jueves, 12 de agosto de 2010

Chejovianos

Taller de Cuentos: Chejov y compañía.
Directora: Elvira Lindo
Faro de la Cerda
Agosto 2010. UIMP -Santander
-.

Cada cuál busca sus momentos de placer en los días estivales, el mío lo es desde hace algunos años asistir a los cursos de verano de la UIMP de Santander.

Cada año siento La Magdalena más especial, más seductora.
Cada mañana, el Faro de la Cerda, en su sala abuhardillada, con sus vistas al mar y acompañados por el sonido de gaviotas y embarcaciones de turistas, ha sido el punto de encuentro para las palabras, las emociones, las experiencias vividas o por vivir.

Cada mañana, nos despertaba un amante: Chejov nos dejó hablar, tal cual éramos, sin preguntar nada. Nos permitió ir y venir, coquetear con otros sabiéndose seguro de que más tarde volveríamos a su lado.

Raymon Carver, al ser amigo de Chejov, nos abrazó regalándonos Tres rosas amarillas, de las que no se marchitan.

Truman Capote, no nos dio su amistad, pero tampoco eso importó, nos regaló Una Navidad, por la que le querremos siempre.

Machado de Assis, un estupendo brasileño, quiso llevarnos a la Misa del gallo, pero antes escuchamos la deliciosa conversación de Concepción con Nogueira.

Bernard Malamud, fue un estupendo amante. Era judío, y aunque le apasionaba el cine, prefirió enseñarnos su inolvidable Barril mágico.

Salinger, también provenía de una familia de judíos. Estaba muy interesado por el budismo zen,
sin embargo no se puso pesado con este tema, y prefirió presentarnos a su Tío Wiggily , que resultó ser guardián entre el centeno.

Grace Paley, venía del Bronx, Nueva York. Resultó ser una mujer muy interesante, decía haber estado en contra de la guerra de Irak. Nos adentró en Un diámetro inalterable, del que aún hoy sigo enganchada.

James Joyce, era poeta, aunque no nos regaló el oído con ella, sin embargo, nos contó un bonito cuento, Eveline.

John Cheever, no le pudimos dedicar tiempo, de manera que le invitamos a viajar con nosotras. Cheever nos hizo soñar. Es un magnífico cuentista.

Muchos amantes que conocimos gracias a una estupenda mujer, Elvira Lindo, a quien recordaré siempre. Durante años, ignorándolo yo, me acompañó cada noche con su Manolito gafotas. Consiguió llevarme al Otro barrio para más tarde seducirme con Una palabra tuya. Me emocionó con Algo más inesperado que la muerte, que deseé compartir acompañada de unos Tintos de verano, en Madrid y también en New York.

Con Elvira Lindo, he aprendido a disfrutar con los cuentos, con sus personajes y con los cuentistas. Quien sabe si algún día, escriba cuentos.

Te espero impaciente, mi querida Elvira en Lo que me queda por vivir.


Fdo.: Raquel Díaz Illescas

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