jueves, 22 de diciembre de 2011

Fiesta del nacimiento del sol, el nacimiento del salvador y canto a la vida. (de Felix López mi amigo)

A los humanos se nos ha dado la posibilidad de hacernos preguntas y saber algunas cosas, seguramente no las más importantes. Al ponernos de pié, como dice Ortega y Gasset, nos hemos convertido en un signo de interrogación. Todo parece indicar que nuestra inteligencia se ha desarrollado luchando por la vida, no comprendiéndola. Es así como sabemos amar u odiar, defendernos o atacar, ser tiernos o crueles, y tantas cosas más. Sabemos vivir, luchar por la vida gozando y sufriendo, según la rueda de la fortuna y nuestras propias habilidades; pero no sabemos por qué vivimos. No nos ha sido dada la posibilidad de comprender el por qué de nuestro origen, nuestro destino y, sobre todo, el sentido de la vida.

Algunos tienen la suerte de creer que tenemos un salvador: una creencia muy comprensible, que ¡ojalá1 sea cierta. Es la defensa más esperanzadora del ser humano, tan vulnerable y temporal.

Yo no lo sé, me considero un ignorante, siempre lleno de dudas, sorprendido de las certezas ajenas. Yo solo puedo estremecerme con incertidumbre ante el misterio de la vida: llegó al misterio, puedo ponerme de rodillas o cantar las alabanzas ante el misterio de la vida y sobrecogerme ante la grandeza y armonía del universo, también cuando contemplo una rosa, veo sobre la hierba el rocío, entierro una semilla en el surco, huelo la madera de una rama de manzano podada o la paja en los anocheceres de verano.
Mil razones tengo para cantar la vida, como el pajarillo de la canción:

“No pienses que porque canto,
tengo el corazón alegre;
que soy como el pajarillo,
que si no canta se muere”

Pero cantar es una cosa y saber por qué se canta es otra.

Mientras tanto sé que vivimos un tiempo, que se me hace muy corto, en una franja muy pequeña de la tierra (solo unos kilómetros más abajo la tierra esta ardiendo, a cientos de grados) y más pequeña aún es la capa de aire con oxígeno. Este es nuestro sitio, pequeño y amenazado, también por nuestros excesos, y esta es nuestra vida, una cadena de vidas humanas que empezó hace tiempo y que acabará un día incierto, pero seguro.

Estos días celebramos todos cosas bien importantes: la venida del Salvador, unos, la fiesta del Nacimiento del Sol, otros.

En estos días la tierra se ha alejado del sol tanto que hace frío. Para seguir viviendo, es necesario que el Sol y la Tierra mantengan su armonía misteriosa, el baile que nos permite cantar y batir palmas. Por ello, cantando la vida, al son de está música celestial, hago esta ORACIÓN a

Dios o a la Naturaleza, que sé yo:

A ti que eres la Madre Tierra que pisamos,
gracias por esa pequeña franja de la vida;
eres nuestro hogar en un mundo misterioso,
sin saber si estamos al norte o al sur del universo,
si vamos sobre ti a alguna parte,
ignorando las fuerzas que nos gobiernan;
ahora que te has alejado tanto del sol,
ahora que el frío nos amenaza y nos hace recordar la fragilidad de la vida humana;
te pedimos que sigas bailando con el Sol a la distancia justa,
ni demasiado lejos, ni demasiado cerca.


Lo estáis haciendo muy bien, y por ello os cantamos: ¡aleluya!
¡Por favor!, Madre Tierra, sigue emparejada con el Sol;
no te sueltes, no le abandones y sigas a la deriva,
baila un año más y muchos otros más,
que la Luna os acompañe palmeando vuestro baile,
que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan contarlo y cantarlo,
por los siglos de los siglos.

Oh Madre Tierra, gira una vez más,
No sigas alejándote,¡por favor!
no le pierdas la cara al Sol,
el calor de la vida,
luz de la mañana, ¡que nos trae el amanecer!
luz romántica de la tarde, ¡que tengamos razones para amar!

Bendito Sol y bendita Tierra, seguir bailando,
mirad que la Luna no os pierde ojo,
y nosotros queremos seguir cantando.
Os necesitamos, os adoramos.

Bailar un año más, el que viene y todos los venideros,
por los siglos de los siglos. Amen.


Así el poeta, será nuestro profeta, un año más:

“habrá estrellas y flores,
y suspiros y esperanzas,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas”

(Juan Ramón Jiménez)

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