viernes, 26 de junio de 2009

Artesanos/as de actitudes

Hay un secreto para vivir con la persona amada: no pretender modificarla. Jacques Chardonne.

Aceptar no es uno de los verbos ni de las acciones más conjugadas y practicadas en las relaciones de pareja. Muchos de los conflictos que surgen entre sus miembros, vienen dados por el empeño que alguno, o ambos de éstos le ponen a eso de querer cambiar o modificar las actitudes, comportamientos, o la indumentaria que éste o aquella tenga al uso, y que en un momento determinado pueden no coincidir con la forma de pensar, actuar o engalanar del que se sabe manipulador.

En esta sinrazón que algunos hombres y mujeres gustan en dedicar sus energías, y en ocasiones sus malestares, hay algo que sin embargo resulta evidente cuando somos capaces de tomar distancia, y es que cuando las personas se sienten atraídas, enamoradas, seducidas, tal sentimiento viene dado por lo que en su día les enamoró y por el contrario, les falta tiempo para ir haciéndose artesanos del comportamiento.

En ese ir conociendo a la persona de la que uno se va sintiendo atraído, los ramalazos de pretender cambiar o modificar algunas cosillas que le harán más encantador, van apareciendo en el pensamiento del manipulador, a modo de estampas en movimiento, siento percibida esta pretensión de cambio como una mejora para su amada/o.

La atracción que sentimos hacia otra persona, viene dada por aquellas actitudes, o encantos, que no siempre somos capaces de definir, unas veces es la impulsividad, espontaneidad, la forma de expresar las emociones, su sensualidad, o la gracia con la que luce aquello que se pone y curiosamente, son estas mismas cualidades las que el artesano pone en su particular torno para ser modeladas a su antojo y manera.
El querer cambiar al otro, es sin duda uno de los errores en los que más reinciden las parejas, y siempre poniendo como baluarte la mejora que este cambio tendrá en la persona, y que por supuesto el la beneficiada/o será por supuesto, el aconsejado/a

Una vez puesta la persona en manos del artesano, no se hace posible determinar en qué momento éste verá concluida su obra, así como la satisfacción que va obteniendo de la misma, aunque resulta más predecible dilucidar qué sucederá con el manipulado.

La vida es un arco iris que incluye los matices, aunque algunos persistan en verlo todo de color de rosa.

…Y de arcilla y barro se hace la persona enamorada.
De arcilla y barro se hace, la persona enamorada ante su amado/a, y pasado el tiempo no queda nada.

Cuando nos enamoramos, creemos haber encontrado la persona que hemos estado esperando y deseando durante mucho tiempo. Los defectos, aún sabiendo que los tendrá, de momento no los vemos o nos importan poco, y ya sabemos que todo es modificable.

Lo que no nos gusta no se deja esperar, como tampoco los consejos, las recomendaciones y sugerencias dichas eso sí, por su bien.

El/la enamorado va haciendo de arcilla y barro su cuerpo, sus pensamientos, sus actitudes, sus deseos e incluso sus sueños.
El alfarero, su amado, moldeará con sus manos, palabras, gestos, caricias y besos, las actitudes y comportamientos que a su juicio precisan ser retocados.

...La falda demasiado corta, los labios demasiado pintados; su verbo demasiado tosco, su expresión parca, su carácter flojo, y con los excesos y con los escasos va naciendo entre sus dedos, entre su boca y su cuerpo, otra forma de mirar, de actuar, de moverse, de sentir. Una nueva persona va surgiendo del barro y de la arcilla, insegura, con miedos, con fantasmas… Una persona que no sabe si lo que hace está bien, si debe decir o no esto o aquello, si la ropa elegida es la más adecuada.
Y el retoque se convierte, en tirano insatisfecho de un alfarero que siente el desagrado en cada gesto, en cada movimiento que su enamorado/a hace. Él cada vez más fuerte, mientras su pareja va desdibujando sus rasgos, su carácter, sus opiniones e ideas creyendo estar cada día más cerca de los deseos de su amado.

En los comienzos, un poquito de aquí y otro de allá, no parecen ser cambios importantes para la persona que se deja moldear, y sí significativo para quien promociona tal cambio, que acaba convirtiendo su relación de pareja en un alfar.

Aceptar a las personas tal cual son, forma parte del lenguaje teórico que expresamos bajo el manto de la tolerancia, y lo cierto es que no todos/as somos capaces de respetar las diferencias.

A nuestra imagen y semejanza, intentamos moldear a la persona amada, no pensando en el error que con ello cometemos, y pasado el tiempo, la persona de la que un día nos enamoramos, nada se parecerá a quien con nuestras recriminaciones quisimos cambiar.
Modificar comportamientos, no es tan complicado como el recuperar a la persona moldeada para que vuelva a ser la de antes, aquella de la que nos enamoramos.

*Fdo.: Raquel Díaz Illescas

martes, 23 de junio de 2009

Responsable de mi bienestar

La pareja está para compartir, comunicarnos, tener sexo, etc., pero no para responsabilizarla de nuestro bienestar físico, emocional o social.
Cuando nos enamoramos, la percepción de lo vivido se distorsiona, y maquillamos al antojo de los sentimientos aquello que no nos gusta, que nos duele. Es pasado el tiempo, cuando el día a día nos devuelve ya sin máscaras, sin maquillajes, lo vivido.

Erróneamente atribuimos y conferimos a la persona amada, todo lo que a nuestra felicidad se refiere: ella es la causa de nuestro bienestar, la motivación para emprender nuevas acciones, por ella y a través de ella entendemos nuestra sexualidad, es ella quien nos da placer, quien nos debe proporcionar los orgasmos más estupendos, quien nos llevará al clímax, y por ende lo será también de aquellos estados anímicos que nos hagan sentir tristeza o alegría.

Aceptar la responsabilidad que cada cual tenemos sobre las cosas que hacemos o las que dejamos de hacer, implica acción, compromiso, y a veces mucho desgaste personal. En demasiadas ocasiones tanto hombres como mujeres, delegan en su pareja la ardua tarea de proporcionarles bienestar, adoptando una posición pasiva en la espera de que ésta rompa con la monotonía, que aleje el tedio, que le/la siga sorprendiendo, que le/la haga sentir especial, que le active el deseo, que le de placer. Y toda esta serie de pensamientos se van gestando en la mente del uno y del otro sintiéndose cada vez peor, haciendo responsable de su desmotivación y pocas ganas de emprender acciones a su pareja, ya que es ella la causa de su situación y la que debería hacer lo posible porque esto cambiara.
La pareja, la persona con la que podemos llegar a compartir muchas de las experiencias de nuestra vida, es una parte importante en nosotros, y cuando la elegimos, cuando un día nos enamoramos de ella, lo hicimos por muchos factores que no siempre acaban siendo los más saludables, pero sin embargo, nuestro bienestar biopsicosocial, no puede nunca depender de lo que nos de o nos deje de dar la persona amada, pues esto nos condenaría a la espera, a la vez que le estaríamos imputando a otra persona lo que es tarea nuestra.

Responsabilizar al otro de aquello que nosotros no hemos sido capaces de intentar o conseguir, nos hace creernos exentos de cualquier compromiso, pues de esta manera atribuimos nuestras frustraciones a causas ajenas a nosotros.

Es importante que la persona amada aporte equilibrio a nuestras emociones, pero más aún lo es que a lo largo de la vida, hayamos sido capaces de ir adquiriendo las herramientas necesarias para poder construir nuestro bienestar personal interior.

