jueves, 12 de mayo de 2011

Cómo tomar decisiones (I de II)

La toma de decisiones consiste en encontrar una conducta adecuada para resolver una situación problemática, en la que, además, hay una serie de acontecimientos inciertos.

La incertidumbre y el sentimiento de incapacidad que muchas personas manifiestan cuando tienen que tomar una decisión, relevante o no, les provocan pensamientos recurrentes a lo largo del día que dificultan el buen desempeño de las actividades de su vida cotidiana. El sentimiento de “no elegir la mejor opción” bloquea cualquier elección. Todas las alternativas parecen posibles y a su vez todas se convierten en rechazables. Dejar que el tiempo decida, acaba siendo su opción.

Hay modelos clásicos de cómo se toman las decisiones (Hastie, 2001) y existe un esquema básico de resolución de problemas (D´Zurilla, Goldfried, 1971) que plantea cómo hacerlo de forma efectiva.

Pero debemos tener en cuenta que, por muchos modelos con evidencia empírica que podamos encontrar en la práctica clínica, no podemos olvidar que cada persona es diferente, por lo que su proceso de afrontamiento en la resolución de sus problemas también lo será.

Es verdad que todas las decisiones no entrañan el mismo riesgo, consecuencias o malestar para la persona y tampoco todas las personas encaran de la misma manera una misma decisión. Hay quienes toman grandes resoluciones en temas políticos, financieros o laborales todos los días y lo hacen con fluidez y con una metodología pormenorizada y sin embargo no son capaces de abordar, por ejemplo, decisiones relacionadas con su esfera sentimental.

La experiencia de vida y su historia de aprendizaje influirá en el modelo o método de toma de decisiones que cada persona lleve a cabo en este, a veces, complicado proceso.

Una vez que la persona ha detectado un problema, real, imaginario, probable o no, y decide abordarlo, debe contemplar:

• Analizar la situación: con una visión clara y lo más objetiva posible de la misma, ya que a veces estar demasiado inmersos en el problema no nos deja verlo con la objetividad que se precisa en cualquier toma de decisiones.
• Escuchar opiniones: esto permitirá tener una visión más global del problema y sobre todo analizarlo desde la perspectiva que da verlo desde la distancia. Esto no quiere decir que decidan por nosotros.

• Determinar los elementos que son relevantes y obviar los que no lo son: se deben analizar las relaciones que hay entre ellos y la forma que tenemos de influir en estos. A veces, no tener claro lo que es relevante de lo que no lo es, puede llevar a una toma de decisiones errónea.

• Determinar la prioridad o necesidad que tenemos de dar una solución a nuestro problema: es importante definir el impacto que el no tomar una decisión puede conllevar a nuestra estabilidad emocional, por lo que será conveniente establecer unos plazos que nos sirvan de guía en nuestra toma de decisiones.

Veremos los pasos que debemos seguir una vez determinada cual es la situación problemática y analizada en profundidad, para tomar decisiones lo más acertadamente posible. Hasta entonces, intenten tomar sus decisiones estimándose, valorándose y respetándose. En definitiva, queriéndose mucho.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas

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