jueves, 15 de abril de 2010

La expresión de la identidad viril. La disfunción eréctil

…incapacidad parcial o completa, recu¬rrente o persistente, para alcanzar y mantener la erección una vez conseguida.

Los estereotipos de la cultura de género occidental han desnaturalizado la percepción y comprensión de esta fase de la respuesta sexual humana (la excitación) Sin duda la literatura y el cine han contribuido al imaginario y la fantasía de muchos hombres y también de mujeres, que han acogido como modelo a seguir en sus relaciones amorosas, esa visión fantaseada de los encuentros erótico sexuales, más parecida a una lucha greco-romana donde dos cuerpos sudorosos se arrojan el uno contra el otro para morderse, pellizcarse, lamerse e intercambiar todo tipo de fluidos en un equilibrio postural que nada hace temer a sus protagonistas. En sus mentes un solo objetivo: el coito. Y el hombre, alerta, para que todo su equipamiento esté a punto para ese momento, y a veces, la preocupación lleva a que en el momento de demostrar la herramienta que éste posee, ésta no funciona, y entonces viene la frustración, las palabras de disculpa: “no sé qué me ha pasado; esto nunca me había sucedido… y en muchos otros casos estas situaciones se van repitiendo en cada encuentro. Y lo peor de todo, es que ese momento estupendo de deseo y pasión que la pareja estaba disfrutando, se ve frustrado ante el abandono de lo que los amantes consideran el “arroz de la paella”.


Y es que la cultura patriarcal hizo del pene, el arroz de toda paella, pero esto no deja de ser un error más de los muchos que aún perduran en las relaciones de pareja.

El reconocimiento de la sexualidad en las mujeres como seres sexuados, permitió que estas pudieran gozar abiertamente de ella con sus parejas, aunque este reconocimiento es verdad que no se dio al cien por cien considerando a las mujeres con autonomía y libertad, pues de haber sido así, se habría puesto patas arriba toda la estructura patriarcal, algo impensable en ese momento; de manera que como ya hemos indicado en otras ocasiones, la llave del placer la seguiría teniendo el hombre, y será éste el encargado de proporcionar placer a su pareja con sus buenas artes, que ya se le suponen por el solo hecho de ser hombre. Y hete aquí ellos que durante décadas no habían necesitado seducir, ni pavonearse, ni siquiera presumir de penes grandes y bien erectos para conseguir lo deseado; aquí están ellos, herederos de la cultura patriarcal, que les ha dejado como legado, el “ser responsables” de los suspiros, jadeos, y por supuesto de los orgasmos de esa mujer que se excita más lentamente, y que precisa de las buenas artes del varón para alcanzar el clímax. Su misión será: tener el pene bien erecto, aguantar hasta que ella quede satisfecha, siendo el mejor amante y explorador para descubrir lo que antes otros no habían encontrado; por supuesto, estar siempre a punto y dispuesto para lo que venga, y claro está, dejar bien alto el pabellón, y todo ello con el coito como principal protagonista del encuentro.

Con este panorama erótico sexual que les dejó la cultura patriarcal a los hombres, y que por otra parte ellos han acogido sumisamente, sin protesta, más aún, intentando ser siempre los mejores amantes, preocupándose y ocupándose de llegar invariablemente a sus encuentros amorosos con el pene bien erecto y aguantando como un “verdadero machote” para que su pareja disfrute más y mejor, para más tarde obtener su mejor premio que vendrá de la seductora voz de su acompañante: te has portado como un machote. Has triunfao!.

Toda esta responsabilidad que desde mediados del siglo XX vienen asumiendo los hombres y aceptando las mujeres, ha contribuido en gran medida a muchas de las disfunciones sexuales del género masculino, pues les ha hecho responsables de un placer que no les corresponde, llegando en muchas ocasiones con tensión y ansiedad ante el empeño. Una de las más comunes es la disfunción eréctil, que todavía en la actualidad, sobre todo en ámbitos médicos, más conservadores, se suele hablar de estas disfunciones como impotencia masculina, término éste, que hace décadas ha sido descartado en el discurso sexológico por considerarlo ideológico y poco científico. En su lugar, es más correcto hablar de disfunción eréctil, y será así desde donde abordaremos este tema.

Comprender y entender por qué se origina la disfunción eréctil, es básico para que el hombre recupere la seguridad en sí mismo, y sea capaz de iniciar un tratamiento terapéutico.

Cuando el hombre se decide plantear su problema a alguien, lo suele hacer a su médico de familia, o al urólogo, que si no son especialistas en sexología, pueden intentar tratamientos, normalmente frustrados, sin el conocimiento específico del tema. La falta de información y la angustia del paciente, lleva a otros profesionales no cualificados en esta materia, a intentar tranquilizar a su paciente diciendo: Se le pasará, es el estrés; o incluso, ¿qué quiere? ¡ ya tiene una edad! Estas palabras sin duda bien intencionadas, no hacen sino producir frustración y resignación al paciente. Es por esto por lo que necesitamos dar pasos en muchas direcciones, y uno de ellos es que los diferentes profesionales deriven al especialista cuando el tema se escape a sus conocimientos; con esto haremos un favor a muchos hombres, y también a muchas mujeres.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No cabe duda de que después de leer este artículo, muchos hombres se harán esta pregunta: De acuerdo, para hacer una paella no es necesario ese ingrediente que nos quitaba el sueño, pero ¿qué le ponemos en su lugar?

Raquel Díaz Illescas dijo...

Mi querido Andrés, he empezado a contestar a tu pregunta, pero he decidido borrarlo todo y cuando tenga un momento te contestaré en una nueva entrada. Es muy simple, lo entenderás.