Cada cual tenemos un cuerpo, una mente y una red social que cuidar y cultivar. La responsabilidad de que estos tres factores tengan buena salud, es tarea nuestra, nuestra pareja tiene la suya. Quien se sabe responsable de sus acciones, es más feliz consigo mismo y con su pareja.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

lunes, 22 de junio de 2009

Renuncias

Renunciar lleva consigo una elección. Elegir una opción y rechazar otra.

Renunciar es también querer vivir, vivir de otra manera, aunque a veces el resultado sea malvivir...

La vida, ese concepto abstracto al que nos adherimos buscando la felicidad, esa que se resiste a quedarse, que nos hace guiños, que se esconde y nos sorprende, está repleta de momentos que desearíamos vivir, de otros a los que vamos renunciando por trabajo, por convicciones, por los hijos, por los amigos.; por prejuicios, por modelos sociales, y muchas veces por amor.

En la renuncia nos servimos de la intuición, a veces es un mero instrumento de elección, otras es una alarma, y otras una simple convidada de piedra. En ocasiones el ser humano se olvida, y deja a un lado perspicacias y raciocinios, para deslizarse en zonas pantanosas.

Renunciar pocas veces es una actitud placentera para el individuo. Muchas personas procedentes de otros lugares, renuncian cada mañana a un amanecer más cálido; a la tierra por la que caminan sus hijos, renuncian a lo que más aman buscando una esperanza de vida.

A veces la renuncia, dignifica y fortalece a quien la ejerce: cada día más mujeres vejadas, humilladas y apaleadas deciden intentar dibujar otro mundo para ellas y para sus hijos.

El pasado, el presente y el futuro de las personas lo integran muchos deseos, y sueños por hacer realidad, pero también muchas renuncias que nos acompañan a lo largo de la vida.
El ser humano renuncia a lo que ama, unas veces por amor y otras tantas por cobardía.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

martes, 16 de junio de 2009

Viajar...

deseamos y esperamos con impaciencia, aquellos días del calendario que marcamos de color rojo, y que nos permiten hacer una pequeña maleta y escapar...

Las ganas de salir de la monotonía, de desconectar, de ver y hablar con otras gentes, de oler y pasear por otras calles, otros mares; la necesidad de liberación, de reencontrarse con uno mismo, de no pensar, ni esperar nada, de recuperar el amor perdido, es lo que lleva a hombres y mujeres a viajar...


Viajar es dejar en el armario los trajes grises, las corbatas de reuniones, los zapatos que aprietan...

Viajar es dejar en la mesita de noche la compostura, las palabras correctas, las normas sociales, los prejuicios...

Viajar es llevar en el equipaje, aquella indumentaria que nos hace reencontrarnos con nosotros
pantalones muy anchos, muy cortos, o rotos; camisas desabotonadas, sombrero...

Viajar es dejar el cuerpo en libertad, sin ataduras, sin roces, sin miradas coercitivas.
Viajar es no ponerle frenos ni límites a la voluntad, al deseo...

Viajar es gozar de las caricias sin tiempos, es hacer públicos los besos, es no establecer los momentos para la sexualidad.
Viajar es también una necesidad de abandonar la soledad, de comunicarse, de encontrar, de encontrarnos.

Viajar forma parte de la fantasía de los que dibujan rostros de mujeres, de hombres; de los que buscan el equilibrio en otra piel, en otros labios.

Viajar es también soñar con el pensamiento, con la fantasía, es hacer equipajes ligeros, es crear lugares sin fronteras, es romper esquemas.

En cada viaje, algo de
nosotros se pierde o se recupera que nos hace querer ser diferentes, desear vivir de otra manera. Algunos miedos se desvanecen y otras cuantas ilusiones se renuevan.

Viajar es una oportunidad para el cambio, para la reflexión, para el darnos cuenta, para querer volver o para hacerlo desde otro yo.

Después de un viaje, necesitamos un tiempo para situarnos, para volver a ubicarnos, para calmar la ansiedad que produce lo nuevo. Después de un viaje, sabemos que se puede vivir y ser de otra manera, y ser feliz.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

lunes, 15 de junio de 2009

Eutanasia de amor.

“…Muerte lenta, que no suave; sin alimento que refuerce el amor.”

Sin prospecto adjunto que explique la forma de usarlo, de consumirlo, conservarlo; de sus ventajas e inconvenientes; y sobre todo, de sus contraindicaciones y posibles efectos secundarios debido al uso, el amor se presenta a corazón descubierto en el ser humano.

El amor acaba siendo para algunas personas, una huida hacia adelante como si de una amenaza para su estabilidad emocional se tratase.

El amor se hace presente en nuestras vidas sin preguntar el cómo ni el cuándo, ni tan siquiera el con quién… No entiende de conveniencias ni de límites. Se instala invadiendo cada una de las áreas de nuestra vida, y en ocasiones destruyendo la estabilidad de años.

Lo ingrato del amor es que se queda poco tiempo a nuestro lado, nos abandona sin decir cuándo volverá o si lo hará algún día. De nada nos sirven calendarios estacionales.

El amor se va extinguiendo de no consumirlo, de no usarlo, alimentarlo, de dejarlo morir… Hay quienes eligen la “eutanasia de amor” cuando el deseo y el amor que sienten no puede vivirse en libertad. Desconozco si será cobardía, o sentido común lo que ponga en funcionamiento esa muerte lenta, que no suave, que se prolonga en un tiempo no definido en ausencia de estímulos que refuercen la pasión.

Los intentos muchas veces fallidos de dejarlo morir, no siempre consiguen dar los resultados esperados; a veces éste se vuelve más intenso, extendiéndose en el tiempo sin conseguir ser nunca vivido.

Con nostalgia, recordamos aquel amor que por un tiempo dio un sentido nuevo a nuestra vida. En ese intento de dejar morir el sentimiento, algo de nosotras también dejó de vivir. A pesar de esto, el amor deja a su paso señales que nos hacen recordar que un día vivió en nosotras.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

El amor impropio

“…el amor es para disfrutarlo, gozarlo y saborearlo, no para que te destruya.”

Dicen que en el amor, el que más ama es el que más siente, el que más vive…; pero sin duda también el que más sufre, más se entrega…

El amor no siempre se vive como una experiencia placentera. Las fases que se le presuponen a éste, en algunas relaciones pasan demasiado deprisa: “lo maravilloso y estupendo”, acaba convirtiéndose en el recurso al que más tarde se acogerá el enamorado para perdonar y justificar el daño causado por la persona amada.

El amor no es selectivo, al menos no lo que sería deseable. Algunas personas se enamoran sin saber cómo ni por qué, de otra que hace de la relación una contienda sin fin, con sometidos y con vencedores.

Chantajistas de las emociones, manipulan sin esfuerzo a la persona enamorada. Humillan, someten y tiranizan sintiéndose amos y señores de la voluntad de la persona amada.
Aunque estúpidos e inseguros, son hábiles a la hora de endulzar sus artimañas. Consiguen ser las víctimas de sus propias canalladas, eso sí, algunos pasan por ser hombres y mujeres encantadores, claro que de serpientes.

Y es que el amor desconoce el “amor propio”, se transforma en “impropio” cuando una parte de nosotros se ausenta. No conoce de racionalidad, se mueve a golpe de corazón. La voluntad nos abandona en cualquier renuncio. El orgullo se queda sin espacio donde expresar su protesta; se olvida fácilmente de ideales, principios, e incluso pisotea valores éticos formados durante años.
No debemos intentar entender el amor, ni buscarle los “porqués”, hay que vivirlo lo mejor que se pueda y a ser posible salir lo menos dañado. Esto no es fácil.

