domingo, 20 de diciembre de 2009

El Deseo (I)


Desear es un verbo que se conjuga en infinitivo, que vivimos en gerundio, y que esperamos sea participio.


La falta de deseo es sin duda uno de los motivos que llevan a las parejas a la consulta de un/a terapeuta sexual.


A mediados del siglo XX la pareja Masters y Johnson saltó a la fama con su revolucionario libro “La Respuesta sexual humana”. Sin duda estos fueron los pioneros de la investigación sexual, y fruto de sus trabajos, determinaron cuatro fases en la respuesta sexual humana: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Pero fue la científica y terapeuta Helen Kaplan, quien advertiría de una primera fase previa a las enunciadas por Masters y Johnson, El Deseo.


Sin duda el deseo es un aspecto fundamental para cualquier encuentro erótico sexual. Sin deseo, las relaciones sexuales se convierten en encuentros obligados, rutinarios, por débito.


Nuestro estado de ánimo, lo que nos guste o nos vaya dejando de gustar de nuestra pareja, su olor, sabor, tacto, el uso que hagamos de las fantasías sexuales, cómo se encuentre nuestra autoestima, la comunicación que tengamos con la persona amada, lo que disfrutemos o no de estos encuentros, y por supuesto los elementos culturales… todos ellos serán aspectos o factores que facilitarán o dificultarán nuestro deseo para mantener una relación sexual placentera.


Es verdad que a pesar de la importancia que tiene el deseo en las relaciones sexuales, no cuidamos lo suficiente los aspectos anteriormente mencionados, parapetándonos en aquello de que el sexo debe ser espontáneo, natural y esas situaciones que acaban en desastre.


El deseo sexual hipo activo, está presente en el día a día de muchas mujeres, manifestando éstas, una falta de interés por el sexo, ausencia de fantasías en sus relaciones, y la demora o disminución de los encuentros afectivos sexuales.


Evitar cualquier acercamiento que conlleve mantener relaciones sexuales, es un hecho muy experimentado por algunas mujeres. Este rechazo o evitación acaba produciendo malestar en la convivencia de la pareja y sufrimiento para ambos miembros: uno porque desea mantener relaciones sexuales, y el otro por la ansiedad que esto le produce.


Las causas, como ya hemos indicado, pueden ser muy diversas. Así mismo, cuando la mujer no disfruta de las relaciones sexuales, siente malestar general, somatizando en ocasiones estos encuentros que pueden venir motivados por un problema de excitación o de anorgasmia, situaciones que no invitarán a repetir los encuentros, y sí a aumentar los problemas con la pareja.


La frecuencia de las relaciones sexuales estaría marcada en una pareja armónica por el deseo de ambos miembros, aunque lógicamente no tiene por que ser el mismo en todas las personas, independientemente de su sexo biológico, mediando así los acuerdos que cada pareja tenga establecidos. Pero no ocurre lo mismo con las parejas en que uno de sus miembros (1) tiene un deseo sexual hipo activo o inhibido, eso que comúnmente se dice “que nunca le apetece”, pues esta inapetencia de uno de ellos, genera desavenencias, pues el/la que desea, no deja de hacer intentos por conseguir lo deseado, percibiendo estos rechazos, como algo personal, sintiéndose frustrado. La persona con menos deseo, cede por obligación, y acaba reduciendo sus relaciones sexuales a encuentros que debe mantener, adoptando un “rol de espectador/a”, donde se deja hacer sin implicarse, no disfrutando de ellas, y esperando que su pareja acabe pronto, se duerma y le deje tranquila hasta la siguiente, que espera sea lo más tarde posible.


Esta situación acaba formando parte de un círculo vicioso, donde se genera mucha frustración y rabia, y donde la comunicación entre sus miembros es cada vez más difícil.


Con este panorama emocional, el deseo sexual acabará siendo inexistente, por lo que las relaciones sexuales de la pareja no serán temidas, solo en este caso, por la mujer sino también por el hombre, que se sentirá frustrado en cada intento de acercamiento.


Como hemos visto, y como sabemos, muchas parejas viven sus encuentros sexuales con ansiedad, miedo y frustración. Cada uno a su manera, intenta pensar que se solucionará, o que esto debe ser propio de cada sexo, y ambos siguen sin disfrutar y gozar de una vida sexual satisfactoria. Se quedan en el lamento, la resignación, y en el peor de los casos en la frustración; pero lamentablemente las cosas no se solucionan solas, y precisamos, al igual que cuando sentimos cualquier dolencia, acudir a un/una profesional con experiencia en la materia, olvidándonos y despojándonos de tantos prejuicios sociales que condicionan nuestra vida afectiva y sexual.


Nos queda todo un año por delante: lo deseable sería poderlo vivir con una sexualidad positiva, placentera. Son muchos días para disfrutar y solo necesitamos ponerle a nuestro deseo, la acción.




Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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