jueves, 23 de septiembre de 2010

TEMA DE LA SEMANA: "La soledad emocional, la soledad social: mucha gente sola".

¿Qué podemos hacer para conocer gente con quien compartir un café, inquietudes, ocio, afectividad, etc.?


Hay mucha gente sola. Hombres y mujeres que no desean estarlo y que por circunstancias de la vida lo están.

Hombres y mujeres que desean encontrar a alguien con quien compartir momentos, no solo los especiales, también los cotidianos.

Hombres y mujeres que no tienen con quien salir a tomar un café o una copa el fin de semana, que se quedan en casa viendo la película o el programa de turno.

Personas que prefieren los días laborales a los fines de semana, ya que en los primeros tienen con quien relacionarse, tienen cosas que hacer.

Hombres y mujeres que les gustaría conocer alguien que los llamase por la noche para decirles ¿cómo ha ido el día?

Hombres y mujeres que tienen mucho amor para regalar.

Y ¿por qué si hay tantos hombres y mujeres solos no nos olvidamos de los prejuicios e intentamos, como en cualquier otro aspecto de nuestra vida, probar a conseguir aquello que deseamos, que necesitamos?
¿Dónde se conoce o se puede conocer gente con quien compartir algo de la vida?

¿Qué hay que hacer para encontrar a esa persona?

Mis queridos blogueros espero impaciente vuestras sugerencias.


Fdo.: Raquel DÍaz Illescas.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si será una situación subjetiva la que aquí relato. Pero si en un blog de sexualidad, su mantenedora llega a pensar que la persona antes de ser pareja es individuo dentro de una sociedad, y que éste padece esa soledad social...ya me hace pensar que no estoy solo (valga la redundancia) creyendo en que el problema es común, bastante común.
He aquí mi historia:
NAURU.- Una Isla.
Un mes de diciembre…
Primera parte:
La tarde era fría y el sol ya brillaba por su ausencia. Iba con mi esposa al lado, camino de casa. Nos paramos un momento para determinar qué estaban instalando los de El Corte Inglés, a propósito de las próximas navidades. En ese momento aparece delante de nosotros una pareja, un matrimonio que hacía mucho tiempo no veíamos, años… El aire era molesto, pero dadas las circunstancias no podíamos evadir saludarnos y hacer algún comentario de nuestras respectivas existencias.
El amigo, el marido… llevó en todo momento la voz cantante. Nos explicó con todo detalle que ya no trabajaba, que cobraba una pensión por invalidez de un 75%, recibiendo por ese concepto unos 2500 € y además, su empresa le añadía, hasta su completa jubilación, otros 3500 €… (Ambas cantidades, mensuales) Que además del apartamento de la playa, que ya conocíamos nosotros, había adquirido, creo que dijo, otros dos… (El aire frío no cesaba…) Que estaba interesado en saber qué hacer con el dinero, ya que las circunstancias financieras hacían que recibiera poco rendimiento de sus depósitos… También estaba preocupado porque no podía atender la marcha de los terrenos agrícolas, que debía dejar en otras manos para que los explotaran…
Yo callaba. Creía que lo más razonable era haber tenido esa conversación en una cafetería próxima, pero el acaudalado inválido no tenía ninguna intención de invitar a unos cafés para celebrar el encuentro, ni un servidor iba a atreverse a mencionarlo, tratando con esa diferencia de nivel económico y demás….
En fin, acabada la relación de todas sus batallas de índole económica, optamos por despedirnos, quizás hasta pasado, sin dudarlo, mucho tiempo. Yo me fui pensando que, con total seguridad, la pareja de amigos conocidos, que hacía tanto tiempo no nos veíamos, debía vivir en NAURU.

Anónimo dijo...