Con los años, y desde la distancia de heridas ya cicatrizadas, algunas personas hacen de su corazón una gran parcela de racionalidad, desde donde intentan no repetir lo vivido; a veces esto se consigue, y se encuentran personas maravillosas que te miman, que te respetan, que te quieren sin condicionantes. Sin duda los límites, y el respeto por una misma, son el principio de un “amor propio”.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Buscadores de amor

«…dedicar, profesar, sentir, tener, tributar».

Si queremos saber qué es el amor, nada mejor que preguntarle a quien lo ha vivido desde el lodo o desde el placer. En cualquiera de ellos, nos rendimos ante él sintiéndonos vulnerables.
Por muy azarosa, ingrata, humilde o grandiosa que haya sido la vida de cada cual, el amor ha hecho acto de presencia en algún momento de nuestra vida. Es verdad que no siempre el tiempo y la forma en que éste ha llegado ha sido el deseado.

El amor se instala en nuestras vidas sin a veces ser invitado.. No nos avisa ni consulta. No pide opinión. No respeta gustos, ni edades. Olvida preferencias, rompe esquemas; se apodera de voluntades, de amores propios y de orgullos. Hace de nuestros comportamientos, el enemigo de nuestras emociones.

El amor es el deseo que añoran los que viven alejados de los besos, de las caricias, de los te quieros a media tarde… Ese dulce y amargo sentimiento que produce el amor, va invadiendo cada una de las parcelas de nuestra vida.

La ausencia de pasiones va creando “buscadores de amor”, hombres y mujeres que pasan importantes periodos de su vida tratando de encontrar la persona con la que compartir experiencias, momentos; a quien contarle lo preocupada que te tiene ese proyecto, que parece nunca tener fin; o con quien compartir los éxitos o fracasos del día a día; a quien decirle lo abatida o feliz que te sientes; con quien reír o llorar, a quien acariciar, abrazar, besar, y con quien gozar.
Los años no son buenos aliados en esa búsqueda del amor. La experiencia se hace grado a la hora de acoplarnos a otra persona; de aceptar sus manías y rarezas; sus hábitos y costumbres; su manera en ocasiones diferente a la nuestra de entender la vida, de vivirla… Apelamos a esa tolerancia de la que siempre hemos hecho gala con nuestros amigos, y que sin embargo nos da la espalda cuando necesitamos ponerla en práctica con ese posible amor.

La ausencia continuada de pasiones, de amor, no siempre hace más tolerantes a las personas dándoles oportunidades, siendo menos exigentes y más flexibles, más al contrario, acaban familiarizándose con los “peros”.

La necesidad de encontrar alguien a quien querer, que te quiera, lleva a muchas personas a ir desdibujando sus deseos, opiniones, aficiones…., Por amor creen poder cambiar o modificar actitudes y comportamientos de toda una vida, que no han hecho sino formar a quien es hoy.
Sería estupendo que pudiéramos adquirir el amor en cualquier hipermercado, pudiendo elegir la cantidad y la calidad que deseamos, que necesitamos, pero sólo él es el que decide el cuándo y el cómo, nosotras podemos decir si lo queremos o no, y a veces ni eso.

Cada “buscador de amor” utiliza sus propios recursos y lugares donde encontrarlo: unos acuden a Internet; a los anuncios por palabras, a las agencias matrimoniales, a las discotecas, lugares de copas, o gimnasios; otros lo buscan en cada gesto, en la timidez de una mirada, en una sonrisa… Hay quienes simplemente, esperan ser encontrados.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

viernes, 12 de junio de 2009

El Atlas de las emociones


...Podemos conocer el significado de los sentimientos de una manera fría, conceptual y definitoria a través de magníficos manuales que versen sobre la materia.


...Podemos saber de las emociones porque hemos sido testigos de experiencias de otras personas que han amado, que han sufrido.

...Sabemos de los sentimientos, y de ese gran universo de las emociones, no tanto por las veces que hemos creído tocar el cielo, como por las que hemos sentido estar en los infiernos...
El Atlas de las emociones, así he querido titular esta columna; posiblemente porque en ésta existe la intencionalidad de poder dejar huella de todas ellas: de las escritas, y las no escritas; las olvidadas, y las ignoradas; las vividas y las que queden por vivir...
Los sentimientos, son una mezcla de sensaciones que experimentamos cuando sentimos alegría o dolor. Unas veces los expresamos como sabemos, y la mayor parte de ellas como podemos.
Sentir, es una capacidad inherente al ser humano, aunque a veces sólo atribuible a algunos. Las emociones forman parte de nuestro estado de ánimo. Sin pereza alguna, se encuentran siempre dispuestas y alertas a ser activadas ante cualquier estímulo. No dependen de voluntades propias, ni siquiera en ocasiones de las ajenas. Afloran al exterior mostrando de nosotros la parte más débil, la más sensible; la que se rebela, la más visceral; la menos “sabia”, la más honesta...
En pequeños mapas sentimentales, podríamos distribuir las emociones, de manera que conformasen un gran atlas, el de las emociones, donde estuvieran las saludables y las nocivas, con sus efectos y consecuencias. Un atlas donde consultar no tanto los agentes inductores, como las recomendaciones para prevenir reacciones adversas; o las actitudes a mantener cuando las emociones se disparan.

Poder diseñar un atlas universal, que sirviese para todas y cada una de las situaciones que nos toca vivir, sería una buena herramienta útil, y sin duda muy al uso.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

Arriesgar es también vivir

...Dentro de veinte años te sentirás más defraudado por las cosas que no llegaste a hacer que por las que hiciste. Arriésgate, navega lejos de los puertos seguros. Explora, descubre...

Dentro de veinte años, habrán dejado de tener importancia, muchas de las cosas que en otro tiempo fueron causa de tu malestar. Posiblemente, tengan que pasar menos décadas para que nuestro esquema mental del mundo en el que nos movemos cambie. Las experiencias vividas, no son más o menos importantes por lo que en sí representan, sino por cómo las vamos vivenciando en cada momento.


Los años, y sobre todo las experiencias que vamos adquiriendo con ellos, hacen que vayamos estructurando de manera diferente la concepción y la importancia que le damos a lo que acontece o no en torno a nuestra persona.

Es verdad que pasados los años, en esos momentos en los que necesitamos reencontrarnos con nosotr@s mism@s, vuelven a nuestro recuerdo muchas de las experiencias que en otro tiempo jalonaron nuestra memoria. Unas veces las recordamos con nostalgia y otras intentamos ser benevolentes con lo ya pasado. En nuestro vivir, vamos acumulando demasiados deseos no realizados. Del recuerdo que conservamos de éstos, solo podemos elaborar hipótesis, y muchas disculpas que motiven el no haber arriesgado.

Arriesgar en la vida, precisa de una valentía y seguridad con las que no siempre contamos. Lanzarse, tiene un precio demasiado alto, que sólo pasado el tiempo somos capaces de valorar; otras, es el miedo al fracaso el que nos impide descubrir lo que existe al otro lado de sus dudas.
Sabemos lo que vivimos en otro tiempo, porque lo gozamos y saboreamos; porque lo sufrimos; pero nunca sabremos cómo, ni en qué medida nuestra vida habría podido ser, de haber arriesgado, de haber navegado en puertos menos seguros.

Puedo lamentarme de lo que hice, pero no de lo no hecho, porque nunca sabré lo que hubiera ocurrido.

Fdo. Raquel Díaz Illescas.

"Las Casquivanas"

Este artículo nace de la conversación siempre grata con una buena amiga, a la que quiero y respeto. Siendo a ella a quien debo mi inspiración, es a ella a quien yo dedico “Las Casquivanas”.

