martes, 17 de agosto de 2010

Propuestas placenteras

Hay propuestas que resultan muy interesantes…


A pesar de ser nuestro cuerpo una gran fuente de placer, el escaso conocimiento que de éste tenemos, posiblemente dificulte que disfrutemos de nuestra sexualidad, y de los encuentros eróticos sexuales que tengamos, de manera integral, sintiéndolo como un maravilloso territorio por explorar y descubrir.

El ya fallecido poeta asturiano Ángel González, en uno de sus poemas hacía un paseo delicioso por la piel, que invitaba a la imitación…

En ti me quedo (fragmento)
Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus brazos y tus piernas,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,v
uelvo a empezar de nuevo,
descanso en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.

Ángel Gonzále
Unas veces el tiempo que sentimos no tener, otras el desconocimiento que de la sexualidad tenemos, y muchas veces el aburrimiento y la apatía de hacer siempre lo mismo, lleva a las personas, a las parejas, a reducir sus encuentros amorosos a la repetición de rituales ya establecidos, y que no son satisfactorios para ninguno de sus miembros.

Nuestro cuerpo, puede ser un estupendo atlas, con montañas, fuentes, lagos y valles por los que sumergirnos, por los que descansar y relajarnos, para después volver a empezar, y dejarnos abrazar por los cálidos contornos de una piel.

Hay viajes maravillosos, que se hacen entre las sabanas. Que no requieren de hora ni de día de salida o llegada, que producen mucho placer y que guardan la línea. Puede ser una estupenda propuesta para estos días de verano.

Fdo.: Raquel Díaz Illescas.
Sabemos que la sexualidad es una actividad altamente placentera, que no requiere edad, ni estaciones del año, ni siquiera economías (aunque incida ésta en el deseo, y en algunos en su ejecución).

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