Segunda parte:
¿Qué es NAURU? Nauru es una isla situada en medio del Océano Pacífico. Si se coge un globo terráqueo y se traza una línea recta entre Australia y Méjico, el punto de cruce con el Ecuador, entre los meridianos 166 y 167, sería Nauru. Una isla de 30 Km. de costa y 21 km2 de superficie. Sería el punto resultante de clavar un alfiler en medio del océano, en plena Micronesia, al norte de unas islas más conocidas, al menos suenan más, las Islas SOLOMON. Su población estimada en julio de 2008 podría ser de unos 14.000 habitantes. Independiente desde hace 40 años, en el año 1968, de manos australianas, antes alemanas. No tiene capital propiamente dicha, e ingresó en la ONU en el año 1999. Su renta Per cápita se encuentra sobre los 5.000 $ según datos de 2005. El empleo es del 10% de la población como máximo. Trabajan en extracción de fosfatos, que se usan como fertilizantes en los países a los que se exportan, hasta que se agoten las reservas del islote coralino, si es que este hecho no ha ocurrido ya. Un pequeño núcleo poblado en medio del mar que dispone de 94 millones de páginas en el buscador Google…. Sin emisora de TV, usa el teléfono como medio de comunicación, y tiene un pequeño aeropuerto para recibir a los turistas que por allí se quieran perder. 27 Km. de carreteras (21 de ellos asfaltados) y su punto más alto es de 61 metros.

Anónimo dijo...

Epílogo:
¿Qué quiero decir al afirmar que la pareja bienaventurada con la que me tropecé en el principio de este relato, debía vivir en Nauru? Pues sencillamente, que las personas que adoptan cierto tipo de vida, de relación, de comunicación… es decir, de falta de relación, de comunicación… viven… aisladas, tan aisladas como los habitantes de esta bonita isla. Más, imposible.
Y me llama la atención poderosamente, que este hecho reciente ya se viene prodigando en mi largo caminar, por este mundo que nos ha tocado vivir. Primero fue en mi población natal, de unos 10000 habitantes. Compañeros de juegos, de clase, de calle… con el paso del tiempo, cuando regresaba al pueblo, del que me había desplazado… ¡80 Km.! Ya era para ellos un auténtico desconocido. ¡Ven a comer a casa! ¡Vamos a tomar unas cañas!… ¡Nunca! Nunca tuvieron una ocurrencia de este calibre…
Después vino la capital. Madrid. Una gran ciudad. Pero en ella se podían hacer buenos amigos, por trabajo, por vecindad, por procedencia… Muy buenos amigos. Fueron 11 años, y en ese tiempo ya con cierta edad, familia similar, gustos y situación económica semejantes, se podía coincidir en bastantes momentos, con otras personas, compartiendo gustos y aficiones.
Pero bastó un desplazamiento de 115 Km. Y si te he visto no me acuerdo. ¿Dormir en mi casa? ¿Ir a la tuya? ¿Comer juntos? ¿Coincidir en unas vacaciones?… ¡Una y ná más, Santo Tomás! Si es que llegaba (por equivocación) esa única oportunidad… Han pasado los años y todo se ha quedado reducido a puros recuerdos y a intenciones que nunca se han llevado a la práctica…
Y ahora, en los difíciles tiempos en los que vivimos (dicen…) el aislamiento es total. Estamos en una población de unos 100.000 habitantes. La tónica general es “a ver si”… a ver si… ¿qué? ¡A ver si…! Y así pasan los días, los meses, los años… y tú por aquí y yo por allí…. ¡a ver si! ¡Aislados! ¡Como los habitantes de Nauru! Y menos mal que estamos en esta población el 50% del año. El resto de los 365 días somos habitantes de un pequeño núcleo de población, que creo que no llegará a los 500 pobladores… Por aquí todavía no saben que existe la isla Nauru. Ni ninguna isla parecida. Te están invitando, de forma continua a relacionarte, a participar en hechos colectivos… Excursiones, meriendas, bailes, festejos… Mañana, por ejemplo, voy a una excursión de 60 personas. Eso sí, como aliciente me han ofrecido… ¡un jamón!
¿Cuánto durará este espíritu de convivencia, de hermandad…? Menos mal que estas personas, ya entradas en la llamada tercera edad, no van a cursar la asignatura de educación para la ciudadanía, porque los jóvenes que sí la van a estudiar, esos sí que van a saber dónde está Nauru… ¡Pobrecillos

Raquel Díaz Illescas dijo...