“..Ligera de cascos, coqueta, fresca, frívola”. Esta definición, parece aplicársele a las mujeres, significando que se comportan con poca formalidad en sus relaciones con el otro sexo.

La lengua española, además de ser muy rica en su léxico, no lo es tanto en la designación adjetival que otorga a uno y otro sexo. Así, casi en “exclusividad”, reserva adjetivos calificativos para designar o definir actitudes y comportamientos que se dan en mujeres, pero que curiosamente, éstos solo son atribuibles por el diccionario a las mujeres, aún cuando tales comportamientos se lleven a cabo por ambos sexos.

El lenguaje es perspicaz, inteligente y profundo, pero a veces los manuales del léxico tienen algún que otro desliz en sus acepciones.

Aun no siendo Casquivana una palabra al uso en mi humilde vocabulario, su significado no me es ajeno. Lo que el hombre ha venido practicando durante décadas, con el consentimiento que le ha otorgado una sociedad machista, es la misma definición que el diccionario regala en exclusividad a las que llama casquivanas.

Aun hoy, donde los avances tecnológicos parecen propiciar la evolución cultural y social del ser humano, la sociedad sigue catalogando y adjetivando actitudes y comportamientos, que en otro tiempo eran patrimonio del género masculino, y que hoy en día se dan en la misma medida tanto en hombres como en mujeres.

Las llamadas Casquivanas han sido a lo largo de la historia, motivo de crítica, por una sociedad encorsetada en normas y esquemas predeterminados para uno y otro sexo.

Dejando los prejuicios para aquell@s que entienden la vida desde una doble moral aceptada, las Casquivanas de nuestros días, han modificado el pensamiento de muchos hombres y mujeres, que durante años han venido entendiendo aquello de “vivir la vida” intensamente, no con respecto a las ideas, deseos, o formas de pensar y sentir en libertad, sino a partir de su sexualidad.

De los hombres ha sido siempre el no compromiso, el estar con la propia y con la ajena. A la mujer le correspondió el coqueteo, pero sin que éste conllevase la consumación de ningún acto no propio del género al que representaba, o al menos no de una manera promiscua.

Hablar de las Casquivanas es hablar también de la doble moral. Que las mujeres coqueteen con varios hombres sin querer por esto una relación de las que llaman “serias”, de compromiso, de noviazgo, parece considerarse algo frívolo y poco propio de lo que se esperan sean los deseos de una mujer. Casualmente, el hombre es el más experimentado en estas artes de la seducción, pero ellos son cosa aparte.

Las Casquivanas no son mujeres que se encuentren al margen de la sociedad en la que vivimos; ni tan siquiera son mujeres sin prejuicio alguno. Simplemente son mujeres, que viven de una manera más abierta sus relaciones con el otro sexo, que no quieren comprometerse, pero sí disfrutar de aquellos momentos especiales que la propia vida les vaya regalando.

El no compromiso parece haber sido siempre patrimonio de los hombres. Ellos eran los que no querían crear lazos, solo deseaban vivir instantes de placer: les gusta divertirse, gozar del momento, no comprometerse en exclusividad.

La promiscuidad en el hombre se traduce como conquistador, que tiene gran éxito con el género femenino. Ellos pueden vanagloriarse, ya que tales conductas son apoyadas por el resto de sus iguales.

No voy a cuestionar, ni es mi deseo hacerlo, si el ser Casquivana en una sociedad machista es cuestión de genes, o por el contrario, intervienen procesos de aprendizaje que se van adquiriendo con la propia experiencia de vida.

Quienes intentan justificar actitudes no necesariamente justificables en el hombre, piensan que adoptar una actitud de casquivana, no se corresponde tanto con una forma diferente de entender la vida, como “en el intermedio” mientras aparece ese Romeo que les cambiará los esquemas, y volverán a formar parte de lo que todas las mujeres se suponen desean.

Las Casquivanas son mujeres que sienten, piensan, desean, aman, se apasionan, practican sexo, con o sin amor disfrutando de su sexualidad, y si no es su deseo, no se comprometen. Actúan de la misma manera que pudiera hacerlo cualquier hombre, sólo que a ellas el diccionario les regala algunas acepciones en exclusividad.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Ya me cansé...


Adictas a las relaciones destructivas.

..A quien un día amé.

Hoy después de mucho tiempo, me he mirado al espejo para intentar ver aquella mujer que un día fui. Al otro lado he encontrado mucho resentimiento; demasiado dolor.
Nada espero de ti. No quiero ni busco la comprensión que en otro tiempo necesité, la que tanto te pedí...
No quiero nada de ti, pues nada ya puedes darme.
Esto es por mí, por lo que un día perdí y por lo que hoy necesito recuperar.
...Liberarte. Encontrar la paz. Comprender. Tener respuestas a tus delirios.
Eso era lo que me aclamabas con tus siempre insultantes interrogatorios, aún hoy, sigo oyendo tus preguntas.
Siempre era lo mismo: necesitabas comprender para liberarte de no sé qué... Me hiciste tanto daño. Pero ya se acabó.
Me cansé de tus llamadas exigentes.
Me cansé de sentirme culpable sin saber por qué...
Me cansé de mirar de reojo el reloj.
Me cansé de pensar antes de moverme.
Me cansé de no saber si vendrías.
Me cansé, de no poder olvidarme nunca el móvil.
Me cansé de saber que te irías...
Me cansé de gritar, de perder el control.
Me cansé de decir: no me ocurre nada, solo estoy cansada.
Me cansé de los tiempos controlados.
Me cansé de falsas intenciones.
Me cansé de esperar cambios que nunca llegaban...
Me cansé de fingir.
Me cansé de llorar en silencio.
Me cansé de no poder conciliar el sueño.
Me cansé de tus insultos.
Me cansé de tus celos.
Me cansé de tu resentimiento; de tu odio.
Me cansé de sentirme como una puta mierda;
Me cansé de justificarme.
Me cansé de mentirte.
Me cansé de engañarme a mi misma.
Me cansé de no tener dignidad.
Me cansé de no respirar.
Me cansé de decir lo siento.
Me cansé de creer.
Me cansé de no tener ilusiones.
Me cansé de no reír,
Me cansé de no saber qué debía hacer en cada momento.
Me cansé de tener miedo.
Me cansé de necesitar un amor sano.

Me cansé de las caricias obligadas.
Me cansé de no tener voluntad para no llamarte.
Me cansé de ser culpable.
Me cansé de buscar refuerzos.
Me cansé de no poder decir: “...saldremos a cenar mañana”.
Me cansé de no disfrutar de momentos que eran especiales.
Me cansé de permanecer sentada hasta que tú terminases el café.
Me cansé de decir ¡basta!
Me cansé de no disfrutar de l@s amig@s.
Me cansé de viajes amargos.
Me cansé de tantos recuerdos.
Me cansé de olvidar.
Me cansé de decirte es verdad que Te quiero.
Me cansé de excusarte.
Me cansé de no vivir...
Me cansé de no ser yo.
Me cansé de sentirme sola.
Me cansé de tanto dolor!
Hoy pequeño diablo, me siento libre, soy yo, la que nunca debí dejar de ser. Soy feliz

Fd.: Raquel Díaz Illescas.!

jueves, 11 de junio de 2009

La educación en sexualidad

 Si le preguntara a usted qué educación ha tenido en materia de sexualidad, es muy probable que su respuesta fuese “ninguna”. Es la más común, y sin duda no menos errónea, pues, haya sido la más adecuada o no, a todos nos han educado en sexualidad, pues el no hablar de ella es también una manera de educar, aunque no sea la más conveniente. La mayoría de los mensajes que nos han trasmitido han sido vinculados a la represión, la culpa, la frustración, dando una imagen del placer como algo sucio, pecaminoso, propio de personas poco respetables.

