martes, 8 de julio de 2014

Motivos para estar juntos, motivos para estar a tu lado...

Necesitamos motivos para estar juntos y para dejar de estarlo...

A través del cine, la literatura y la cultura popular, nos han metido a cucharadas el amor como un estado de pasión permanente, intenso y  con fecha de caducidad.  Un estado en la vida que hay que vivirlo siendo conscientes de que con el paso del tiempo se irá apagando, y entonces  si esto es así ¿qué nos queda?

Más que hablar de la temporalidad de los estados del enamoramiento  o que este pueda ser eterno, lo realmente interesante seria  entender que es posible  alimentar la pasión interpersonal de una u otra forma y que, como dice Félix López, “ ...lo decisivo es la decisión de estar juntos y la satisfacción de estar juntos, con un grado u otro de pasión sexual. Es un error creer que basta con la pasión del enamoramiento o que hay que seguir sintiendo de por vida la conmoción mental, física y afectiva de la pasión, para que la pareja tenga sentido”.

Pero lo cierto es que cuando amamos, deseamos la pasión por la presencia, la compañía, las caricias, el afecto y el sexo del otro, siendo este deseo más intenso en las primeras etapas del enamoramiento, o eso que se dice “del irse conociendo”. Y en este proceso de conocimiento y acoplamiento con el otro es cuando empiezan a germinar las inseguridades, las preguntas sin respuesta, el miedo al abandono y la pérdida; y  es entonces también cuando empezamos a medir el grado e intensidad con que nos sentimos amados, deseados y queridos por el otro, y en qué medida nosotros amamos, queremos y deseamos su presencia en nuestros días.

La clave quizá no esté tanto en poner en valor nuestro grado de pasión, sino como sigue diciendo Félix López, “...lo que tiene sentido es tener motivos para estar juntos, estar satisfechos de estar juntos y gozar de estar juntos. Porque, en el fondo, lo que verdaderamente necesitamos es estar seguros de que el otro nos ama -eso nos hace valiosos, dignos de ser amados- y seguros de amar al otro -es decir, sentirnos a la vez capaces de amar- en definitiva, sabernos amantes amados o amados amantes”.

En los comienzos de la vinculación amorosa, las personas necesitamos saber dónde estamos situadas con el otro, lo necesitamos para poder establecer pactos y códigos de intimidad que nos permitan poner en orden nuestras emociones. Pero en muchas ocasiones alguno de los miembros , o ambos no son capaces de darle nombre a lo que sienten ni siquiera a la vinculación que se está creando entre ellos.

¿Amigos con derecho a roce, “Folla-amigos”, “una aventura”, personas que se están conociendo con fines comunes, pareja...?

En “esta relación” ¿hay exclusividad?

Es el miedo al compromiso lo que lleva a algunas personas a no abandonarse a las caricias descontroladas, a los besos de media tarde o a la complicidad de las miradas furtivas. Y es entonces cuando el verbo se silencia y se esconde para más tarde hacerse reproche en busca de un “te quiero”.

La vivencia de intensidad, desprendimiento y pasión que regalan las primeras etapas del enamoramiento no siempre son vividas, expresadas y ni siquiera sentidas de la misma forma y manera en sus miembros, provocando en muchas ocasiones desajustes emocionales en el proceso de vinculación, que hace de esta maravillosa experiencia un “fracaso no siempre controlado”.

Y a caso, ¿es la intensidad del deseo por el otro, la pasión o los susurros amorosos los que nos hacen saber lo que necesitamos estar cerca del otro?

Y si le dedicáramos un tiempo a pensar ¿qué motivos tengo para seguir a tu lado?

Seguiremos....

 Fdo.: Raquel Díaz Illescas


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