Mi querido Andrés,

Tienes mucha razón en tu comentario a esta entrada. Y no me cabe duda que hay personas que se deben haber sentido muy identificados con lo que cuentas.
La pregunta sería ¿por qué si no queremos estar ni vivir solos y solas, no utilizamos los recursos materiales o humanos que podrían mitigar ese sentimiento de soledad social o emocional?; qué nos frena? ¿Tenemos tantos prejuicios que nos impiden caminar hacia aquello que deseamos, que necesitamos?

Es verdad que cuando nos encontramos con alguien que hacía mucho tiempo que no veíamos, lo primero es decir aquello de “a ver si quedamos, a ver si nos tomamos un café, llámame algún día….”, pero curiosamente ese día raramente se da, y ambos son conscientes de que no se dará; sin embargo es como si en el ánimo de los interlocutores estuviera el hacerlo. A veces, uno de ellos dice: “No, así no. Venga qué día quedamos y a qué hora”.

Yo he de confesarte que cada vez me sienta peor esa coletilla y acabo haciendo lo que señalo más arriba.

Y ya si hablamos de conocer gente nueva, olvidémonos. No recuerdo en mis algunos años que ya tengo, el haber estado tomando algo sola en alguna cafetería o comiendo sola en un restaurante y que alguien se acerque e inicie una conversación conmigo. Posiblemente yo tampoco lo haya hecho, aunque si en otros contextos. Pero lo que no me cabe duda es que a todos nos encantaría que alguien lo hiciera, ¿o no?

Sin embargo Andrés, no creo que los jóvenes acaben conociendo la Isla de Nauru, creo que esta soledad emocional o social se encuentra más arraigada en personas que están entre los 30, 40 y 50. Es una edad que cuando no se tiene pareja estable la soledad se deja sentir de manera muy molesta, incluso hiriente, y el aislamiento, acaba siendo un espacio seguro para quienes no saben, no pueden o no quieren hacer uso de otras opciones

La soledad solo es positiva si es elegida.

Raquel Díaz Illescas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Raquel Díaz Illescas dijo...

Una vez más, pediros disculpas por haber eliminado una entrada (tres concretamente), eran mías. No ´se dónde estará el problema, pues cuando intento PUBLICAR una, se reproducen. Bueno aclarado.

Javier dijo...

Primera parte.
Queridos Andrés y Raquel
Mi comentario va dedicado a ambos; a ti amigo Andrés porque comprendo y comparto lo que quieres decir y a ti amiga Raquel porque entiendo lo que dices y lo que “no dices”.
Imagina Andrés la siguiente situación: Un joven de 19 años que, por motivos laborales, ha de abandonar la tierra donde ha nacido y alejarse 900 km de ella con un único pensamiento...
regresar lo antes posible junto a la familia y a los amigos (no hace falta que remarque cuán importantes son los amigos a esas edades)
El chirrido de las ruedas y los primeros traqueteos del vagón en el que se alejaba de todo cuanto era querido le hicieron sentir que el tiempo se detenía en ese instante y que se mantendría así hasta su regreso (ya sabes... la virtuosa ingenuidad juvenil)
Claro está, el tiempo no se detuvo mas que para él...
A su regreso, con las primeras vacaciones de que dispuso y pleno de ilusión, aprendió la amarga lección que significaba comprobar que aquellos amados amigos no estaban dispuestos a suspender, posponer o modificar sus “compromisos sociales o familiares” para compartir el tiempo con aquel que ya no formaba parte de su cotidianidad.
Sin detallar las vicisitudes de aquel joven, te diré, estimado Andrés, que jamás regresó a su ciudad natal (salvo por vacaciones o motivos familiares) sino que, por el contrario, a lo largo de su existencia y por diversas causas, cambió de lugar de residencia en varias ocasiones sin llegar a arraigar solidamente en ningún lugar ni consolidar suficientemente sus amistades (sirva como ejemplo que con su segundo cambio de residencia llegaba a una ciudad en la que no conocía a nadie y que en su lugar de trabajo el más joven de sus compañeros tenía 42 años (a estas alturas aquél joven aún no había cumplido 24) y aunque tenía buenas relaciones extralaborales con muchos de ellos, comprenderás que la diferencia de edad no propiciara la máxima identificación emocional con sus compañeros)
Han pasado muchos años y con ellos y los avatares de la vida aquel joven desapareció transformándose en alguien que no habita en Nauru porque él es Nauru.