La educación sexual es una enseñanza relativamente reciente, todavía no incorporada a la “educación formal” de manera sistemática; de hecho esta cuestión genera incluso el debate de si es una materia que debe enseñarse o simplemente es algo de lo que la familia debe ocuparse.

La sexualidad ha sido inseparable de la ideología a lo largo de la historia, puesto que detrás de sus contenidos devienen unas u otras maneras de vivir y de relacionarse.

En la actualidad coexisten distintos modelos, por eso es importante tomar conciencia de ellos y elegir el que nos parezca más adecuado, de forma responsable y honesta.

No existe un solo modelo de educación sexual, aunque generalmente al educar en sexualidad, especialmente en el caso de los niños, y de los jóvenes, la educación se centra en la entrega de información biológica y orientada en la prevención de problemas como el embarazo no deseado, las enfermedades de transmisión sexual y situaciones de maltrato y abuso. Estaríamos hablando de un modelo médico. En éste, las conductas sexuales se dividen entre “saludables” y “patológicas”. Habitualmente se imparten desde las instancias médicas con una perspectiva biológica que suele descuidar otros aspectos de la sexualidad igualmente importantes.

En el ámbito escolar, como hemos dicho, muchas veces este modelo se reduce a lo biológico en su sentido más estricto, ya que se centra en la enseñanza de los aspectos de anatomía y fisiología corporal sin entrar en los aspectos psicosociales, más complejos.

Es preciso una formación planteada de forma integral, que les enfrente al aprendizaje desde una perspectiva más vivencial, actitudinal y constructiva. Es necesario cambiar de metodología, ya que los mensajes impositivos o incluso sugeridos, no son suficientes para contrarrestar esos otros factores que influyen en la conducta real de las personas. Existe una falta de habilidades de comunicación, asertividad e influencia del grupo de iguales. Distintas perspectivas según el género masculino o femenino en que hayan sido educados, el valor de su autoestima, y también del autocuidado…

Otro modelo es el llamado moral. Llamado también educación para el matrimonio, para el respeto y para la abstinencia. Este modelo, muy definido por la ideología tradicional y religiosa, intenta enmarcar la sexualidad humana en unos patrones muy limitados, principalmente dentro del matrimonio entre heterosexuales y con el objetivo principal de la procreación, dejando de lado los aspectos de placer y libertad sexual.

Las personas defensoras de este modelo no consideraban hasta hace muy poco tiempo, la posibilidad de transmitir el modelo en enmarques formales, y se centraban en la transmisión a través de la familia y la religión. En la actualidad, y ante la perspectiva de la difusión social de este tema, se han volcado en una estrategia más directa y activa, planteada básicamente sobre una regulación de la sexualidad desde la perspectiva moral, es decir, valorando las conductas sexuales en “buenas” y “malas”, en distintos grados, según se alejen más o menos del modelo tradicional. Ejemplo de ello lo podemos ver en Estados Unidos, donde se apuesta más por la prohibición y un alto grado de represión en todo lo que tiene que ver con la sexualidad. En el lado opuesto, se sitúan los países nórdicos donde, desde los años 70, aplican el modelo escandinavo de educación sexual. Defienden una postura mucho más progresista, y tratan el tema de la prevención potenciando el conocimiento del propio cuerpo desde la infancia y promoviendo el uso de anticonceptivos.

En España se ha pasado de una época en la que todo estaba prohibido, a una total permisividad y ahora, según dicen algunos expertos, se está volviendo al principio y nos acercamos al modelo estadounidense.

Otro Modelo es el revolucionario. Aparece recogido por Félix López en su libro “La Educación Sexual”. Este hace referencia al modelo también denominado “emancipador”. Tiene su origen en las ideologías que surgieron en la época de la “Revolución Sexual” de los años 60, que al descubrir el poder liberador del sexo y el orgasmo, intentaron transmitir la idea de una sexualidad “obligatoria” y liberatoria para todas las personas, incluso sin ser una actitud íntimamente deseada. Este modelo ha tenido una influencia positiva a la hora de difundir una idea más liberal de la sexualidad, pero no ha tenido suficiente consideración con el componente de la individualidad, de las decisiones personales y libres como factor imprescindible para el desarrollo humano.

Por último tendríamos un Modelo global o biográfico, como lo llama Félix López. Es un modelo integral y con una perspectiva biopsicosocial, que tiene en cuenta todos los aspectos de la compleja dimensión humana y social, pero que también contempla la individualidad y la biografía de cada persona, respetando las actitudes y los procesos vitales personales y teniendo en cuenta la cuestión del género y su importancia en la educación sexual.

Julián Fernández de Quero en un artículo publicado en la revista Sexpol, profundizando en este modelo, también propone una interesante “teoría ética radical de la sexualidad y el género.

La experiencia demuestra que los adolescentes que reciben una buena educación antes de ser sexualmente activos, viven su sexualidad de forma más responsable, enriquecedora y placentera.

Asimismo, los problemas sexuales que aparecen en la edad adulta podrían prevenirse si desde pequeños se abordara el tema con naturalidad, porque esto ayudaría a enfrentarse mejor a los miedos y vergüenzas.

¿Qué modelos han regido nuestro comportamiento erótico en épocas pasadas? ¿Y en las recientes? Esto es especialmente interesante para entender cómo han sido las ideas y los conceptos sobre sexualidad transmitidos a nuestros abuelos y abuelas, madres y padres, sin duda origen de nuestras propias ideas y concepciones al respecto. Veremos con detalle los modelos sociales que han contribuido a la forma de sentir, pensar y actuar de nuestra sociedad.

Lo ideal es que cada persona pueda ir creando su propio modelo, fruto de sus experiencias de vida, donde cada cual asuma su libertad y responsabilidad en cuanto ser sexuado y organice su vida promoviendo su bienestar y el de los demás.

Vivir y disfrutar de nuestra sexualidad de manera placentera, sin culpas ni miedos que lo dificulten no siempre es fácil, pero cuando se consigue es maravilloso.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Mitos y creencias en torno a la sexualidad

La sexualidad no se ha escapado a la mirada de los mitos y creencias.

Los mitos sexuales muestran la escasa, y muchas veces falsa, información de nuestra sociedad sobre el sexo. Estos se extienden como los rumores, y como tales debemos darle credibilidad. Lamentablemente, aún las opiniones no fundadas consiguen extenderse y acabar formando parte del mito y de las creencias de toda una comunidad.

Nuestra cultura occidental, ha estado impregnada de tintes estereotipados, falsas creencias y tabúes en torno a la sexualidad. Aunque nos pese, no podemos escapar a la descendencia de la antropología judeocristiana, donde la vivencia de la sexualidad fue condenada, restringiéndose esta a la reproducción. El placer sexual es inmoral, sucio, pecaminoso. Es el espíritu al que hay que dar goce.

