lunes, 26 de julio de 2010

La primera cita: De qué cosas debemos hablar y de cuáles no (I).

En una primera cita se puede encontrar una buena amistad, y a veces también, un estupendo amante con quien, en un futuro, compartir un proyecto de vida.
Tener una cita, según a qué edades, y para qué personas, forma parte de lo extraordinario, de algo positivo, deseado, novedoso, incluso algo que puede generar ansiedad ante el no saber cómo comportarse, de qué hablar o de qué no. Lo cierto es que tener una cita es para algunas o muchas personas un motivo de satisfacción y que en su deseo está que salga bien, pues como ya sabemos, lo que deja buen sabor de boca, deseamos repetirlo.

Muchas de las frustraciones que causan las primeras citas, vienen dadas por comentarios poco acertados o apresurados, que se hacen en ese primer encuentro, con esa persona a quien no conocemos y que tampoco ella nos conoce. Saber qué cosas favorecen ese encuentro y cuáles lo perjudican, hará que la primera cita sea un éxito o un auténtico desastre.

Es verdad que no todas las personas, sean hombres o mujeres, se plantean si hay temas o cuestiones que es mejor no abordar en ese primer encuentro, y simplemente se dejan llevar por las buenas normas sociales: ser espontáneo/a y sobre todo sincero/a. Ambas con muy buena reputación en lo que a relacionarse se refiere.

Teniendo presente que hay factores que podrán influir en un primer encuentro, como la interacción que establezcamos con la persona citada (el lugar o ambiente donde la cita se produzca, las artes de seducción de aquella, lo que nos cuente, la experiencia, la fluidez verbal, etc., etc.), hay aspectos que deben cuidarse si en el deseo está que no olviden nuestro teléfono.

Entonces, en una primera cita ¿Hay que dejar que actúe la espontaneidad? ¿De qué se debe hablar? ¿Hay cuestiones que no se deben tocar, preguntas que no se deben hacer? Veamos:

- Ser espontáneos/as: La espontaneidad, es para algunas cuestiones una cualidad estupenda, pero no para una primera cita, pues no hay que olvidar que esa persona no sabe nada de nosotros/as, de nuestro sentido o no del humor, de nuestra ironía, de nuestra forma de pensar en este o ese tema, etc. Es por lo que no debemos aventurarnos a decir todo aquello que se nos venga a la boca, pues ésta podría parecer de ganso. Planificar no significa restarle naturalidad a las experiencias, sino sumar tranquilidad y seguridad a nuestras emociones.

- Hablarle de tus anteriores relaciones: Hay temas o cuestiones que no deben plantearse ni tampoco secundar, pues resultan de mal gusto. Hablar de los/as ex lo es, pero curiosamente es un tema que sigue formando parte del repertorio de las primeras conversaciones que se mantienen cuando se conoce a una persona. La cuestión no radica en que se hable bien o mal de las anteriores relaciones, sino simplemente en que “las invitemos” a nuestra cita. No debemos de olvidar que, cuando estamos conversando, no dejamos de transmitir información, no solo de lo que estamos contando, sino también de nosotros/as, de cómo somos y cómo sentimos, de nuestros deseos y anhelos…, y muchas veces, el desconocimiento que ambas personas tienen el/la del otro/a, lleva a malos entendidos e interpretaciones. De manera, que dejemos tranquilos a las/os ex, éstos/as no forman parte de esa cita.

- Hablar demasiado: Hablar nos permite decir aquello que sentimos u opinamos, pero interaccionar nos facilita conocer a la persona que tenemos enfrente. El conocimiento que va adquiriendo una persona de nosotros, no lo hace solo por la información verbal que le vamos regalando, lo hace también cuando le miramos en silencio. Es importante saber expresar lo que sentimos, lo que deseamos y queremos, pero lo es también el escuchar lo que siente, piensa y desea quien nos mira.

- Curriculum médico: Llegados a una edad, el curriculum de enfermedades o paseos por el quirófano, en ocasiones se asemeja en extensión al laboral, lo que no es motivo para contarle con todo detalle al interlocutor nuestras andanzas con la medicina. Hablar de úlceras y fluidos varios, hace que la conversación resulte poco seductora. Mostrarse muy experimentado en cuestiones de bisturí y pruebas raras no son precisamente inductores del deseo, al menos no del sexual. Luzcamos lo mejor que podamos o sepamos nuestra fachada y dejemos los interiores para otros menesteres más prosaicos.

Cuando aprendemos a conocer nuestras debilidades, es más fácil hacer uso de nuestras fortalezas.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

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