Hemos visto como el deseo de emparejarse emocional y sexualmente a otra persona, va vinculado en muchas ocasiones al miedo al fracaso, a las dificultades de socialización, a los problemas para mantener relaciones sexuales con otras personas, el miedo en definitiva a la soledad.
Si las personas tuvieran cubiertas sus necesidades afectivas y sexuales con diferentes personas ajenas a la figura de la pareja ¿buscarían emparejarse? Y las que viven en pareja ¿seguirían juntas?
Pues posiblemente en muchos casos no. Pero la realidad es que el ser humano está hecho para el contacto y la vinculación, y la mayor parte de su vida la pasa en este intento, en el que sufre muchas decepciones, sintiéndose inseguro de sus propias decisiones, y en muchos casos solo. Pero lo cierto es que quienes consiguen ese acoplamiento armónico en el que ambas partes se saben queridas, respetadas y deseadas, la persona consigue el equilibrio emocional que le permite disfrutar en pareja.
El miedo a la soledad lleva a muchas parejas en conflicto a vivir relaciones que producen dolor, frustración e insatisfacción. No se sienten bien con su relación de pareja, pero tampoco saben qué pueden hacer para que eso cambie. Y es precisamente en el cambio, en lo que han dejado de creer sus miembros.
La falta de motivación, recursos, habilidades o estrategias son de las que la pareja siente ya carecer para poder “conquistar territorios perdidos”.
Tomar decisiones sobre su relación de pareja, se convierte en un gran paisaje en el que solo se ven charcos y pocas soluciones para esquivarlos o en su caso, una vez dentro salir de ellos.
Y es que cuando la relación de la pareja está demasiado deteriorada, la salud emocional de sus miembros también se siente dañada, y unos y otros acaban haciéndose daño.
Muchas veces la pareja se frustra porque su relación ha cambiado, ya no es como antes... y se olvidan del paso del tiempo, de que ellos tampoco son los de entonces y sobre todo se olvidan de cómo han cultivado y alimentado su vida afectiva y sexual a lo largo de su convivencia.
También están quienes después del paso de los años inquieren a su pareja reprochándole la ausencia de intimidad, comunicación o de “buen sexo”, sin preguntarse qué han podido o podrían hacer ellos para que esto fuese diferente
La persona insatisfecha emocional y sexualmente, también se siente vulnerable hacía gestos, palabras, caricias, abrazos o besos ajenos, lo que lleva en muchas ocasiones al deterioro progresivo de la convivencia en pareja, al miedo, a la confusión y viendo aún más complicada una salida a lo que entienden es “un problema sin solución”.
Lo deseable sería poder vivir en pareja si este es el deseo de la persona, y si no es así sentir cubiertas las necesidades socios afectivos y sexuales con quien uno pueda, quiera y desee.
Puedes leer el anterior:
Y cuando la pareja no llega a cubrir las necesidades psico afectivas y sexuales ¿Qué ocurre? ¿Qué podemos hacer?
Fdo.: Raquel Díaz Illescas
Si la sexualidad es sinónimo de placer ¿Qué hace que no sea esto lo que sienten algunas personas cuando la practican?; ¿Qué influencia tiene la educación recibida, los modelos sexuales? Para que la sexualidad sea gratificante, ¿qué lugar ocupa el coito?. En este blog, que he llamado “sexualidad positiva”, vamos a ir deslizándonos, con caricias, besos, lametones, y aquello que nos haga sentir bien, en una sexualidad placentera, en una sexualidad positiva….
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