Tomar buenas decisiones nos permite vivir mejor. Percibimos un mayor control sobre nuestra vida y esto contribuye a la autoconfianza, un aspecto relevante en la toma de decisiones.
Parte de la frustración que sienten las personas ante los problemas viene dada por la inseguridad percibida, por tomas de decisiones erróneas en un pasado y otras veces por pensar que sus decisiones no solo dependen de sí mismo. Tomar decisiones erróneas trae consigo en ocasiones, tomar otra mala decisión.
Si deseamos tomar decisiones acertadas es importante reducir los riesgos controlables. Y es que las decisiones importantes o trascendentes no solo se encuentran en el ámbito empresarial. Hay decisiones cruciales en nuestra vida personal que influirán en nuestro bienestar físico, psicológico y social; es por lo que no debemos tomarlas a la ligera y sin embargo, sí utilizar un método sencillo pero que nos ayude a tomar la mejor elección entre las posibles.
Para que algo que no nos gusta o nos hace daño cambie, es preciso decidir. Sabemos que tomar decisiones no es fácil, máxime cuando los sentimientos están muy presentes.
Vamos a ver un ejemplo de toma de decisiones que clarifique lo que hasta ahora hemos ido exponiendo:
Una persona casada desde hace más de diez años tiene dos hijos menores con su pareja. Ambos tienen trabajos cualificados. Poseen una vivienda con una hipoteca “vitalicia”. Desde hace unos años no siente satisfacción con su vida en pareja. La comunicación se limita a los niños y al acontecer del día a día. Sus relaciones sexuales son escasas, pobres y poco gratificantes. Las discusiones son frecuentes. No comparten actividades de ocio juntos. No se siente querida, deseada ni valorada por su pareja. Esta situación le está afectando en las diferentes áreas de su vida. Se siente desmotivada y piensa que debe tomar alguna decisión al respecto.
Aquí empezarían los primeros pasos del proceso de toma de decisiones:
1. Identificar la necesidad de tomar una decisión: esta persona ha detectado que hay un problema que está afectando a su relación de pareja y a ella misma. Hay muchos aspectos de su relación de pareja que no le gustan pues ha perdido las ganas de compartir un proyecto de vida. Es consciente de que es una decisión que no puede delegar en nadie. Sabe que debe “hacer algo”, aunque todavía no sabe qué.
2. Analizar la situación. Importante plantearse algunas cuestiones: ¿cuándo fue la última vez que se sintió bien con su pareja? ¿los momentos gratificantes en su vida en pareja han sido más que los negativos o menos que estos? ¿qué papel juegan los hijos en su decisión? El tener autonomía económica ¿facilita la decisión o no es relevante? ¿qué cosas le unen a su pareja además de los hijos y una hipoteca? ¿qué aspectos positivos ve en su pareja? A su entender ¿qué los ha llevado a esa situación? ¿hay algo que pueda hacer para que la convivencia sea más grata? ¿si su situación afectiva cambiase le gustaría seguir con su pareja?
Las respuestas a estas cuestiones facilitarán el proceso de decisión.
3. Escuchar a la otra parte: es importante ver la percepción que el otro miembro de la pareja tiene sobre la situación y los deseos o motivación que tiene hacia el cambio.
4. Determinar los elementos que son relevantes de los que no lo son: en la vida en pareja las pequeñas cosas a veces son evaluadas como relevantes cuando éstas pueden ser fácilmente modificadas. Es importante definir los aspectos verdaderamente relevantes para la vida en común.
5. Definir la prioridad para atender el problema: Es importante marcar unos plazos para la resolución de la situación problemática, que permitan ir reduciendo los daños emocionales y afectivos causados a la familia.
Una vez determinada cuál es la situación problemática y analizada en profundidad, la persona de nuestro ejemplo debería seguir su proceso de toma de decisiones con las posibles alternativas…
¿Cómo hacerlo?
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.