viernes, 27 de octubre de 2017

El recurso de los cobardes



La mentira, recurso inseparable de los cobardes.  

El cobarde, llena sus bolsillos de los que hace alforjas,  de promesas vacías, de historias, de aventuras  y momentos  fabulados para escapar de la quema, para estar aquí y allá, contigo o sin ti. 

Crea realidades de ficción, micro mundos  que maneja con astucia en cuerpos  domesticados, en mentes domesticadas en corazones domesticados…

Hace de la verdad una palabra agonizada. Solo tiene vocales y consonantes que se dan la mano y no van a ninguna parte.

No hay cobarde que no mienta, ni mentira que no manche alguna verdad.

Su boca,  sus manos  y sus palabras están sucias y enviciadas. 

Crea mundos ficticios, los manipula, los vende y  los pervierte.

La mentira agrede, desestabiliza y  aleja  y el cobarde la maneja en ausencia de empatía, en ausencia de corazón. 

Vive en el carnaval de la máscara,  del disfraz y la voz manchada. 

Habla de lo que no sucedió, de lo que no vivió o hizo. Lo maquilla y dota de animación y autenticidad.

No se expone y cambia de tema, igual que transforma el gesto. 

Llena su boca y su verbo de palabras frías, hacia quien cuestiona sus hechos. 

Experto en el chantaje emocional, chantaje de la huida y el abandono. 

Buscador de presas fáciles en quien volcar sus frustraciones  y mentiras. 

El cobarde huye, se esconde, ensucia las palabras, las pervierte, corrompe y prostituye. 

Maquilla los verbos, desordena el pensamiento y altera los sueños.  

Rompe los abrazos, deja seco los besos y ahuyenta todos los te quiero. 

Golpea y hace añicos  la confianza.  Maltrata los presentes y destruye todos los futuros. 

Desconoce lo que es amar, y el universo de los afectos solo son vocablos que se escriben sobre blanco. 

No admite ni permite la crítica. Cuando se siente acorralado huye dejando la huella de la duda y la culpa a quien se queda.  

El cobarde no se enfrenta ni escucha porque el escuchar le hace vulnerable, le despoja de sus mentiras y le deja desnudo ante el silencio.

Se alimenta de quimeras, quimeras que genera compulsivamente.

El cobarde nunca confiesa, culpabiliza a los otros de  su estado, de sus farsas y su cobardía. 

No sabe vomitar verdades, es experto en escupir mentiras. 

Cuando se siente atrapado, descubierto y sin salida busca una nueva mentira para salir nuevamente del paso, de un paso ya con un solo destino. 

Aún cubierto de inmundicia y soledad, el cobarde busca nuevas invenciones que le permitan volver al ruedo de la fabula y la manipulación. 

Es un pobre diablo que va cual bufón de rama en rama creyéndose  a salvo en cada nueva mentira.

Pobre diablo, que sin él saberlo, va diseñando espacios donde solo encontrará silencios, silencios vacíos.  

El cobarde, el que miente,  se siente humo sin sus historias, y con ellas se convierte en cenizas. 

Y es que la mentira es una navaja que se va urdiendo en los rincones, en las esquinas y cobijos del corazón y llega un momento que la hemorragia inunda todos los espacios, incluso los vacíos.  

Y cuando ya no hay corazón, ni alma que traicionar, las bocas se vuelven mudas y los oídos sordos  y los ojos se cierran para evitar sentir.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.



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