La mujer del siglo XXI es una mujer preparada, profesional, que lidera partidos políticos y empresas, que sabe idiomas, que cría y educa a sus hijos e hijas, que concilia la vida familiar y laboral, que lucha por los derechos de las mujeres, que viaja, que tiene ocio, que disfruta de su sexualidad y que no teme a la soltería.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
La mujer posmoderna goza de las libertades que sus abuelas no pudieron.
Según la Dra. Coral Herrera Gómez las mujeres han sido educadas en la cultura patriarcal para ser entregadas, para que se sacrifiquen por los demás Y para que antepongan las necesidades de los demás a las suyas propias. El amor pasa a confundirse con el servilismo que algunas mujeres practican; otras sienten rencor hacia aquellas personas para quienes se “sacrifican” y algunas deciden intentar vivir su vida sin culpas ni miedos generados por la cultura de los sexos.
El amor vitalicio ha estado presente en el imaginario de muchos hombres y mujeres que han concebido las relaciones amorosas como una unión contractual de renuncias generalmente unilaterales. Las mismas que acaban minando la vida de sus miembros: para quien siente que lo ha dado todo y no ha recibido en la misma proporción y para quien se siente presionado por las demandas.
La revolución sexual de los años 60 trajo consigo el preludio de unas relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, pero lo cierto es que esto se tradujo en hacer de la sexualidad y las libertades de las mujeres una buena oportunidad para la industria: tratamientos de belleza, perfumes, lencería, juguetes eróticos, moda, silicona, bisturí… todo lo que hiciera de las mujeres el mejor “objeto de deseo para los hombres”.
La autoestima de las mujeres ha estado durante generaciones influenciada por el deseo masculino. La mujer ha tiranizado su imagen para no dejar de ser invisible ante una sociedad que espera de ella que esté siempre joven, estupenda y deseable a los ojos masculinos.
El mito de la media naranja sigue vivo en el pensamiento de hombres y mujeres. Sigue diciendo la Dra. Herrera Gómez que una idea errónea de concebir las relaciones de pareja que supone que 1 más 1 es 1 y no 2. Es importante interiorizar que, a pesar del amor que se profesen los miembros de una pareja, cada cual debe seguir conservando su individualidad, pues cada persona tendrá sus amistades, aficiones, costumbres, formas y maneras de sentir, pensar y vivir la vida. En una relación amorosa es importante compartir, pero también lo es mantener las redes sociales sin perder la identidad cuando establecemos relaciones de intimidad con alguien.
Diferentes estudios sociológicos revelan algo que ya muchas mujeres sabíamos: “la verdadera emancipación de las mujeres no se produce al enamorarse y emparejarse, sino después, cuando se separan o enviudan”.
Sigue diciendo Coral Herrera, cómo las mujeres de más edad están situándose como una de las fuerzas sociales más poderosas en Occidente, pues tienen salud, energía, poder adquisitivo, experiencia en la vida, conceden valor a su sexualidad y mantienen redes sociales que les reportan gran satisfacción. Estas mujeres ya no necesitan a los hombres para sentirse realizadas. Las relaciones que establecen con el género masculino van precedidas de la formula: “tú en tu casa y yo en la mía” (siempre que sus economías se lo permitan).
Una vez alcanzada la autonomía y la independencia, las mujeres ya experimentadas en la vida no quieren renunciar a ella por la llegada del amor. Sí vivirlo de manera libre, sin ataduras ni compromisos. Ya no lo es todo en sus vidas. Quieren, al igual que los hombres, formar parte activa de la vida pública.
La mujer posmoderna sigue necesitando sentirse amada, pero no para sentirse completa.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
La mujer posmoderna goza de las libertades que sus abuelas no pudieron.
Según la Dra. Coral Herrera Gómez las mujeres han sido educadas en la cultura patriarcal para ser entregadas, para que se sacrifiquen por los demás Y para que antepongan las necesidades de los demás a las suyas propias. El amor pasa a confundirse con el servilismo que algunas mujeres practican; otras sienten rencor hacia aquellas personas para quienes se “sacrifican” y algunas deciden intentar vivir su vida sin culpas ni miedos generados por la cultura de los sexos.
El amor vitalicio ha estado presente en el imaginario de muchos hombres y mujeres que han concebido las relaciones amorosas como una unión contractual de renuncias generalmente unilaterales. Las mismas que acaban minando la vida de sus miembros: para quien siente que lo ha dado todo y no ha recibido en la misma proporción y para quien se siente presionado por las demandas.
La revolución sexual de los años 60 trajo consigo el preludio de unas relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, pero lo cierto es que esto se tradujo en hacer de la sexualidad y las libertades de las mujeres una buena oportunidad para la industria: tratamientos de belleza, perfumes, lencería, juguetes eróticos, moda, silicona, bisturí… todo lo que hiciera de las mujeres el mejor “objeto de deseo para los hombres”.
La autoestima de las mujeres ha estado durante generaciones influenciada por el deseo masculino. La mujer ha tiranizado su imagen para no dejar de ser invisible ante una sociedad que espera de ella que esté siempre joven, estupenda y deseable a los ojos masculinos.
El mito de la media naranja sigue vivo en el pensamiento de hombres y mujeres. Sigue diciendo la Dra. Herrera Gómez que una idea errónea de concebir las relaciones de pareja que supone que 1 más 1 es 1 y no 2. Es importante interiorizar que, a pesar del amor que se profesen los miembros de una pareja, cada cual debe seguir conservando su individualidad, pues cada persona tendrá sus amistades, aficiones, costumbres, formas y maneras de sentir, pensar y vivir la vida. En una relación amorosa es importante compartir, pero también lo es mantener las redes sociales sin perder la identidad cuando establecemos relaciones de intimidad con alguien.
Diferentes estudios sociológicos revelan algo que ya muchas mujeres sabíamos: “la verdadera emancipación de las mujeres no se produce al enamorarse y emparejarse, sino después, cuando se separan o enviudan”.
Sigue diciendo Coral Herrera, cómo las mujeres de más edad están situándose como una de las fuerzas sociales más poderosas en Occidente, pues tienen salud, energía, poder adquisitivo, experiencia en la vida, conceden valor a su sexualidad y mantienen redes sociales que les reportan gran satisfacción. Estas mujeres ya no necesitan a los hombres para sentirse realizadas. Las relaciones que establecen con el género masculino van precedidas de la formula: “tú en tu casa y yo en la mía” (siempre que sus economías se lo permitan).
Una vez alcanzada la autonomía y la independencia, las mujeres ya experimentadas en la vida no quieren renunciar a ella por la llegada del amor. Sí vivirlo de manera libre, sin ataduras ni compromisos. Ya no lo es todo en sus vidas. Quieren, al igual que los hombres, formar parte activa de la vida pública.
La mujer posmoderna sigue necesitando sentirse amada, pero no para sentirse completa.
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