jueves, 9 de junio de 2011

Creando espacios físicos o imaginarios…

La vida no deja de sorprendernos: a veces, cuando observamos nuestra capacidad vital y otras, cuando descubrimos hasta dónde podemos llegar.

Somos seres para el contacto y la vinculación y por ello el ser humano desea encontrar a alguien en su vida con quien poder compartir aquellos momentos del día a día que, a veces, para quienes desde hace muchos años tienen a alguien a su lado, no siempre valoran (quizá porque la valoración pasaría por intentar ser un poco más feliz) .Tener un proyecto de vida con alguien a quien amas y te corresponde, es algo que el ser humano consciente o inconscientemente lo busca, aunque rara vez lo encuentre, como sería su deseo.

Desear requiere acción, pero la mayor parte de las veces, las personas esperan que ocurra aquello que desean sin poner en marcha los recursos que lo provocaría.

Los miedos viven y se alimentan en el pensamiento del ser humano dificultando o impidiendo conocer y disfrutar de otra piel. Tenemos miedo al rechazo, “a no dar la talla”, a sentirnos ridículos haciendo o diciendo simplemente aquello que sentimos. Buscamos espacios y contextos donde desinhibir el lenguaje, las miradas, las caricias furtivas y lugares donde el cuerpo se mueva al ritmo de cada momento, buscamos espacios donde no seamos juzgados y a personas que no nos clasifiquen.

Y ahí aparecen los periodos estivales, y las ferias y fiestas en las que las personas se “dan permiso” programado. Todos van a disfrutar y a pasarlo bien, por lo que los “miedos” se ausentan temporalmente. Hay licencia social para bailar sin reprimirse, tomarse unas copas, coquetear, intercambiarse números de teléfono y a veces incluso volver a encontrarse…

¿Qué hace que las personas se desinhiban en las ferias, cuando salen de vacaciones?... ¿Qué hay en el ambiente que lleva a las personas a disfrutar de esos momentos?…

¿Necesitamos crear espacios para no pensar, para no controlar, para disfrutar?...

¿Son esos espacios los más idóneos o adecuados para vivir una historia de amor?

Las personas consiguen desinhibirse cuando saben que no serán juzgadas, cuando se olvidan de las miradas inquisidoras o cuando no les importa quién las mira o se atreve a juzgarlas.

El ambiente de las ferias y fiestas, así como en el de las vacaciones, se encuentra impregnado de sabor a libertad, que hombres y mujeres desean paladear hasta hartarse, porque en esos días se abre la veda para quien así lo desea. Probablemente necesitemos esos lugares “permitidos” para poder dar rienda a la contención.

Es posible que estos periodos no sean los más “adecuados” para encontrar a quien busca el refugio de unos brazos, de unos labios que acaricien una boca, pues la gente acude a las ferias y fiestas con el ánimo de divertirse bebiendo y bailando hasta que el cuerpo aguante, y los sentimientos no siempre son permitidos en estos eventos; aunque a veces se filtran sigilosamente y otras consiguen desbordar cualquier pensamiento.

Dejar de controlar, de guardar las formas, las apariencias, de ser políticamente correcto, olvidarse de esperar, que nos digan, que nos provoquen, que nos seduzcan y empezar a hacer aquello que deseamos sentir en cada momento y con las personas que queremos, que deseemos o que nos apetezca. Acercándonos, proponiendo, sugiriéndolo, expresándolo y más tarde si así lo deseamos, viviéndolo…Todo esto se encuentra en el pensamiento de muchas personas y permanece allí en ocasiones intacto durante toda su vida.

No sé si las ferias y fiestas serán el mejor contexto donde puedan germinar historias de amor y/o de pasión, lo cierto es que deberíamos ser capaces de crear espacios o lugares, físicos o imaginarios, que nos permitieran vivir conforme a lo que sentimos aunque esto no fuese acorde con lo que se espera de nosotros.

Es importante saber dónde y con quién estamos en cada momento, lo que queremos y deseamos, pero resulta muy interesante permitir que la vida nos sorprenda.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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