El sexo podemos decir es universal, pero no la sexualidad, pues cada sociedad a lo largo de la historia la ha vivido de manera diferente.
Los griegos le daban un alto valor al clímax, no importando si éste se alcanzaba a través de la masturbación o del sexo homo- o heterosexual; sin embargo, los romanos parecían querer acaparar todos los placeres de la carne, reservando el orgasmo al hombre. No quedaba bien que las mujeres se lo pasaran bien en la cama. El hombre que precisaba estimular a su mujer con sexo oral era visto como impotente.
Sin embargo, en diferentes culturas, también la griega y la romana, se ha comprobado la existencia de objetos que ayudaban a la mujer a llegar al orgasmo, la mayoría en forma de falo.
Los cambios sociales y culturales, y una menor influencia de la iglesia, han permitido no solo dotar a las mujeres de sexualidad sino de disfrutar de ella, solas o acompañadas.
La respuesta orgásmica de las mujeres influyó en la psicología de Freud y en la de sus seguidores. Freud decía que, solo las mujeres que habían alcanzado una madurez psicosexual, eran capaces de disfrutar con el coito; las que lo hacían a través de la estimulación del clítoris eran unas inmaduras. Sabemos que esto es un error, pues muchas psicópatas se lo pasan muy bien con el coito, y mujeres casadas, responsables y maduras, solo tienen orgasmos a través de la estimulación del clítoris.
Fue el prestigioso Freud, el primero que abordó la categorización de mujeres clitoridianas y mujeres vaginales, tratando así el tema en uno de sus más celebres trabajos “Tres ensayos sobre teoría sexual”; sin duda, una de las obras que revolucionó a la sociedad del momento y que tanto ha despistado a las generaciones que le sucedieron.
Algunos profesionales parecen seguir enganchados al discurso de Freud concibiendo el orgasmo producido por el coito como la única respuesta sexual femenina auténtica, considerando que cualquier otra forma de estimulación es un síntoma de un conflicto neurótico. Otros autores no hacen especial énfasis en la importancia del orgasmo producido por el coito y consideran que el orgasmo conseguido por estimulación de cualquier zona erógena es tan "auténtico" como el coital.
La duplicidad del orgasmo femenino no deja de ser un mito, a pesar de que aún hoy en nuestros días siga siendo una discusión bizantina. Los estudios desarrollados por Masters y Johnson, demostraron que la respuesta orgásmica surge siempre del mismo centro neurovegetativo sacro lumbar y que lo que pueden ser diferentes son las fuentes de estimulación o excitación que pueden provenir del clítoris, de la vagina, de cualquier otra zona erógena e, incluso, ser estimulado por la fantasía de cada mujer.
Mientras sigamos pensando en la existencia de dos tipos de orgasmos, tendremos mujeres que no disfruten plenamente de su sexualidad y sientan como problema lo que solo es una cuestión de creencias erróneas, de diálogo con la pareja y de un mejor conocimiento de su cuerpo. Los hombres por otro lado, seguirán en su empeño de volcar sus energías en meter y sacar e intentar aguantar como jabatos mucho tiempo y con el pene como un mástil para dejar satisfecha a su pareja.
Si seguimos dándole vueltas a algo tan sencillo, tendremos hombres con disfunciones sexuales, frustrados por no cumplir lo que de ellos se espera y mujeres fingiendo pasárselo bien, creyendo evitar que eso ocurra.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
Sin embargo, en diferentes culturas, también la griega y la romana, se ha comprobado la existencia de objetos que ayudaban a la mujer a llegar al orgasmo, la mayoría en forma de falo.
Los cambios sociales y culturales, y una menor influencia de la iglesia, han permitido no solo dotar a las mujeres de sexualidad sino de disfrutar de ella, solas o acompañadas.
La respuesta orgásmica de las mujeres influyó en la psicología de Freud y en la de sus seguidores. Freud decía que, solo las mujeres que habían alcanzado una madurez psicosexual, eran capaces de disfrutar con el coito; las que lo hacían a través de la estimulación del clítoris eran unas inmaduras. Sabemos que esto es un error, pues muchas psicópatas se lo pasan muy bien con el coito, y mujeres casadas, responsables y maduras, solo tienen orgasmos a través de la estimulación del clítoris.
Fue el prestigioso Freud, el primero que abordó la categorización de mujeres clitoridianas y mujeres vaginales, tratando así el tema en uno de sus más celebres trabajos “Tres ensayos sobre teoría sexual”; sin duda, una de las obras que revolucionó a la sociedad del momento y que tanto ha despistado a las generaciones que le sucedieron.
Algunos profesionales parecen seguir enganchados al discurso de Freud concibiendo el orgasmo producido por el coito como la única respuesta sexual femenina auténtica, considerando que cualquier otra forma de estimulación es un síntoma de un conflicto neurótico. Otros autores no hacen especial énfasis en la importancia del orgasmo producido por el coito y consideran que el orgasmo conseguido por estimulación de cualquier zona erógena es tan "auténtico" como el coital.
La duplicidad del orgasmo femenino no deja de ser un mito, a pesar de que aún hoy en nuestros días siga siendo una discusión bizantina. Los estudios desarrollados por Masters y Johnson, demostraron que la respuesta orgásmica surge siempre del mismo centro neurovegetativo sacro lumbar y que lo que pueden ser diferentes son las fuentes de estimulación o excitación que pueden provenir del clítoris, de la vagina, de cualquier otra zona erógena e, incluso, ser estimulado por la fantasía de cada mujer.
Mientras sigamos pensando en la existencia de dos tipos de orgasmos, tendremos mujeres que no disfruten plenamente de su sexualidad y sientan como problema lo que solo es una cuestión de creencias erróneas, de diálogo con la pareja y de un mejor conocimiento de su cuerpo. Los hombres por otro lado, seguirán en su empeño de volcar sus energías en meter y sacar e intentar aguantar como jabatos mucho tiempo y con el pene como un mástil para dejar satisfecha a su pareja.
Si seguimos dándole vueltas a algo tan sencillo, tendremos hombres con disfunciones sexuales, frustrados por no cumplir lo que de ellos se espera y mujeres fingiendo pasárselo bien, creyendo evitar que eso ocurra.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
1 comentario:
Suerte que tuve de no leer a Freud y si a Master y Johnson. Un saludo.-
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