domingo, 30 de junio de 2013

“El otro”


El otro, ese ser en quien depositamos todos nuestros deseos y frustraciones, esperando que sea capaz de hacer de nuestras esperanzas realidades y pretéritos perfectos de nuestras frustraciones.

“El otro”, ese ser de quien esperamos que una mañana nos sorprenda y deje de ser ese desconocido en el que se ha ido convirtiendo entre las sábanas frías.

“El otro” ese ser que instalamos en el pasado, permanece en nuestro presente y difuminamos en el futuro.

Y es que cuando la relación de pareja se va dañando por alguno de sus pilares, o varios o todos se encuentran afectados, es común atribuirle “al otro” la causa de este deterioro. Y “al otro” le colocamos la responsabilidad de que seamos más o menos felices o nos sintamos más o menos importantes, valorados y queridos. Y en este proceso de atribuir al otro nuestros malestares, la autoestima se va dañando y el sentimiento de vacío se va llenando de reproches que no buscan otra cosa que calmar carencias afectivas y o sexuales.

Buscamos que el otro escuche nuestras demandas, empatice con nuestras necesidades y “CAMBIE”.

Traducir a conductas nuestros deseos es algo importante para que ambos miembros sepan exactamente qué es lo que estamos demandando. La mayor parte de las veces nos movemos en las generalidades que contaminamos con dolor, haciendo que al otro le suene a reproche manido. Podríamos decir:

Me gusta cuando me besas al llegar a casa.

Me gusta cuando me dices que me has echado de menos…

Me gusta que me mires a los ojos cuando te hablo.

Me gusta que me envíes un mensaje a media mañana y digas que estás impaciente por verme entrar por la puerta…

Es verdad que a veces, aún expresando nuestros deseos en conductas “el otro” no sabe, no puede o en sus intereses personales o emocionales no se encuentra la intención de llevar a cabo tales conductas. Y nosotros seguimos empeñándonos con reproches contaminados, con el único objetivo de que nos quieran como necesitamos.

Y es que a veces nos empeñamos en querer cambiar a quien no quiere hacerlo, o a veces esperamos que esos cambios sean drásticos y sobre todo muy rápidos. Pero lamentablemente esto no sucede así.

Realmente cuando estamos tan inmersos en lo que necesitamos y no nos dan ¿somos capaces de diferenciar si “el otro” no nos da lo que necesitamos porque no sabe, no puede o no quiere?

Y es que no es lo mismo, aunque a veces la impotencia nos haga atribuirle al otro maneras de relacionarse que forman parte de etiquetas demasiado usadas que no permiten la oportunidad de cambio.

“El otro” quizá, también sea esa persona que desea que dejes de esperar y simplemente disfrutes de la vida.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

viernes, 21 de junio de 2013

¡Cambia y así seré feliz!

...Se más detallista, cariñoso, apasionado, afectivo, comunicativo, sensible, creativo, confiado, respetuoso, tenaz, manitas, inteligente, listo, dispuesto, atento, sincero, innovador, aventurero, responsable, simpático, fiel, etc., etc.

y así yo seré más feliz.

¿Quién no ha pensado alguna vez que si su pareja cambiara esto o aquello su vida sería diferente, sería más feliz?

Dedicamos demasiadas energías a pensar en lo que no nos gusta de nuestra pareja, lo que debería cambiar para que nosotros nos sintiéramos más felices, y aprovechamos la mínima rendija para filtrárselo. Unas veces controlando el improperio y las más “escupiéndolas”.

Somos seres para el contacto y la vinculación, es cierto, pero igualmente lo es que mantener el amor y la pasión en la pareja es una tarea en la que hay que trabajar todos los días y con eficacia.

Y esto ¿qué significa?

Que al amor y la pasión hay que alimentarlos con caricias, besos y abrazos, con intimidad y complicidad, con estímulos de los que te hacen sentir cada día más grande y estupenda, con palabras dulces y afectivas, pero también de las que se susurran entre las sabanas y las que son “condimento para el pecado”.

Cuando nos sentimos amados, queridos, valorados y deseados todo fluye mejor y los contratiempos que pueden ir surgiendo fruto de la convivencia son más fáciles de abordar y provocan menos desastres emocionales a sus miembros.

Sentirse en distintas sintonías o frecuencias emocionales y/o sexuales es algo que está instalado en el pensamiento de muchas parejas, y también de un discurso que ha olvidado tiempos verbales.

