante un prostituto que una prostituta. Y como a todo profesional autónomo, Hacienda debe tener establecido cómo va a ser la relación fiscal entre ambos. Es decir, puede ser en Estimación Objetiva (Módulos) o calculando el rendimiento neto por diferencia entre ingresos y gastos. Y por otro lado, damos por hecho que el IVA que se aplicaría a esta actividad sería el tipo máximo actual, el 18%. Después debería de darse de alta en el régimen especial de Seguridad Social para los autónomos.

Pero volvamos a Hacienda. Primera posibilidad: Módulos. ¿Cuáles serían los factores a tener en cuenta para calcular el rendimiento neto sin llevar contabilidad? Lo mismo que un bar o una peluquería, podrían ser la superficie del local donde va a trabajar, las camas disponibles, el personal auxiliar contratado… y ¡el mismo titular de la actividad!

Ahora bien. El interesado o interesada puede manifestar que no va a trabajar en un local determinado, sino que va a ejercer a domicilio de los clientes… es decir, un trabajo ambulatorio, como un electricista… O puede, que como un abogado, en alguna habitación de su vivienda para instalar lo necesario para atender al cliente de turno.

En muchos casos habrá que pensar que sus aspiraciones empresariales van mucho más allá, y quiere montar una especie de hotel de placer. Un edificio de varias plantas, muchos servicios y variados, bastante personal y todo lo necesario al fin que se propone, al estilo de muchos establecimientos que ya existen actualmente, pero que funcionan bajo la tapadera de que son un falso negocio hostelero.

En cualquiera de los modos expuestos, fiscalmente habría que determinar cuáles son los posibles gastos deducibles en esta actividad, pues los ingresos están claro cuáles serían: la parafernalia de servicios que constituyen la actual oferta y que se puede encontrar en las páginas de anuncios clasificados de la prensa diaria. Todo ello constituiría la base imponible de la facturación a la que se le aplicaría el correspondiente IVA del 18%, si es ése el estipulado por ley. Queda claro que muchos clientes no exigirían factura para, entre otras cosas, ahorrarse el importe del IVA, cayendo en la práctica habitual de otros negocios de manejar dinero B, dinero negro…

¿Y cuál sería la relación de posibles gastos a deducir? Si no se establece de forma clara y rotunda, la lista podría ser infinita y de lo más variopinta. Así habría que pensar en los preservativos, jabones, antisépticos, toallas, sábanas de un solo uso, látigos, cadenas, máscaras, proyectores de TV, películas porno… y por supuesto, los gastos normales de otras actividades como son el teléfono, la luz, el agua… y por supuesto, la publicidad.

Una vez que la actividad se ha dado de alta en Hacienda y en la Seguridad Social, hay que completar las gestiones iniciales. En la imprenta hay que encargar tarjetas de visita y presentación: Antonia García- Prostituta- Variedad de servicios-Málaga. Unas facturas en cuyo membrete se exponga perfectamente y sin ningún tapujo, la actividad y datos fiscales, incluido el NIF del titular.

A continuación habrá que contactar con una asesoría fiscal, contable y laboral, pues no es cuestión de llevar el propio interesado tanto papeleo, pues las obligaciones son puntuales y frecuentes, terminando con la propia declaración anual de la Renta.

Como decíamos al principio, la actividad se podrá ejercer en un piso que constituya la vivienda habitual del interesado o interesada. Los vecinos no podrán alegar nada en contra mientras la convivencia no se vea alterada, lo mismo que si fuese un despacho de un abogado o una consulta médica, situaciones habituales en muchos edificios. La interesada podría poner una placa en su puerta: Josefa Sánchez-Prostituta.

Si optara por instalarse en la planta baja de un edificio, éste habría de contar con locales comerciales y pedir previamente autorización de apertura al Ayuntamiento, el cual no habría de poner objeción ya que estamos hablando de una actividad legalizada.

Otra cuestión a determinar sería si fiscalmente una factura de un servicio de prostitución sería deducible en los gastos de una empresa. Por ejemplo, ésta podría cumplimentar a sus clientes con esta clase de servicios y luego, la factura incluirla entre los gastos de empresa. Lo mismo que un viajante, que lejos de su hogar conyugal varios días, puede haber necesitado estos servicios en mayor o menor cuantía. Su importe incrementaría los que hasta ahora se consideran habituales como dieta completa.

También habría que tener en cuenta una cuestión fiscal importante: las facturas emitidas por un profesional, además de IVA, llevan obligada una retención por parte del cliente del 15%, que éste debe reintegrar a Hacienda cada trimestre u ocasionalmente, como ocurre en el alquiler de un local comercial. Esto supondría un control fiscal añadido.

Por otro lado, las esposas (o los esposos, en su caso) verían bien que sus parejas visitaran estos locales con toda normalidad, ya que se trataría de una actividad legal, tan legal como tomarse unas cañas y unos aperitivos al término de la jornada laboral: Fermina, me he retrasado un poco porque he pasado un rato con unos compañeros de trabajo en la Hostería del Placer….