Las creencias comienzan a divulgarse como algo comprobado, dando lugar a estos mitos:

oDurante el embarazo se debe evitar el coito.

o Un remedio contra la E.P. es pensar en cosas raras, desagradables, o ajenas al coito.

o Los médicos en general están preparados para tratar los problemas sexuales de sus pacientes.

o El hombre con un pene grande tiene mayor potencia sexual que el que tiene un pene pequeño.

o El deseo y la potencia sexual disminuye considerablemente a partir de los 40 ó 50 años.

o La masturbación es una práctica limitada casi exclusivamente a los hombres.

o La masturbación en el hombre o en la mujer es señal de que algo no va bien en su sexualidad.
o Durante el periodo menstrual, la mujer no está preparada para tener relaciones sexuales.

o La relación sexual sólo es plena cuando hombre y mujer llegan al orgasmo a la vez.

o Los orgasmos simultáneos son necesarios para la compatibilidad sexual de la pareja.

o La vida sexual de la mujer termina con la menopausia.

o La satisfacción sexual de la mujer depende del tamaño del pene. +

o Impotencia significa pérdida de virilidad.

o El hombre siempre está dispuesto a tener relaciones sexuales.

o El hombre que funciona bien sexualmente tiene erección siempre que ve a una mujer.

o La práctica sexual requiere siempre una buena erección (cuanto mayor mejor).

o Un pene pequeño no puede proporcionar placer a la mujer.

o El hombre no debe decir nunca que "no" al sexo.
o El hombre tiene que tener una erección total para tener orgasmo o eyacular.

Los mitos y creencias en torno a la sexualidad, no dejan de ser un control por parte de una sociedad que quiere manejar y manipular a una comunidad, promulgando para ello, modelos sexuales por los que medir su buena conducta cristiana, premiándoles o condenándoles.
Seguir los mitos es una elección, al igual que disfrutar de nuestra sexualidad., a nuestro antojo.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

Sexualidad no es siempre genitalidad

Cuando decimos que hemos tenido relaciones sexuales, qué es lo que queremos decir?; ¿que ha habido coito, que hemos hecho uso de los genitales?

Socialmente se tiende a reducir la sexualidad al ámbito de los genitales; hablamos de sexualidad y de inmediato el coito y los genitales se instalan en el pensamiento de nuestro interlocutor.

Es verdad que a veces la genitalidad es sexualidad, pero también se puede hablar de sexualidad sin que intervengan los genitales. La sexualidad es un concepto integral, y como tal debe identificarse con la totalidad del ser humano, es decir con sus aspectos biológico, psicológico y social. Así la sexualidad abarca aspectos biológicos que integran TAMBIÉN los genitales.
Toda nuestra piel es susceptible de producir placer sexual, aunque determinadas partes de ella son más sensibles y, por lo general, los genitales son una de ellas, pero no la única; el cuello, la boca, la lengua, los pies, la barriga, los pechos, la espalda, también pueden constituir lugares de especial sensibilidad, que permiten la obtención de placer sexual. Siendo esto así, en determinadas condiciones es posible prescindir de los genitales para obtener relaciones sexuales placenteras. Es tan válida para la obtención de placer sexual la utilización de los genitales, como el prescindir absolutamente de la genitalidad.

Pero en una relación sexual, como en todo lo que hace el ser humano, no solo interviene lo físico, es imposible separar lo biológico de lo psicológico y de lo social, como aspectos integrantes de la totalidad del ser humano. Es importante tener claro el concepto de sexualidad, diferenciándolo del de genitalidad, pues esto hará que disfrutemos de nuestras relaciones sexuales de manera placentera, sin miedos ni frustraciones innecesarias
Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Objetivos de la sexualidad

 …El placer en cualquiera de sus manifestaciones debería ser el principal o objetivo de la sexualidad, pues esta nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida.


La sexualidad tiene tres objetivos que interactúan entre si:
1. La reproducción: a nivel biológico.

2. El placer: a nivel psicológico.

3. La comunicación_ a nivel social.

Es verdad que estos objetivos no siempre se consiguen en una relación de pareja con o sin genitales, será necesario PODER Y QUERER. Lo deseable sería que se consiguieran siempre, al menos como decíamos al principio, el placer; sin embargo, hay parejas que se relacionan solo en alguno de estos niveles: tienen hijos, pero no se comunican bien y sus relaciones sexuales no son gratificantes; otras tienen hijos, se comunican bien, pero no disfrutan de su sexualidad; hay quien no tiene hijos y tienen una comunicación eficaz con su pareja y tampoco disfrutan de sus encuentros amorosos…Podríamos hacer muchas combinaciones y todas válidas, pues a veces incluso no se cumple ninguno de los objetivos que supuestamente tiene la sexualidad.

Cada persona vive su sexualidad de forma diferente, producto de muchos factores entre ellos la educación recibida y los modelos de sexualidad imperantes en cada momento, si somos heterosexuales, homosexuales o bisexuales. Es cierto que hay personas que se niegan su sexualidad, otras que la reprimen o la subliman, prefiriendo dedicarse a otras cosas. Cualquier opción debe ser válida y respetable si esta ha sido una elección personal.

Un criterio ético razonable, es que cada ser humano tiene derecho a vivir su sexualidad del modo que él o ella considere oportuno, siempre y cuando ello le enriquezca como persona, respete la libertad de elección sexual de los demás, sea responsable en su conducta sexual y que ésta se realice en un marco de satisfacción mutua.

Si somos capaces de vivir nuestra sexualidad con una visión integral y placentera, disfrutaremos más de nuestros encuentros eróticos y amorosos.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

miércoles, 10 de junio de 2009

Afectividad selectiva

No puede haber amor ni cariño sin algún grado de estimación, pero puede haber estimación sin amor ni cariño.

A pesar de ser la afectividad una actitud muy valorada por el ser humano, el diccionario se muestra parco a la hora de definir dicho vocablo.

Cuando hablamos de afectividad estamos expresando sensibilidad, ternura, cariño, comprensión..., en definitiva, toda una cadena de afectos que llevan al desarrollo de la propensión a querer.

Nos guste confesarlo o no, necesitamos de los afectos para sentirnos queridos, estimados, valorados... Las muestras de cariño que recibimos de otras personas, no solo son gratificantes para el bienestar emocional, también refuerzan la autoestima y la motivación para llevar a cabo las acciones de la vida diaria.

Sentimos afecto por aquellas personas con las que nos relacionamos a menudo, con las que compartimos afinidades y experiencias; también sentimos afecto por aquellas personas que sin haber tenido una especial comunicación con ellas, la intuición nos dice que el entendimiento sería fácil.

Cada persona llevamos algo en nuestro interior, que transmitimos a los demás en un primer contacto y que suscita el que nos perciban de una determinada manera, a veces sin que exista un intercambio previo de opiniones. Es lo que comúnmente llamamos “tener buenas o malas vibraciones”.

La afectividad es selectiva; aún siendo connatural a nuestra persona la propensión a ser afectiv@s, no siempre resulta fácil el manifestar esta actitud cuando la sensibilidad se encuentra ausente en la conducta de algunos individuos. Somos más afectivos con aquellas personas en las que encontramos algún grado de empatía. Los afectos necesitan siempre de la reciprocidad.
Tanto el amor como la estima, nacen en un momento determinado y pueden llegar a crecer o mantenerse a lo largo del tiempo.

La estimación al igual que el amor carece de racionalidad. Tal vez sea esa irracionalidad la que hace innecesario preguntarnos dónde acaba una y comienza el otro, o por qué con algunas personas el afecto se mantiene siempre constante a lo largo del tiempo.

Quizá en este tema es mejor sentir que preguntarse, y aunque ustedes no lo crean, incluso aquellas personas por quienes sentimos rechazo, nos “despiertan estima”, porque como alguien dijo un día, algunas compañías nos hacen estimar la soledad.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

Con vendas en los ojos

..celosos como Otelo; infieles como Casanova; pesimistas crónicos; o eternos Peter Pan...

Lo anterior, no es sino una muestra de las actitudes que mantienen algunos hombres sus relaciones afectivo-amorosas con la que comienza a ser o es su pareja.
Si el mar está lleno de muchos y variados peces, algunas mujeres se preguntan por qué habiendo tanta variedad, acaban enamorándose siempre del merluzo que menos les conviene.

