Cada año que estrenamos lleva el sabor de los cuadernos nuevos, esos que abrimos con mimo, en los que escribimos suave para que no queden marcas en las hojas siguientes, que empezamos con caligrafía redonda, que intentamos conservar siempre en limpio, sin tachones… y así también deseamos e intentamos que sea cada año nuevo, con proyectos, deseos, ilusiones y mucha salud; dejando en libertad a las emociones, solicitando alguna que otra pausa a la razón, que nos permita disfrutar de lo “prohibido” sin previo pago de penitencia, y siempre con la esperanza de que sea más y mejor que el que hemos cerrado, porque en este que estrenamos sentimos que haremos aquello que olvidamos, que abandonamos, aquello en que nos relajamos, y así empezamos nuestro particular año acariciando cada página del calendario, cada nueva intención, cada propósito, con el deseo de que sea diferente...
...Y nuestros calendarios vírgenes, ingenuos, repletos de días por ser vividos, seducidos con círculos de colores, con garabatos al margen que nos recuerden que tenemos una cita para disfrutar de las palabras, de los cuerpos…
Muchos días con muchas horas para deleitarnos con nuestra sexualidad, solos o en pareja; momentos para ser vividos, para no ser pensados, para olvidarnos, para permitirnos hacer aquello que siempre hemos deseado, para decir lo que nunca hemos dicho; muchos días para poner fin a lo que nos hiere, lo que no nos deja avanzar… muchas hojas en el calendario para programar encuentros placenteros, para pedir ayuda, para solucionar problemas…
Días para mirarnos al espejo y sentir que el paso del tiempo nos hace a las personas más seductoras, más seguras, con más experiencia… que los años nos van regalando sabiduría para vivir y disfrutar de las pequeñas cosas, conocer nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, desprendiéndonos de complejos que nos impidan sentirnos bien con lo que hacemos o dejamos de hacer; sabiendo que los años nos permiten despojarnos de prejuicios, siendo capaces de expresar aquello que queremos sin miedo a ser juzgadas por ello.
Sin tachones desearíamos vivir cada día de nuestra vida; pero es que entonces no hablaríamos de la vida, con sus luces y sus sombras, estaríamos pretendiendo vivir una vida creada en la fantasía, que por otra parte es estupendo desear y querer cambiar algo de lo que no nos gusta, pero es importante saber que en el vivir está implícito el equivocarnos, el saber rectificar y desear ser felices y por qué no.
Escribir con letra redonda sin salirnos de los márgenes no siempre es fácil, como tampoco lo es el comunicarnos de manera eficaz, transmitiendo aquello que sentimos y pensamos a las personas que queremos, sintiendo los afectos y el respeto que esperamos y necesitamos.
En las intenciones de cada año nuevo está el deseo de dibujar en nuestra agenda buenos proyectos, ideas y tiempos para no pensar, para ser vividos entre las sábanas, entre caricias y susurros de alcoba… pero las agendas, la vida y cada uno de los momentos de las que esta se compone, nos hace de cuando en cuando escribir torcido, con tachones y con algún que otro olvido...
…pero es que somos humanos que sentimos, y demasiadas veces pensamos, cuando no deberíamos hacerlo, y así vamos viviendo con el deseo de ser un poco más felices.
Fdo.: Raquel Díaz Illescas
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