jueves, 16 de junio de 2016

La comunicación es un amante condicional




La comunicación seduce, erotiza, atrae, genera vínculos, enamora, aleja, acerca, provoca conflictos, despierta curiosidad, aprendizaje, induce a la fantasía y a la imaginación; promueve alianzas, encuentros y desencuentros; nos moviliza por dentro y nos activa por fuera; nos hace pensar, sentir y actuar; es una dulce, potente y flexible herramienta para los procesos de cambio.

La comunicación se llena de adjetivos, de sustantivos, de adverbios,  de proposiciones, conjunciones y verbos que se ponen a disposición de los interlocutores para ser usados y a veces silenciados, desde las emociones o desde la razón.

La comunicación es una casa con habitaciones amuebladas y vacías; con muebles viejos y modernos; con espacios soleados o sombríos, cálidos o fríos, acogedores o inhóspitos. Habitaciones que se pintan de colores de la mañana a la noche, y se vuelven grises  cuando todo se queda en silencio. Habitaciones con ventanas cerradas  y ventanas esperando abrirse de par en par.

La comunicación es un amante que nos abraza y acaricia, que nos besa y erotiza, que nos espera y nos demanda, que nos mira y juega con nosotros, si queremos, podemos y sabemos…

La comunicación desdibuja pasados, nos hace vivir presentes y nos permite soñar con futuros.  Nos balancea, vapulea, agita y también nos lleva a la calma.

Tiranizamos las palabras, las manipulamos, las dosificamos, las controlamos, las pensamos y sentimos.

Con las palabras nos acercamos a personas, a diferentes personas, incluso a aquellas que sabemos que nuestro verbo nunca se conjugará en su boca, en su mente o en su cuerpo.

La experiencia de vida y los aprendizajes adquiridos,  nos enseñan a mimar el léxico, a regalarlo, a cultivarlo, y balancearlo entre las emociones de quien escucha.

Las palabras salen en busca de una mirada, de una caricia, una boca en la que sumergirse o un sexo en el que adentrarse. Se filtran entre la comisura de los labios, atrapan el cuerpo y rinden a la mente.

Las palabras seducen cuando se mueven, cuando se mecen, cuando son  inteligentes, sabias, experimentadas y también inocentes. 

Las palabras bailan tangos y bachatas y a veces provocan kizombas.

Cuando nos comunicamos en ausencia de miedos, prejuicios e inseguridades, y nos atrevemos a mirar a nuestro interlocutor con todos nuestros sentidos, podríamos sentir que hemos encontrado “El interlocutor soñado” del que hablaba Carmen Martin Gaite.

Y tú ¿Has encontrado tu “interlocutor soñado”?

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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