Hay un secreto para vivir con la persona amada: no pretender modificarla. Jacques Chardonne.
Aceptar no es uno de los verbos ni de las acciones más conjugadas y practicadas en las relaciones de pareja. Muchos de los conflictos que surgen entre sus miembros, vienen dados por el empeño que alguno, o ambos de éstos le ponen a eso de querer cambiar o modificar las actitudes, comportamientos, o la indumentaria que éste o aquella tenga al uso, y que en un momento determinado pueden no coincidir con la forma de pensar, actuar o engalanar del que se sabe manipulador.
Aceptar no es uno de los verbos ni de las acciones más conjugadas y practicadas en las relaciones de pareja. Muchos de los conflictos que surgen entre sus miembros, vienen dados por el empeño que alguno, o ambos de éstos le ponen a eso de querer cambiar o modificar las actitudes, comportamientos, o la indumentaria que éste o aquella tenga al uso, y que en un momento determinado pueden no coincidir con la forma de pensar, actuar o engalanar del que se sabe manipulador.
En esta sinrazón que algunos hombres y mujeres gustan en dedicar sus energías, y en ocasiones sus malestares, hay algo que sin embargo resulta evidente cuando somos capaces de tomar distancia, y es que cuando las personas se sienten atraídas, enamoradas, seducidas, tal sentimiento viene dado por lo que en su día les enamoró y por el contrario, les falta tiempo para ir haciéndose artesanos del comportamiento.
En ese ir conociendo a la persona de la que uno se va sintiendo atraído, los ramalazos de pretender cambiar o modificar algunas cosillas que le harán más encantador, van apareciendo en el pensamiento del manipulador, a modo de estampas en movimiento, siento percibida esta pretensión de cambio como una mejora para su amada/o.
La atracción que sentimos hacia otra persona, viene dada por aquellas actitudes, o encantos, que no siempre somos capaces de definir, unas veces es la impulsividad, espontaneidad, la forma de expresar las emociones, su sensualidad, o la gracia con la que luce aquello que se pone y curiosamente, son estas mismas cualidades las que el artesano pone en su particular torno para ser modeladas a su antojo y manera.
El querer cambiar al otro, es sin duda uno de los errores en los que más reinciden las parejas, y siempre poniendo como baluarte la mejora que este cambio tendrá en la persona, y que por supuesto el la beneficiada/o será por supuesto, el aconsejado/a
Una vez puesta la persona en manos del artesano, no se hace posible determinar en qué momento éste verá concluida su obra, así como la satisfacción que va obteniendo de la misma, aunque resulta más predecible dilucidar qué sucederá con el manipulado.
La vida es un arco iris que incluye los matices, aunque algunos persistan en verlo todo de color de rosa.
…Y de arcilla y barro se hace la persona enamorada.
De arcilla y barro se hace, la persona enamorada ante su amado/a, y pasado el tiempo no queda nada.
Cuando nos enamoramos, creemos haber encontrado la persona que hemos estado esperando y deseando durante mucho tiempo. Los defectos, aún sabiendo que los tendrá, de momento no los vemos o nos importan poco, y ya sabemos que todo es modificable.
Lo que no nos gusta no se deja esperar, como tampoco los consejos, las recomendaciones y sugerencias dichas eso sí, por su bien.
El/la enamorado va haciendo de arcilla y barro su cuerpo, sus pensamientos, sus actitudes, sus deseos e incluso sus sueños.
El alfarero, su amado, moldeará con sus manos, palabras, gestos, caricias y besos, las actitudes y comportamientos que a su juicio precisan ser retocados.
...La falda demasiado corta, los labios demasiado pintados; su verbo demasiado tosco, su expresión parca, su carácter flojo, y con los excesos y con los escasos va naciendo entre sus dedos, entre su boca y su cuerpo, otra forma de mirar, de actuar, de moverse, de sentir. Una nueva persona va surgiendo del barro y de la arcilla, insegura, con miedos, con fantasmas… Una persona que no sabe si lo que hace está bien, si debe decir o no esto o aquello, si la ropa elegida es la más adecuada.
Y el retoque se convierte, en tirano insatisfecho de un alfarero que siente el desagrado en cada gesto, en cada movimiento que su enamorado/a hace. Él cada vez más fuerte, mientras su pareja va desdibujando sus rasgos, su carácter, sus opiniones e ideas creyendo estar cada día más cerca de los deseos de su amado.
En los comienzos, un poquito de aquí y otro de allá, no parecen ser cambios importantes para la persona que se deja moldear, y sí significativo para quien promociona tal cambio, que acaba convirtiendo su relación de pareja en un alfar.
Aceptar a las personas tal cual son, forma parte del lenguaje teórico que expresamos bajo el manto de la tolerancia, y lo cierto es que no todos/as somos capaces de respetar las diferencias.
A nuestra imagen y semejanza, intentamos moldear a la persona amada, no pensando en el error que con ello cometemos, y pasado el tiempo, la persona de la que un día nos enamoramos, nada se parecerá a quien con nuestras recriminaciones quisimos cambiar.
Modificar comportamientos, no es tan complicado como el recuperar a la persona moldeada para que vuelva a ser la de antes, aquella de la que nos enamoramos.
*Fdo.: Raquel Díaz Illescas