La
mentira, recurso inseparable de los cobardes.
El
cobarde, llena sus bolsillos de los que hace alforjas, de promesas vacías, de historias, de
aventuras y momentos fabulados para escapar de la quema, para
estar aquí y allá, contigo o sin ti.
Crea
realidades de ficción, micro mundos que
maneja con astucia en cuerpos
domesticados, en mentes domesticadas en corazones domesticados…
Hace
de la verdad una palabra agonizada. Solo tiene vocales y consonantes que se dan
la mano y no van a ninguna parte.
No
hay cobarde que no mienta, ni mentira que no manche alguna verdad.
Su
boca, sus manos y sus palabras están sucias y enviciadas.
Crea
mundos ficticios, los manipula, los vende y
los pervierte.
La
mentira agrede, desestabiliza y aleja y el cobarde la maneja en ausencia de empatía,
en ausencia de corazón.
Vive
en el carnaval de la máscara, del
disfraz y la voz manchada.
Habla
de lo que no sucedió, de lo que no vivió o hizo. Lo maquilla y dota de
animación y autenticidad.
No
se expone y cambia de tema, igual que transforma el gesto.
Llena
su boca y su verbo de palabras frías, hacia quien cuestiona sus hechos.
Experto
en el chantaje emocional, chantaje de la huida y el abandono.
Buscador
de presas fáciles en quien volcar sus frustraciones y mentiras.
El
cobarde huye, se esconde, ensucia las palabras, las pervierte, corrompe y
prostituye.
Maquilla
los verbos, desordena el pensamiento y altera los sueños.
Rompe
los abrazos, deja seco los besos y ahuyenta todos los te quiero.
Golpea
y hace añicos la confianza. Maltrata los presentes y destruye todos los
futuros.
Desconoce
lo que es amar, y el universo de los afectos solo son vocablos que se escriben
sobre blanco.
No
admite ni permite la crítica. Cuando se siente acorralado huye dejando la
huella de la duda y la culpa a quien se queda.
El
cobarde no se enfrenta ni escucha porque el escuchar le hace vulnerable, le
despoja de sus mentiras y le deja desnudo ante el silencio.
Se
alimenta de quimeras, quimeras que genera compulsivamente.
El
cobarde nunca confiesa, culpabiliza a los otros de su estado, de sus farsas y su cobardía.
No
sabe vomitar verdades, es experto en escupir mentiras.
Cuando
se siente atrapado, descubierto y sin salida busca una nueva mentira para salir
nuevamente del paso, de un paso ya con un solo destino.
Aún
cubierto de inmundicia y soledad, el cobarde busca nuevas invenciones que le
permitan volver al ruedo de la fabula y la manipulación.
Es
un pobre diablo que va cual bufón de rama en rama creyéndose a salvo en cada nueva mentira.
Pobre diablo,
que sin él saberlo, va diseñando espacios donde solo encontrará silencios,
silencios vacíos.
El
cobarde, el que miente, se siente humo
sin sus historias, y con ellas se convierte en cenizas.
Y
es que la mentira es una navaja que se va urdiendo en los rincones, en las
esquinas y cobijos del corazón y llega un momento que la hemorragia inunda
todos los espacios, incluso los vacíos.
Y
cuando ya no hay corazón, ni alma que traicionar, las bocas se vuelven mudas y
los oídos sordos y los ojos se cierran
para evitar sentir.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
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