A pesar de disfrutar de todos los parabienes de la sociedad actual legalizando esta actividad, muchos clientes desearían gozar de un anonimato total. Ocurre que la LOPD (Ley Orgánica de Protección de Datos) exige a las empresas que manejan datos de clientes (entre otros) que esto se cumpla y por ese lado, dichas personas podrían respirar tranquilas, pues sus visitas a estos locales estarían amparadas por dicha ley.

A las empresas, dependiendo del tipo de actividad, se les exige un plan de prevención de riesgos laborales, que en este caso tendría una doble vertiente: por un lado el peligro de contagio de la prostituta o prostituto, y por otro lado el cliente o la clienta. Sin duda, dependiendo del número de servicios que se prestan a diario, de las personas que trabajan en el local… habría que exigir y comprobar unas normas de higiene total y un servicio médico prestado por un profesional.

De lo que llevamos expuesto podemos sacar como conclusión que la legalización de la prostitución conllevaría un sinfín de ventajas: control fiscal, aumento de ingresos, puestos de trabajo reconocidos, aportaciones a la Seguridad Social, reconocimiento de una profesión, seguridad sanitaria, distanciamiento de proxenetas y mafias, mejor ambiente social para los interesados y su entorno, más trabajo para asesorías fiscales…

Por todo ello es digno de tener en consideración tal posibilidad, dejando a un lado ideas trasnochadas, cínicas, falsas e irreales.

Solamente nos encontraríamos en este camino con un tropiezo: La opinión de la Iglesia Católica española. Pero ésta ya debería habituarse a controlar su entorno, dejando a la sociedad civil que controle el propio.

jueves, 8 de julio de 2010

Cómo dejar de sentirse culpable

La culpa no es una manera natural de comportarse, es una reacción emocional aprendida, que solo puede utilizarse cuando la víctima le muestra al explotador que es sensible a la culpabilidad ( Wayne Dyer) .

El sentimiento de culpa, sobreviene independientemente de que hayamos realizado alguna acción que transgreda las reglas sociales.
Es verdad que a veces la culpa aparece cuando efectivamente hemos cometido un acto que ha herido a otros. En ese caso el sentimiento de culpa es coherente con lo que hemos hecho, y entonces la resolución del problema podrá venir dado por la persona a quien hemos herido, pues ésta normalmente nos hará notar con su rechazo o indiferencia, que nuestro comportamiento no ha sido el más acertado.

Reconocer que nos hemos equivocado, no siempre es tarea fácil, aún cuando sea este acto lo primero a poner sobre la mesa. Unas veces el orgullo, otras la vergüenza y muchas, el no saber cómo hacerlo, acaban siendo caldo de cultivo para un sentimiento tan destructivo, como es el sentimiento de culpa.

Es aconsejable que el reconocimiento de actitudes poco acertadas, vaya acompañado de las disculpas, pues éstas suelen ser bien acogidas, a la vez que preguntar si hay algo que podamos hacer para reestablecer la relación. Después de esto, se respira mejor.

Para empezar, es aconsejable entender y ser capaces de ver lo pasado, como algo que no podemos cambiar, que nada podemos hacer para que sea diferente, sintamos lo que sintamos. El sentirse culpable no hará que las cosas cambien, ni siquiera que seamos mejor persona. Es el presente el que nos da la oportunidad de no cometer los mismos errores.

Lo acontecido en el pasado, se repite en nuestro presente. impidiéndonos disfrutar de las cosas, de las personas. Es importante darse cuenta de aquello que evitamos en el presente, por culpa del pasado.

Lo más complicado no es aceptar a los demás, sino ser capaces de aceptar lo que solo nosotros hemos elegido, decidido u opinado sobre esto o aquello, aún cuando quienes tenemos cerca, discrepen de nuestra elección. Es importante estar seguros de lo que hemos decidido, aun a riesgo de equivocarnos, tenemos derecho a hacerlo, y debemos permitirnos el no ser perfectos sin castigarnos por ello.

Hacer uso de la asertividad, contribuye a hacer valer nuestras opiniones, a que éstas sean respetadas, aunque no compartidas; a que seamos capaces de respetar a los demás, nos gusten o no las decisiones que adopten. Solo nosotros somos responsables de nuestras acciones, y solo nosotros, sin herir a nadie, tenemos derecho a decidir sobre éstas.

El sentimiento de culpa, es manipulable por quienes lo utilizan como una herramienta más de control. Sentirse defraudado o decepcionado lleva a algunas personas a buscar responsables para su sentimiento, y acaban encontrándolos, pues siempre hay alguien dispuesto a hacerse cargo de la culpa. Es importante y necesario, trasladar a las personas que nos rodean, que somos capaces de afrontar nuestros errores y poner los medios para subsanarlos, sin que por ello debamos pagar el precio de sentirnos culpables de por vida. Una vez que seamos capaces de controlar la culpa, la posibilidad de manipular nuestras emociones se habrá eliminado para siempre.

El sentimiento de culpa es una elección personal. La culpa es autodestructiva. Si entendemos el mecanismo que la produce, podremos controlarla. Una persona puede vivir sintiéndose culpable toda su vida, pero sentirse libre de toda culpa, es como recuperar las ilusiones.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.