Es verdad que las relaciones humanas son difíciles, pero más aún lo son cuando el amor está por medio.

La pasión, tantas veces mencionada, no conoce de razón. Se mueve por impulsos, por deseo; por sin razón... Se alimenta de cualquier estímulo que sea capaz de albergar alguna brizna de esperanza.

Todos/as, cuando pensamos en el amor, lo imaginamos placentero y satisfactorio para el bienestar emocional de la persona; sin embargo, esto no siempre es vivido así por algunas parejas. Hay relaciones que acaban convirtiéndose en una batalla de antemano perdida; repleta de dolor y con graves daños para la autoestima de éstas.

Hay quien piensa que los canallas tienen habilidades especiales, como los encantadores de serpientes. Se muestran amables y aduladores; divertidos con su amplio anecdotario egocéntrico; seductores de la palabra y del gesto acaban convirtiéndose en destructores de ilusiones.

Estos personajes de nuestra sociedad, parecen formar parte de vidas ajenas. Hay quien piensa, que nadie que se tenga en buena estima podría acabar en sus garras; ni siquiera los que se sienten más fuertes lo son cuando les ciega el amor.

El ver sin vendas en los ojos a la persona amada no es lo más difícil, el miedo al sentimiento de fracaso, hace a la persona enamorada buscar excusas que justifiquen lo injustificable. Lo más duro sin duda es ver destruida la esperanza.

No hay escuelas donde aprender cómo no sufrir en el amor y cómo no acabar siempre como saco de arena emocional.

¿De qué está compuesto el amor, para que muchas parejas mantengan una relación donde se sufre más que se ama?

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Cuando seamos viej@s


..Si escribo lo que siento, -decía Pessoa-, es porque con ello disminuye mi fiebre de sentir.

...Nuestro amor es imposible, le dice ella.
-¿Por qué? -añade él-. Porque sufro.
-¿Porque sufres?. Porque al despertar cada mañana me siento triste. Siento pena de no estar contigo, de que no estés conmigo, a mi lado.


Nuestro amor es imposible. No porque no nos amemos. No porque no te desee. No porque cada minuto del día haya dejado de esperar pasarlo a tu lado. Nuestro amor es imposible, porque a pesar de mi sentimiento, no soy capaz de sonreír sin que me duela. Necesito ser yo cuando me miras. Cuando me equivoco. Cuando pienso, y cuando siento la vida demasiado intensa...

Cada noche, dibujo una vida para regalarte cuando te vea. Una vida que no me pertenece, que no deseo, pero que invento para ti...

Al mirarte, te ofrezco la mejor de mis sonrisas. La más seductora de mis miradas. Perfumo mi cuerpo con el aroma del deseo. De tolerancia y comprensión visto cada una de mis palabras. Te muestro la fachada fuerte de mi persona, intentando ocultar los escombros...

Qué difícil es explicarte lo que siento, pero lo que siento es que te quiero, que me estoy muriendo por dentro... No pretendo entendimientos, ni si quiera que comprendas lo que ni yo misma entiendo. Solo quiero amor mío que cuando pase el tiempo, y las piernas no nos permitan echar a correr el uno del otro, sepas que nunca quise huir de ti, sino de mí, de este amor que no comprendo.

Inventé demasiados mundos para estar a tu lado, para sentir tus besos, tus caricias, tus celos, tus ansias de no perderme...; tus te quieros...
Me equivoqué, sabiendo que lo hacía. Pacté con el diablo por sentir por última vez, tu boca junto a la mía; tus manos sobre mi cuerpo; tus te quieros con fecha de caducidad...

Nada iba ya a cambiar entre nosotros. Tú, intentando vivir otra vida. Una vida sosegada. Una vida sin mí. Yo, desdibujando soledades. Pintando de colores la nada...

Hoy amor mío, pasados ya los años, y con unas cuantas canas en el corazón, quiero decirte que me mires despacio, tranquilo y en silencio, y que leas en los ojos, y en los labios de esta vieja, lo que no quisiste escuchar cuando eran de terciopelo.

Hoy solo deseo, cerrar los ojos y sentir tu mano junto a la mía. Algo más arrugada, menos pesada y más sabia. Solo tu mano sobre la mía, solo eso deseo.

Hoy solo quiero viejo mío, que me regales una sonrisa pausada, serena y que sigas más tarde mirando no sé que cosa.

Hoy solo quiero amor mío, que camines a mi lado, sin prisas, sin reproches de viejo tonto. Que me digas al oído, igual que entonces, ¡qué linda eres!, y yo te sonría.

Hoy solo quiero pequeño diablo, en esta recta final de nuestro camino, que lo acabemos juntos, el uno al lado del otro, sin atajos, sin zancadillas.
Ay viejo mío..., si pudiéramos contar el amor como contamos el tiempo, hoy mi viejo tonto, sabrías cuánto te amé, cuanto te quise y cuanto te quiero.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Sexualidad positiva

La sexualidad es uno de esos temas, del que hombres y mujeres creen saberlo todo, o casi todo; es un aspecto que interesa a todos/as, que preocupa a muchos , que hace disfrutar a muchos hombres y mujeres, y que paradójicamente a lo que esta debía ser, la sexualidad, es motivo de sufrimiento para algunas parejas.


La sexualidad es una parte de la persona, que acompaña al ser humano desde su nacimiento y hasta su muerte, que se vive y manifiesta, en cada momento de su vida, de un modo diferente, producto de lo que hemos aprendido en nuestras relaciones con los demás.
La educación recibida, nuestros miedos, sentimientos de culpa, o la propia imagen que de nosotr@s tengamos, hará que vivamos nuestra sexualidad con angustia o con placer.


Todos tenemos nuestra sexualidad, aunque cada persona a lo largo de las etapas de la vida, tiene su propio modo, su propia manera de vivir la sexualidad. No es igual la sexualidad en la infancia que en la adolescencia, o en la vejez.
Si educamos en sexualidad lo mismo que educamos en otros valores de la vida, tendremos hijos e hijas que disfruten de una vida sexual gratificante.

Fdo. Raquel Díaz Illescas.

martes, 9 de junio de 2009

El interlocut@r soñado


...En recuerdo a Carmen Martín Gaite.

Mi querido interlocut@r:

Hace unos meses me regalaste un libro envuelto con la timidez escurridiza que desea decir muchas cosas y a la vez no decir nada:…dejarlo sobre la mesa y salir sin comentarios; sin que nada se hubiese inmutado en ese instante, sin que nada ni nadie hubiese hecho algo distinto a lo habitual… (¡qué difícil es a veces entender esto, ¿verdad?!).

Prometí, no sólo leerlo, sino comentarlo contigo. De antemano te pido disculpas por dos cosas: primero por haber alargado mi comentario, y segundo, y más, o quizá menos importante, por sacarte los colores. Esto de cualquier forma no es difícil.

A pesar de que han transcurrido ya algunos meses, quiero decirte que leí ese mismo día el cuento que tímidamente me recomendaste. No tuve paciencia para esperar a llegar a aquella página que pasaba la centena. En la ciento treinta y cinco encontré el comienzo de un cuento que decía así: “No sé hablar si no veo unos ojos que me miran y no siento detrás de ellos un espíritu que me atiende”.

Es verdad mi querid@ interlocutor que pasamos gran parte de nuestra vida buscando unos ojos que nos miren, y unos oídos que estén pendientes de la propia palabra. Encontrarlo no es tarea fácil, máxime si olvidamos la parte que a nosotros nos corresponde en esta búsqueda.

