Nadie que te quiera te golpeará allí donde
vive tu dolor.
Si el verbo se calienta, que lo haga hacia
dentro, que beba agua fría o meta la cabeza en un rio, en un pozo o contenga el
escalofrío; que huya o se golpee o simplemente desaparezca.
La memoria se ensucia, se mancha y se activa
y te acompaña y no olvida.
Nunca habrá un momento que justifiquen las palabras
que golpean, humillan o hieren a quien se quiere.
El corazón se entristece y quiere seguir
queriendo pero no puede.
Nada absolutamente nada, justifica la
agresión, tampoco la verbal.
El único hábito que debes practicar con el
lenguaje es el hábito que te vincule nunca que te aleje.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas
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