En la cuenta de tus dedos habitan
nuestras onomásticas
Un, dos, tres, cuatro y cinco y
hasta dieciséis se mueven tus dedos ya cansados.
En la yema de tus dedos cada día,
cada noche y en cada instante se instalan los futuros inciertos.
Un dos tres cuatro cinco y hasta dieciséis son los
años que tu maldices y que te persiguen cuando te alejas.
En la cuenta de tus dedos bailan
a la comba los interrogantes ¿Cómo serán mis ojos, mis labios, mis manos, mis
pechos, mis piernas, mis nalgas…? ¿Cómo será mi cuerpo cuando el tuyo aún esté
terso…?
No habrá niños que llevar al
colegio, ni pañales que comprar en el súper.
En la cuenta de tus dedos te
acompañan las vergüenzas de la mano de los miedos.
Y en cada esquina de tu cama
abrazas cada noche tu secreto.
En la cuenta de tus dedos residen
las fronteras y los limites y los valores aprendidos.
En la cuenta de tus dedos no hay
espacios, hay orillas…
En la cuenta de tus dedos
amordazas mi amor, mi afecto, mis caricias y todos mis te quiero.
En la cuenta de tus dedos cada
noche me robas lo que más quiero.
En la cuenta de tus dedos reside
mi verdugo, y también el tuyo.
En la cuenta de tus dedos bailan
las niñas de tus sueños, las madres de tus hijos, y todas tus quimeras.
En la cuenta de tus dedos mi sexo
se hace grande y pequeño, y muere cuando tus dedos llegan a dieciséis.
En la cuenta de tus dedos
silencias tus deseos y tu querencia.
En la cuenta de tus dedos no hay
espacio para la esperanza y mucho para el recuerdo.
En la cuenta de tus dedos te
escribo cada noche, y en silencio camino sobre tus dedos para adormecerlos.
En la cuenta de tus dedos mis palabras
de amor y de esperanza han ido muriendo.
Mientras
tú cuentas, la vida se pasa y nuestro amor con ella.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.