Las cosas que decimos, las que transmitimos, la forma en que lo hacemos; las cosas que contamos; lo interesante de nuestra conversación, y por supuesto, algo que olvidamos con demasiada facilidad: la participación que de ésta ofrezcamos a nuestro oyente, condicionarán en gran medida su aparición.

La necesidad de contar y compartir cosas, surge ya desde la infancia: el niño busca incansable que alguien le escuche, que le haga los comentarios justos; que le preste atención… No se pregunta por el interés que tales demandas pueden causar en quien en ese momento está a su lado, sólo quiere ser atendido… Esta exigencia, aunque con algunos matices -y a veces sin ellos, la han ido arrastrando a lo largo de los años muchas personas ya adultas. Ajenos a la necesidad que tienen los otros de hablar o de escuchar según qué cosas, hay quienes hacen de la palabra todo un discurso pesado para quien le escucha. Hablan y hablan sin preguntarse el estado de ánimo de su receptor (que en ocasiones es la causa de la no atención); del interés que puedan tener sus problemas para éste.

Por interesante, gracioso, curioso, anecdótico, o importante que sea lo que queremos, o necesitamos contar, esto puede no serlo para nuestro interlocutor; pero, ¿cuántos son los que lo tienen en cuenta?

La comunicación entre dos o más personas, además de ser un intercambio de vivencias, sentimientos, y opiniones, lo es también de complicidad. Acudimos a aquéllas que nos miran a los ojos cuando hablamos, que no se ausentan quedando nuestras palabras en el vacío. Rara vez escuchamos con deleite, o conseguimos sentirnos cómodos hablando si no percibimos la reciprocidad de nuestro interlocutor.

El saber escuchar, es un arte que puede aprenderse a través de muchas conversaciones de sólo eso: escuchar. Hay momentos en que las personas no buscamos respuestas, sino compartir algo de lo que llevamos dentro.

Muchos son los que aún no han aprendido a hacer pausas para leer en los ojos de quien le atiende, para saber si le sigue con complacencia o con resignación.

Cierto, no es suficiente con querer unos ojos que nos miren y unos oídos que nos escuchen: también nosotros debemos mirar esos ojos y aprender a controlar ese verbo impaciente que busca incesante los espacios que su interlocutor pudiera dejar en una simple pausa.
No es tarea fácil el captar la atención de nuestro receptor. La atención que buscamos, la encontramos en la atención que ofrecemos a la persona que nos habla. Es una conquista del día a día, sin duda nada fácil, pero fructífera.

Es verdad que con los años nos vamos dando cuenta de que no nos sirve cualquier oyente, y que preferimos callarnos a tener delante de nosotros a ese que nos paga con un sucedáneo de la escucha soñada, que nos oye sin ganas y distraído.

Como diría Carmen Martín Gaite: “…No sabemos como es nuestro interlocutor soñado: sus atributos, su forma de ser o sentir... Lo único que sabemos es que lo echamos de menos.”
Fdo.: Raquel Díaz Illescas

Te quieros

...Te quiero porque me haces feliz...

Te quiero porque al despertar cada mañana sabré que estarás a mi lado...

A ti también Te quiero por haber creado en mí valores humanos...

Y además Te quiero, porque me cuidas cuando te necesito...
Te quiero aunque no te lo diga muchas veces...

A ti, Te quiero porque eres lo mejor y más grande que tengo en mi vida...

Te quiero por no hacerme reproches.

A ti, Te quiero porque siempre que te busco te encuentro...

Te quiero porque no necesito decir lo siento.

A ti Te quiero, porque haces de mis lágrimas el bálsamo que necesito...

Te quiero por respetar mis silencios...

No todos los te quiero son iguales. No todos los te quiero significan lo mismo. No todas las
personas son capaces de decir te quiero cuando lo sienten; ni tan siquiera todas lo dicen a las personas que quieren. Hay quien ni siquiera recuerda cuándo dijo su último Te quiero, aunque sí a quién.

Hay te quieros de amor; filiales; de amistad; a madres; a hermanas. Hay te quieros que se dicen con palabras; te quieros que se ahogan en algún lugar del alma. Hay te quieros que nunca se pronuncian, que se silencian... Hay te quieros a destiempo.

El te quiero es selectivo, aunque no todos así lo pensemos. Hay quien dice Te quiero por costumbre, por hábito, porque el momento así lo requiere. Hay quien dice Te quiero para expresar el cariño y afecto de muchos años de convivencia. Hay quien dice Te quiero como agradecimiento de un bien recibido. Hay quien dice Te quiero en circunstancias que sabe se sentirá menos ridicul@. Hay quien dice Te quiero en cuartillas perfumadas. Hay quien dice Te quiero cuando siente mucho amor. Hay te quieros vacíos.

Decir Te quiero conlleva valentía según a quien se diga; es enternecedor e inquietante, dependiendo de quien lo diga; también implica cobardía, según por qué se diga... Hay te quieros que provocan emoción, orgullo, bienestar; otros, tristeza, melancolía.

Los te quieros se expresan y se utilizan para muchas cosas: para evocar emociones, pasiones, nostalgias; para alivio del alma; para transmitir cariño, gratitud; también hay quien dice Te quiero para endulzar los oídos de quien no consiente. No todos los te quiero son sinceros.
Hay muchas formas de decir Te quiero...

Los amantes tienen licencia para decirse Te quiero, sin equívocos ni vergüenzas; con palabras; por escrito, en prosa o en verso; con miradas, o con hechos.Hay bocas de las que no nacen te quieros. Hay miradas que buscan, pero no encuentran te quieros. Hay manos que no rozarán te quieros. Hay almas vagabundas que sueñan con ser te quieros.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

El deseo en infinitivo

Movimiento enérgico de la voluntad.

Desear, es anhelar con vehemencia que acontezca o deje de acontecer un suceso, una acción;


Desear es esperar con impaciencia caricias, besos, encuentros...

Desear es aspirar a la posesión y disfrute de otra piel;

Desear es arriesgar, es poner los sentimientos a merced del deseo;

Desear es dejar al desnudo las debilidades;


Desear es saberse vulnerable hacía otro cuerpo;

Desear es ponerse vendas, es conocer la irracionalidad;

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Desear es sentir...

De las muchas acepciones que podríamos plasmar en esta columna, sin duda, ninguna de ellas vendría en el gran libro de las palabras, pero si en el sentir de quienes han experimentado más de una vez eso que hemos dado en llamar deseo, desear.

Invadiendo todo el pensamiento, llega el deseo a la persona. Se mueve de un lado hacia otro, intentando buscar esa calma que no da el desear. De su mano trae el deseo al ímpetu, la desazón, el tormento, las emociones, la fantasía, la excitación...

El deseo necesita de la presencia de lo deseado. No se conforma con contemplarlo, mirarlo y dejar a la imaginación el logro.

El deseo se alimenta de sutiles esperanzas; de instantes fugaces; de palabras encontradas...
Desear nos hace olvidar, y también revivir. Nos mantiene despiertos, dormidos. El deseo somete y zarandea al antojo de la pasión.

El deseo busca acariciar con los labios, con los ojos, con la piel, con los sentidos, con los más primarios, con los más sensitivos...

Cuando se desea, se espera impaciente la caricia ausente; los labios distantes, la mirada dedicada...; cuando se desea, se vive intensamente cada momento de ausencias.

Deseamos lo que no tenemos, lo que no nos pertenece; deseamos lo que nos está prohibido; deseamos lo que vemos lejos, lo que tenemos cerca...

Desear nos hace sentirnos vivos.

Desear, no cuesta nada, solo despertar...


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.