Javier dijo...

Segunda parte.
Amiga Raquel.
Para contestar con mi opinión a las cuestiones que planteas no puedo soslayar la propia experiencia.
A lo largo del tiempo, en unos casos durante más años que en otros, he tenido varias parejas con las que he convivido o no. A todas las quise mucho y con la mayoría de ellas mantengo una buena relación, pero solo a una la amé con todo mi ser. No estoy diciendo que supiera amarla sino que la amé como a ninguna otra antes o después.
Te cuento esto porque tras nuestra separación ella pasó algún tiempo sóla, diría incluso que desesperadamente sóla, y durante todo ese tiempo yo seguía queriendola y moría de tristeza al sentirme, como dices al final de tu comentario, “otra opción”, de la que ella no sabía, no podía o no quería hacer uso.
Pasados los años (confieso que me averguenza reconocer que necesité tanto tiempo) he llegado a comprender algo tan evidente como que no se puede obligar a nadie a sentir lo que no siente.
A las cuestiones que planteas: “¿por qué si no queremos estar ni vivir solos y solas, no utilizamos los recursos materiales o humanos que podrían mitigar ese sentimiento de soledad social o emocional?”
opino que aunque puede haber tantos motivos como personas sufridoras de soledad, sí existen unas causas más comunes entre quienes ya han rebasado los 40 años (es un límite aproximativo, claro está)
1. No se ha superado aún la ruptura de una relación anterior y, aunque el cuerpo quiere, el ánimo no nos permite alegremente intentarlo de nuevo. Toda ruptura lleva asociada inevitablemente sensación de fracaso. Sensación que a mayor número de rupturas e incremento de edad, cuesta más erradicar.
2. La soledad no deseada nos produce mucho sufriniento pero, contradictoriamente y como tu bien dices, nos acomodamos a ella. Cuanto más tiempo hemos padecido la soledad no deseada más difícil nos resulta encontrar a alguien que nos “satisfaga suficientemente” como para renunciar a la libertad de la que “disfrutamos” estando sólos. Si, ya se, estoy refiriendome a relaciones de pareja, ¿pero por qué nos cuesta tanto (a los que nos cuesta) iniciar una conversación con desconocidos o sencillamente “ligar”? Pues muy sencillo.
3. La razón más absurda de todas pero la más extendida. El miedo al rechazo. Si tuviesemos absoluta certeza de un resultado positivo no dudaríamos ni un instante en acercarnos a de quien nos sentimos atraidos.

Un cordial saludo para ambos.

Anónimo dijo...

Amigos Raquel y Nauru, digo Javier:

He entrado varias veces (soy impaciente...) en el blog y veía que estaba solo con mis soliloquios hasta que os he leído hoy...

Así que nuestro común amigo Javier se autodenomina Nauru... Entiendo que, aunque no lo diga, él es el protagonista de esa amarga experiencia (de la primera que cuenta..) que coincide al 100% con la mía.

Yo diría, para rematar las impresiones que los tres hemos vertido hasta ahora, que el denominador común de las actuaciones de nuestros conocidos ex-amigos es el egoísmo y junto a él, la comodidad. Y ambas cosas son malos compañeros de viaje para algunos de los que por el mundo de "dios" vagamos. La esperanza es lo último que se pierde...

Un cordial saludo.

Andrés.

P.D.- Raquel, paciencia con la informática, que algunas veces funciona...