Y es que cuando permitimos que el deseo acampe a sus anchas, las palabras y las conductas se van contaminando y van enfermando la relación. Y es entonces cuando a veces la pareja necesita ayuda profesional para que ésta deje de deteriorarse y recobre la salud, aunque esto implique en ocasiones tener que tomar caminos distintos.

Vivir en pareja puede ser una experiencia estupenda o destructiva para sus miembros. Y esto ¿de qué depende? ¿Del otro


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

lunes, 17 de junio de 2013

Entrevista en el programa "El Faro de Castilla-La Mancha

Se abordará:

Flirteando a ciegas

El mercado editorial e Internet, están repletos de manuales sobre el “arte del flirteo”, cómo hacerlo, qué habilidades utilizar…

Todos ellos, señalan como la primera y principal etapa, la de mantener contacto visual, y mirar a la otra persona a los ojos.

Seis parecen ser las fases o etapas del flirteo

1. Ubicar el objetivo y llamar la atención

2. Intercambio de miradas.

3. Acercamiento.

4. Conversación.

5. Contacto físico sutil, donde se producen caricias furtivas, y

6. la Sincronización física, lo que vendría a ser las relaciones sexuales.

La clave, parece estar en crear, un contacto visual con la persona que esperamos flirtear-

Y entonces ¿Cómo flirtean las personas ciegas o con baja visión?

Lo veremos...


El jueves, 20 de junnio, entrevista en el programa "El Faro de Castilla-La Mancha" dirigido por Guillermo Vila. Sección "El otro faro" con María José Acevedo.



Hora: 19:35 y hasta las 20:00

Tema: "La sexualidad en las personas con diversidad funcional y visual".

 
Invitadas:

-Mª Ángeles Pozuelo. Psicóloga. Hospital de Parapléjicos.

-Raquel Díaz Illescas. Psicóloga y Sexóloga.


jueves, 13 de junio de 2013

Actualizarse cada día

Si buscamos un modelo para vivir feliz en pareja, pasaremos nuestra vida buscando y nos olvidaremos de inventar el nuestro.

Nadie dijo que era fácil encontrar a alguien que nos quiera, desee, nos valore y además nos lo demuestre cada día con sus palabras y sus hechos, y menos aún lo es el vivir en pareja, pero lo cierto es que la estructura emocional que más se acerca a conseguir lo anterior es la pareja, aunque paradójicamente ésta acabe siendo el cultivo de frustraciones.

Cuando no nos sentimos deseados, queridos y/o valorados, nos dedicamos a crear “espacios de confort” en nuestro pensamiento donde el reproche se nutre de cada acción o palabra. Y son también esos espacios donde se asienta el dolor y la impotencia.

Sabemos lo que queremos, pero la forma de conseguirlo posiblemente no sea la más acertada.

Con el tiempo nuestra pareja se va convirtiendo en imágenes de vivencias, generalmente poco gratas, con las que nos vamos relacionando, dejando de hacerlo con la persona con la que convivimos. El pasado se hace presente, olvidándonos de actualizarnos cada día. Etiquetamos y juzgamos a nuestra pareja, no sus comportamientos. Creemos conocer lo que opina acerca de esto o aquello, lo que piensa, siente o desea; lo que hará en esta u otra ocasión, cerrando cualquier oportunidad a que algo sea distinto a lo vivido o pensado.

¿Qué podemos hacer para evitar esto?

Como dice el psicólogo Joan Garriga, “abrir la percepción a cada instante nuevo y no dar a la otra persona por supuesta. El otro se ilumina cuando le reconocemos y le descubrimos como nuevo, y de este modo también nosotros nos volvemos nuevos y más jóvenes”.

Ser capaces de “actualizarnos” cada día no es fácil, es verdad. Arrastramos demasiadas vivencias propias y ajenas; responsabilizamos de nuestro bienestar a nuestra pareja como si en ella estuviera el que nos sintiéramos más o menos felices. Y es que cuando la necesidad nos acompaña demasiado tiempo esta acaba buscando, atrapando e hiriendo a quien encuentra a su paso.

La pareja ¿está pensada para darnos la felicidad? Posiblemente no. Pero si sabemos y aprendemos a conjugar todas sus dimensiones, seremos capaces de vivir momentos estupendos.


Fdo. : Raquel Díaz Illescas