Ser consciente de que existen los problemas es el primer paso para solucionarlos.
Cambiar una realidad que no nos gusta conlleva decidir. Tomar decisiones no es fácil, máxime cuando los sentimientos están muy presentes. Hacer uso de la razón no siempre es fácil y en más ocasiones de las que serían deseables, las personas deciden desde el sentido común, que no siempre éste es acertado.
Tomamos decisiones todos los días, banales o no tanto, sin embargo a pesar de ser esto una práctica habitual en la vida de las personas, no siempre hacemos uso de un método que nos facilite este paso, pero todo es práctica o hábito y sobre todo aprendizaje de experiencias que hayamos percibido como exitosas.
Bien, una vez determinada cual es la situación problemática y analizada en profundidad, la persona de nuestro ejemplo debería seguir su proceso de toma de decisiones con:
1. Generar acciones alternativas: esta persona debería elaborar una lista con las diferentes opciones posibles que le lleven a la solución de su problema. Ejemplo:
a. Hablarlo con la pareja e Intentar solucionarlo por ellos mismos.
b. Hablar con la pareja y pedir ayuda a un profesional.
c. Separarse.
d. Seguir como están.
e. Otras.
2. Evaluar el posible resultado de las opciones propuestas: Esta persona deberá analizar cada una de las planteadas y ver qué obtendrá en cada una de ellas
3. Detallar los costes y beneficios de cada posible elección: en cada una de las cinco opciones propuestas deberá preguntarse ¿qué necesitaré “sacrificar”? ¿a qué tendré que ”renunciar”? ¿mi decisión supondrá costes económicos, sociales o quizá emocionales?” El mismo proceso deberá hacerlo con lo que GANARÁ con cada una de ellas
4. Definición del tiempo en que se va a llevar a cabo cada propuesta: corto, medio o largo plazo. Este punto será una parte fundamental en el proceso, pues si la opción elegida tiene unos costes muy altos en un periodo de tiempo también largo puede no ser la mejor opción, pues no conseguirá como ya hemos indicado, mantener la motivación, un aspecto crucial.
5. Evaluación de los resultados: una vez elegida la opción más adecuada y puesta en marcha, es importante evaluar si el problema se solucionó. Si los resultados han sido los esperados o no. Si no ha sido así, deberemos valorar si es una cuestión de otorgarle algo más de tiempo o considerar otras que anteriormente no hayamos contemplado, lo cual nos hará volver al comienzo del proceso.
Es verdad que en las cuestiones emocionales o sentimentales no siempre se puede volver a reconsiderar lo ya hecho, pero a veces sí. Y es que hay cuestiones suficientemente complicadas que llevan a las personas a reconsiderar lo que un día decidieron. El problema no está en reconsiderar la disyuntiva tomada, sino que todas las personas implicadas se encuentren en disposición de comenzar un nuevo proceso.
En la vida no existen seguridades absolutas y ninguna elección está exenta de riesgos. Cuando a las personas les cuesta decidir, subyace una falta de confianza que puede conducir a fallos erróneos. El riesgo hay que aceptarlo para poder decidir.
Es lícito y normal sentir incertidumbre cuando no sabemos qué sucederá después, sin embargo hay algo que no debemos olvidar cuando tengamos que tomar decisiones sobre nuestra vida: la mejor será aquella que nos permita ser un poco más felices.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
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